Capítulo LXV: Siempre.

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Las lagrimas salian de sus ojos, miles de sentimientos lo invadían. Dejó la hoja sobre la mesa de centro y rebuscó en el robre, una pequeña tarjeta color negro con dorado cayó al suelo, la tomó para mirarla. Era la tarjeta de un hotel, miró la dirección; tomó las llaves y salió de su casa a toda prisa. El hotel quedaba a casi dos horas de su casa, así que fue lo más rápido posible, cuando llegó al hotel caminó directo a la recepción, donde le informaron que ella había abandonado el hotel hacía ya treinta minutos, la desilusión lo invadió, el recepcionista le entregó una tarjeta.

"Aeropuerto Suárez Madrid-Barajas. 4:30 pm"

Javier miró el reloj en su muñeca, 3:45. El corazón se le aceleró y volvió a su auto. El trafico estaba en su contra, había un embotellameniento terrible en una de las avenidas contiguas al aeropuerto, el reloj marcaba las cuatro cuarenta y cinco, apretó las manos en el volante y los autos por fin avanzaron. Corrió por los pasillos del aeropuerto hasta la sala de abordaje, pero esta estaba vacía, miró el reloj, ya eran las cinco de la tarde.

―Disculpe... ―corrió hasta una de las recepcionistas―. ¿Tiene mucho que el vuelo hacía América despego?

―No mucho, apenas diez minutos, ¿perdió el vuelo?

―No... ―contestó triste―. Solo venía a despedir a alguien...

―Oh, lo siento mucho señor. 

―No, yo lo siento... 

Dio media vuelta y se sentó en una de las bancas mirando hacia las grandes ventanas. Recargó los codos sobre sus piernas y escondió su rostro en sus manos.

―¿Javier? ―sintió una mano sobre su hombro, alzó la vista con la esperanza de ver una enorme melena, pero no fue así, una mujer de cabellos marrones cortos hasta el cuello lo miraba preocupada―. ¿Qué haces aquí?

―Ah, Vanessa... Yo... ―miró a su alrededor, suspiró―. Nada, de hecho ya me iba a mi casa... ―se puso de pie.

―No te ves muy bien, ¿has estado llorando? ―preguntó al mismo tiempo que acariciaba su rostro―. ¿Es por esa chica? ―Javier apretó los labios―. Mi vuelo se retrasó, ¿quieres ir a tomar algo?

―Por que no ―Vanessa sonrió, tomó sus cosas y caminaron hasta una cafetería.

―Hace mucho que no te veía, he escuchado que te va bien con los chicos de Mägo, me alegro por ti ―las manos de la mujer rodearon el vaso de café.

―Si, no me quejo ―respondió cortante.

―Se que lo nuestro no terminó bien pero...

―Ella se fue y todo por mi culpa, siento que la alejé de mi y le di la espalda cuando más me necesitaba. Soy un idiota.

―No lo eres, Javier, a veces las cosas no salen como las queremos, verás que llegará alguien mucho mejor... 

―Si claro... ―el rostro de Amelia se le vino a la mente y sonrió―. La verdad es que alguien llegó a mi vida, Amelia.

―¿La chica de la cafetería? ―él asintió―. Tus ojos brillan con solo decir su nombre, ¿Qué pasó entre ustedes? Hace algunos años atrás te vi muy sonriente con ella.

―Bueno, ella no era la persona que yo creía, pero en parte fue mi culpa por no aceptarla tal y como era. La aleje de mi y ahora ya no sé si volveré a verla.

―Es mejor que vayas a tu casa, se esta haciendo tarde y mi vuelo esta por salir ―Vanessa se colocó la chamarra de mezclilla, tomó su bolso―, fue un gusto haberte visto de nuevo.

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