Capítulo XLII: Día cinco

83 6 15
                                    

Habían pasado algunos días desde la fiesta, la junta que se había previsto para hace cuatro días había sido pospuesta, por lo cual habían tenido que posponer sus planes. 

Recostada sobre el suelo, con las manos sobre el pecho el cual subía y baja lentamente, con los audífonos puestos y el volumen a tope, tenía que aceptar que era una buen canción. Inmediatamente se imaginó a Javier escribiendo esa canción, quizá pensando en ella o en otra cosa, pero (por un segundo) quiso pensar que era por ella. Su celular comenzó a vibrar en su bolsillo, lo sacó y miró el mensaje que aparecía en la pantalla.

"Están por llegar"

Leyó, se sentó y miró por el fusil, los primeros estaban entrando a la sala de conferencia. Una llamada la interrumpía.

―¿Cual es el maldito problema ahora? ―preguntó sin ganas.

―No hay ninguno, solo quería saber que estabas lista ―le reclamó la otra voz.

―Estoy bien...

―Amelia, no mientas ―suspiró, volvió a poner el ojo sobre un lado y miró. Todo estaban tomando su lugar―. ¿Has hablado con él?

―Le he enviado más de diez mensajes, le he llamado el doble de veces y no contesta, ¿crees que siga molesto? ―preguntó con descaro, una risa de fastidio fue lo que recibió como respuesta.

―Creo que tiene sus motivos, como que no le dejas ver a su hijo...

―Para comenzar eso fue tu culpa ―dos hombres armados irrumpieron en la sala, Amelia colocó un dedos sobre el gatillo y esperó. La llamada terminó y enseguida entró otra―. ¿Por que cuelgas y vuelves a marcar? ―preguntó sin ver de quien era la llamada.

¿En donde esta mi hijo? ―preguntó, Amelia se congeló, los hombres comenzaron a matar a todos y cada uno de los que estaban dentro de la sala, tomaron de los cabellos a un hombre; le cubrieron la cara y lo ataron de manos y pies para sacarlo de la oficina. Ambos salieron de la oficina, un hombre se levantó del suelo y miró a si alrededor.

¿Que te hace pensar que te lo diré? Te he estado enviando varios mensajes en estos días y no me has contestado ni uno, ni siquiera las llamadas.

Se quedará conmigo, yo me haré cargo de él.

¡Ja! ―disparó sin más. Sus sesos se esparcieron en el suelo junto con su sangre―. Ni uno más ―murmuró.

¿Que fue eso?

¿De verdad quieres saber? ―no contestó― ¿De verdad crees que te puedas hacer cargo de un niño? Por favor, apenas si puedes con tu alma ―Amelia comenzó a desarmar el arma, la guardó en una mochila negra. Se asomó por la cornisa, Chris estaba en la parte de abajo con el rostro hacia arriba; tomó la mochila y la lanzó.

Lo llevaré conmigo...

Javier, escúchame ―se restregó el rostro―. Es un niño de tan solo meses de vida, no puedes estar subiéndolo y bajándolo de aviones, no puedes llevarlo de un país a otro así como si nada. Entiende que el ritmo de vida que tu llevas no es el adecuado para nuestro hijo.

¿Nuestro? ―abrió la puerta de la azotea y bajó las escaleras hasta el elevador, presionó el botón y espero a que la puerta se abriera.

Hagamos esto ―no tardaron mucho para abrir, Amelia entró y presionó el botón de la planta baja―, cuando regrese hablaremos de esto, si no quieres verme después de todo esto lo entenderé ―bajó el cierre de su sudadera, se la quitó y cambió el lado de la cara, se quitó el gorro que le cubría la cabeza y lo metió a su matalón en la parte de atrás.

Si supieras...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora