Capítulo XXXVI: Ilussia.

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―¿Amelia? ―Chris comenzó moverla, sus ojos se abrieron un poco solo para volver a cerrarse―. Amelia se te hará tarde.

―Solo cinco minutos más ―se colocó la almohada sobre el rostro.

―Amelia... 

―Christopher. ¿Quién llamó ayer?

―¿Quien crees tu? ―se quitó la almohada y se sentó. Pasó sus dedos por la maraña de pelo, bajó a su rostro―. ¿Le volverás a llamar?

―Para comenzar es tu culpa, fuiste tu el que me dijo que leyera las cartas, leí solo dos y con eso tuve para cometer una idiotez.

―Es el padre de tu hijo.

―¿Y si no quiero que lo sea? ―Chris la miró con esos ojos negros que lo caracterizaban, acarició su barbilla.

―¿Que estas diciendo?

―Estoy diciendo que... ―salió de la cama―. Estamos casados desde hace un año y he pensado que tal vez las cosas sean mejor así... ―Chris salió de la cama y comenzó a quitarle la ropa de cama sucia, Amelia caminó a un armario para sacar una nueva―. Somos marido y mujer, mi familia cree que el bebé es tuyo y...

―¿Y?

―He estado pensando que sería lindo tener uno propio...

―Amelia, por más que me guste ese plan, se que jamás dejaras de quererlo.

―Trato de convencerme cada día pero... ―suspiro, salió del armario con la nueva ropa de cama, la dejó sobre esta―. No podemos seguir así toda nuestra vida, él tiene que hacer la suya y yo la mía.

―¿Que harás cuando todo esto se termine? Amelia tendrás que dar miles de explicaciones, entrevistas, juicios , incluso investigaciones. Nadie sabía quien eras allá en España, nadie te conocía y era feliz.

―Tu lo has dicho, era.

―Puedes volver a serlo. Tu, Javier... el niño.

―Chris... ¿Crees que me perdonara después de todo esto?

―No lo sé, no soy psíquico ni mucho menos adivino, pero si hablas con él...

―Deja a un lado eso, ese no es el problema. Las giras suelen ser muy largas, no soporte la primera y mucho menos soportaré más. Yo quiero tener a mi esposo a mi lado, día y noche... Cenar juntos, salir y esas cosas.

―Puedes ir con él a la gira.

―No, eso nunca.

―¡¿Entonces qué demonios quieres, Amelia?! ―sus ojos se llenaron de lágrimas.

―Quiero seguir viviendo de la misma manera. Que me lleves a mi trabajo y te despidas de mí con un beso, que por la tarde nos encontremos para comer y que por las noches cenemos solo tu y yo. Te quiero a ti. ¿Acaso eso no es suficiente para ti? ―secó las lágrimas con sus pequeñas manos―. Nunca creí que llegaría a sentir algo así por ti, pero lo estoy sintiendo y es algo muy confuso para mi por que... Desde hace meses que no pienso en Javier. Todo esto es demasiado confuso...

―Amelia ―Chris caminó hacia ella, le tomó la barbilla y alzó su rostro―. ¿Me amas? ―Amelia apoyó sus rodillas sobre la cama, se levantó y tomó a Chris de los hombros, se acercó lentamente a él.

―Te amo, Christopher.

Susurró cerca de sus labios. Chris le rodeó la cintura y la pegó a su cuerpo. Sus dedos se enredaron con el cabello de Amelia, se recostaron suavemente en la cama y, sin dejar de besarse, se despojaron de la sus ropas.

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