Capítulo IV: Vanessa

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―Señorita Islas ¿tiene experiencia atendiendo una cafetería? ―preguntó una mujer grande, caminaba de un lado a otro preparando bebidas y atendiendo la caja registradora.

―Trabajé tres años y medio en un Starbucks, dos años en una pequeña cafetería de mi familia y unos cuantos meses en un restaurante ―ella trató de seguirle el paso.

―Bien, con eso es suficiente... ―con sus dedos le indicó que la siguiera, caminaron a una bodega y abrió la puerta, estaba lleno de café, leches y otras cosas. Caminó hasta el fondo y de una enorme caja sacó un uniforme que consistía en una bata color negra, un mandil rojo, una red para cabello y una cofia de color negro―. Esto será para cuando te toque atender las mesas ―volvió a rebuscar entre las cosas pero esta vez había sacado solo un mandil de color negro―. Esto será cuando estés en barra. Ganarás €1,600 al mes, más propinas.

―Increíble... ¿Cuando comienzo? ―la señora se quitó el mandil y la miró ilusionada.

―Mañana ―sacó unas llaves de sus bolsillos y se las aventó―. Tienes que abrir a las ocho en punto, todos comienzan a llegar entre esa hora y las nueve, los pastelillos duran en mostrados al menos una semana, Laura te explicará eso ―dejó el mandil en la caja y se despidió―. Buena suerte ―salió de la bodega y Amelia se quedó sola.

Amelia salió de la bodega con las llaves en la mano, regresó por donde había venido y se detuvo antes de llegar a la barra "¿Quien demonios es Laura?". Miró a un chico que estaba tratando de coquetear con una chica, Amelia se acercó a él temerosa y le tocó el hombro.

―Hola ―saludó con la mano, la chica la miró aliviada y se marchó.

―Acabas de asustarla ―la regañó el chico.

―Lo siento no fue mi intención, solo quiero saber quien es Laura.

―Yo soy Laura ―sonrió coqueto el chico.

―No tienes pechos, rasgos faciales de hombre y no creo que tengas...

―Era una broma, ella es Laura ―señaló a una hermosa morena, estaba de pie frente a la registradora atendiendo a un grupo de chicos, que al parecer, trataban de darle más que una simple orden―. ¿Usas lentillas? ―comentó el chico, la vista de Amelia volvió sobre él.

―¿Que?

―Tus ojos, son raros...

―Oh se llama heterocromía ― Amelia devolvió la vista a la chica. Los chicos no dejaban de coquetear con ella―. ¿No es fastidioso?

―¿Que cosa?

―Que se la pasa coqueteando, no le pagan por eso.

―Lo hace cuando la jefa no está...

―¿Quien es la jefa? 

―Una mujer ya mayor, su nombre es Susana, el local es de ella, pero algunos dicen que ya se va a retirar. Está buscando a alguien que se quede en su lugar... A todo esto ¿tu que haces de este lado? ―el chico se cruzó de brazos.

―Creo que seré tu nueva jefa...

―¡Braulio, querido! ―gritó Susana del otro lado de la barra―. Ella es Almendra, ella me suplirá así que has el trabajo que le corresponde a la inutil  de Laura. Buena suerte y espero que logres meter en cintura estos chavales ―Braulio miró a Amelia sorprendido.

―¿Que tanta experiencia tienes? ―levantó una ceja

―Casi seis años ―contestó sin pena alguna―. ¿Por que?

―Muchos querían el puesto de Susana, pero desde el primer día de trabajo de cada quien nos dejó en claro que no sería fácil. Ven te mostraré el lugar, Almendra.

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