Capítulo XXXIV: La boda.

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Las sirvientas entraban y salían de la mansión cargando manteles blancos, floreros y algunos adornos. Los músicos llegaba al lugar para probar el sonido, había un contrabajo, un arpa, violines un teclado y algunas cosas más.

—Señorita Davalos, alguien quiere verla —la sirvienta se hizo a un lado para dejar pasar al visitante.

—¿Sigues sin saber quien soy? —Javier dio unos cuantos pasos dentro de la habitación.

—Javier por favor...

—Te fuiste sin decir nada —cerró la puerta detrás de el—. ¿Por qué?

—¿Aún preguntas por qué? Fuiste tu el que se aprovechó de mi, me violaste.

—No fue una violación.

—Me lastimaste, yo no quería tener sexo contigo en ese momento. Te portaste como todo un idiota, ahora lárgate de aquí ―volvió a mirar por la ventana. Pasó una mano por su vientre.

—¿Por qué? ¿No quieres que tu prometido me vea aquí?

—No, quien me preocupa es mi padre...

—Regresa conmigo, por favor ―se acercó un poco a ella.

—Es mejor que te vayas, tengo que alistarme.

—Ni siquiera sientes nada por él.

—Tengo que bañarme ―lo ignoró por completo―, el estilista está por llegar.

—¿O si? —Amelia camino a su baño, Javier la detuvo antes de que se metiera—. ¿Sientes algo por él?

—Te mentiría si te digo que si ―bajó la mirada, apretó los labios y después los relajó―, pero también si te digo que no... Estoy confundida, lo quiero.

—Pero tu me amas ―su rostro reflejaba lo depresivo, nostálgico y alterado que estaba en esos momentos.

—Por dios, escúchate —se soltó—. Ya hablas como si fueras la gran cosa, como si fueras un rompe corazones empedernido. Suenas como un egoísta. Acéptalo de una vez por todas, me casare y no podrás hace nada por evitarlo.

—Me opondré a la boda si es necesario.

—No lo harás —Amelia alzó la vista, Chris estaba de pie sosteniendo una toalla alrededor de su cuello—. Javier, vete ahora mismo o tendré que llamar a los guardia.

Siguió avanzando y se detuvo a mitad de la habitación, Javier se paró frente a él. Eran dos hombres totalmente diferentes, Chris era centímetros más grande, era fuerte y musculoso, al contrario de Javier.

—¿Crees que te tengo miedo? ―preguntó un poco nervioso por la respuesta que recibiría.

—No quiero hacerte nada malo ―sonrió, Chris miró a Amelia―, eres una estrella, no queremos que te envuelvas es escándalos sin sentido. ¿Verdad Amelia?

—Javier, vete ―le suplicó ya con la voz cansada.

—Dame una razón para irme ―los tres se quedaron en silencio.

—¿Quieres una razón? ―Amelia lo rodeó y se colocó a un lado de Chris, le tomó la mano y la pasó por detrás de su cintura―. Te la daré, cuando estuviste fuera Chris fue a buscarme, me acosté con él y estoy embarazada, había planeado decirte que era tuyo pero después de lo que paso entre los dos decidí volver y seguir con mi vida, así que has lo mismo, sigue con tu vida tan ocupada. Ya no te necesito más. 

—Eres una... ―Javier dio unos cuantos pasos al frente, Chris se interpuso y lo detuvo. Sentía rabia en ese momento, se sintió engañado, su corazón terminó de romperse en mil pedazos. No lo podía creer, no podía creer que Amelia le fuera infiel y se lo dijera sin pena alguna.

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