Capítulo XXX: La despedida.

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―¿Alguien sabe que estás aquí? 

―No, Javier está ensayando con los chicos ―Amelia se quitó las gafas de sol, tomó su vaso con refresco y bebió de este.

―Los doctores dicen que estará bien, despertó hace unas horas, aunque no recuerda nada de lo que sucedió.

―Eso es malo, tendremos que hacer algo ―Chris tomó una pequeña porción de su pastel de zanahoria.

―¿Como vas con tus planes?

―Se lo diré hoy, mañana en la madrugada regresó a España y después volveré a México ―miró por el gran ventanal, frente al restaurante había un hermoso jardín donde corrían niños, las parejas caminaban de la mano sonrientes―. Anunciaremos nuestro compromiso...

El celular de Amelia comenzó a sonar, miró la pantalla, en letras blancas aparecía en nombre de Javier acompañado con una foto de ellos dos bajo la nieve.

Hola cariño. ¿Han terminado de ensayar? ―Chris miró por el gran ventanal.

Por fin ―suspiró―. Comeremos algo aquí dentro, ¿quieres venir?

Pues sigo en cama, haré todo lo posible para llegar cuanto antes

―Vale, llámame cuando estés por aquí. Te amo.

Yo te amo más ―esas últimas palabras de dolieron, se aseguró de que la llamada había terminado y guardó su celular―. ¿Recuerdas lo que te dije hace tiempo?

―¿Cuando fui a España? ¡Como olvidarlo!

―¿Crees que eso nos de una ventaja?

―Aseguraría nuestro bienestar ―de su bolso sacó una prueba de embarazo, la deslizó sobre la mesa. Chris la levantó y miró el resultado―. Oh por dios.

―Eso mismo dije yo.

―Amelia, yo...

―No solo le romperé el corazón




El día por fin había llegado. Amelia apretaba sus puños tan fuerte como podía. Javier estaba mirando la televisión mientras bebía una cerveza, esta noche tenían un concierto cerca de donde vivían.

Amelia caminó con toda naturalidad hacía, se dejó caer sobre él, Javier e dedicó una sonrisa y la abrazó.

―Necesito decirte algo.

―¿Qué pasa? ―preguntó sin despegar la vista de la televisión.

―¿Recuerdas la cicatriz que tengo en la espalda? ―Javier apartó la vista de la televisión y la miró―. Creo que es momento de decirte toda la verdad.

―Lo dices como si fuera algo malo ―su comentario fue acompañado por una risita nerviosa, apagó el televisor y solo se dedicó a escucharla.

―Cuando yo era una adolescente tuve un accidente, caí de un tercer piso sobre un desnivel y me rompí la columna al igual que varios huesos, estuve en coma por casi seis meses y cuando desperté no podía mover las piernas ―Javier parecía no comprender―, tuvieron que operarme y con un poco de rehabilitación volví a caminar.

―¿Por qué...?

―Aun no termino ―cerró sus labios con un dedo―. No soy la persona que tu crees. 

―Claro que si lo eres mujer, qué cosas dices.

―Cuando tenía cinco años acompañe a mi padre a una reunión con sus amigos, cuando la velada iba a terminar, uno de ellos le convenció de ponerme precio ―su ceño se frunció―. Le ofreció una buena cantidad de dinero y él aceptó. Me llevó a una habitación contigua y allí me violó, no sirvió de nada que yo gritara por ayuda, nadie iba a escucharme.

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