Capítulo XIII: Madrid.

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―Bien nos vamos; Vicente tu iras al sur, Marcus tú al norte y yo iré al centro. Si no encontramos nada , pues tendremos que seguir buscando hasta encontrarla.

―¿Pero si la encontramos? ―preguntó Vicente con la cámara en mano.

―Síganla y observen todo lo que hace y con quien está.

―Pero si no le diremos al señor Dávalos con quien esta...

―A Martín Dávalos no le diremos esa información ―interrumpió Mendoza fastidiado―, pero a Antonio si se la daremos. Fotografíen con quien esta y después los investigaremos.

Los tres tomaron caminos diferentes. Rogelio se quedó de pie frente a un enorme monumento, sacó de su bolsillo un cigarro, se lo llevó a los labios y lo prendió. Caminó cerca de un parque, sacó la fotografía de Amelia y la comenzó a mostrar a las personas que pasaban por allí. Cuando vio que nadie la había reconocido decidió entrar y repitió la acción.

Caminó por todo el parque hasta llegar a un estanque, una viejecita estaba allí dando de comer a las aves, rendido, Rogelio se sentó en una banca cerca de ella, la viejecita no notó su presencia hasta que él habló.

―¿Puede darme un poco? ―murmuró estirando su mano, la viejecita sonrió y le dio un puño de semillas junto con una rebanada de pan―. Me encanta alimentar a las aves...

―Es muy relajante ―habló la señora con su voz temblorosa―. ¿Que hace un muchacho tan joven y guapo por aquí?

―Estoy buscando a alguien... ―Rogelio no perdía nada con mostrarle la foto, lo que temía era que preguntara por qué la buscaba. ¿Qué excusa iba a inventar? Sacó la fotografía de su saco y se la mostró a la viejecita.

―Ah... ―murmuró, levantó una mano y comenzó a afirmar, Rogelio se sentó en la misma banca que ella―. Ah estado por aquí un par de veces...

―¿Esta sola o con alguien? ―"Por favor, que diga que está sola. No quiero que más personas se involucren en esto."

―Esta con un hombre, algunos años mayor que ella, pero se ven lindos juntos ―se pasó los arrugados dedos por el mentón y miró a su izquierda― suelen venir al atardecer, se recuestan bajo la sombra de ese árbol.

―¿Vienen todos los días?

―Mmm... No, me parece que solo vienen los sábados o los domingos, yo estoy aquí del diario pero a veces vienen entre semana ―Rogelio miró la rebana de pan, comenzó a desmoronarla para tirarla al suelo, enseguida llegaron aves―. ¿Ella es tu novia?

―Oh no... ―se sonrojó―. Es mi hermana, escapó de casa hace unos meses, pero la verdad no sabía en dónde buscarla.

―Pues ―la viejecita se puso de pie― suerte con eso mi niño, espero que tengas suerte para encontrarla ―comenzó a caminar lentamente, como si las aves lo supieran se fueron con ella, dejó la comida regada en el camino y se fue. "Hoy es sábado, tal vez vengan hoy. Pero si vienen aquí eso quiere decir que viven cerca de aquí..." 

Rogelio miró el reloj, las manecillas marcaban las 4:00 pm, decidió esperar a ver si venían, por lo mientras iba darse una vuelta (aunque no estuviera de vacaciones tenía que aprovecharlo, no sabía cuando iba a volver por allí).


―¿Has encontrado algo? ―preguntó Vicente a Marus, los dos se encontraban en una cafetería cerca del centro. 

―La verdad no, esa chica es muy hábil para esconderse... ¿Has hablado con el jefe?

―Solo mandó un texto diciendo que llegaría más tarde al hotel, quiero pensar que tiene una buena pista ―una chica llegó con una bandeja llena de platos de comida.

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