Capítulo V: La luna en ti.

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Eran las tres treinta de la mañana, Amelia no podía dormir, se sentía cansada y fastidiada por la horrible semana que había tenido, aún pensaba en lo que había escuchado semanas atrás. Las visitas de Javier a la cafetería se habían reducido y cada vez que se topaban fuera de casa ella lo evitaba. 

―Te extraño hija ―la voz de su madre la sacó de sus pensamientos, miró la pantalla de su computadora. Su rostro había cambiado, había más arrugas alrededor de los ojos y alrededor de sus labios―. ¿Vendrás para Navidad?

―No lo sé, no quiero ver a mi padre... ―contestó mientras jugaba con un rulo de su cabello.

―Amelia, por favor ―suplicó su madre.

―Lo pensaré, te prometo que lo pensaré ―miró su celular, simuló que había algo importante pendiente―. Tengo que irme, mañana te vuelvo a marcar.

―Sabes que no se me da bien lo del vídeo chat...

―¡Ma-ma! 

―Esta bien, te quiero hija cuidate ―la llamada terminó, dejó la laptop sobre el suelo. Se echó para atrás y miró el techo "¿Y ahora qué demonios hago?". Tomó el portátil y lo dejó sobre su escritorio, camino a la cama y se metió entre las cobijas, apagó la luz y cerró los ojos. "Mierda". Dio algunas vueltas sobre la cama pero ni así pudo conciliar el sueño.

―¡Dios! ―se sentó malhumorada, se levantó de la cama se puso unos pantalones, tomó una sudadera y unas botas, salió de su habitación y bajó las escaleras, tomó las llaves de su casa y salió de esta. La noche no era tan fría como ella pensaba, comenzó a caminar por la calle sin rumbo alguno―. ¿Porque no dejo de pensar en eso? ―se dijo a sí misma―. ¿Porque? ―miró al cielo, entre algunas nubes pudo distinguir algunas estrellas―. Para empezar ―metió las manos la bolsa de la sudadera― no siento nada por él ―miró las luces apagadas de todas las casa, giró a la derecha en la esquina y siguió―. Segunda; su novia está esperando un hijo ―la imagen de la mujer se le vino a la mente, Amelia se detuvo y comenzó a negar― y tal vez se casen ―volvió a caminar, pero esta vez con pasos más grandes―. ¿Porque? ―un nudo en la garganta se comenzaba a formar, sus pulmones iban a reventar, sacó las manos de la sudadera y subió una manga y miró su brazo.

Ya en su casa, tomó una cobija y se salió a la terraza. Se cubrió con la cobija y se sentó en la silla esperando el amanecer. Desde que había llegado a su casa no hacía otra cosa mas que llorar, dejar salí todo lo que había contenido en estos días.

―¿No puedes dormir? ―murmuró un hombre, Amelia secó rápidamente las lágrimas y miró a su lado izquierdo―. No eres la única... ―Amelia lo ignoró volvió la vista hacia el frente y recargó su barbilla en las rodillas. Los dos se quedaron en silencio. Escuchó como Javier se ponía de pie y entraba a su habitación.

―La puerta está abierta ―Amelia terminó con aquel silencio, no sabía si la había escuchado o no ya que lo había dicho más para sí misma que para él. Javier siguió con su camino y las luces se apagaron. "¿Y así de la nada querías que viniera?", Amelia escondió su rostro entre sus brazos. Las lágrimas no se hicieron esperar. Minutos después sintió como un brazo pasaba por su cintura, sintió el roce de otro cuerpo a su costado, levantó su rostro y miró a Javier a su lado―. Me cuesta confiar en las personas ―pasó el pulgar por sus mejillas quitando las lágrimas―, lamento ser tan grosera a veces.

―¿A veces? ―comentó mientras reía.

―Bueno, la mayor parte del tiempo.

―Eso habla bien de ti, no dejas que nadie se meta tanto en tu vida y demuestras que casi nada te importa ―Javier la miró y sonrió―. Me gustaría presentarme formalmente, ya que la primera vez que nos vimos te bañé en un batido ―Amelia sonrió―. Mi nombre es Javier, vivo en la casa de allí ―señaló su casa riendo―, cuando quieras puedes ir, no tengo problema con ello.

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