Capítulo tres.

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3.
Simon.

Mi rostro ardió ante en golpe de la chica, ¡Y vaya mano tan pesada! En ninguna de mis peleas me había contenido de regresarle el golpe a mi adversario. Pero ver ese rostro rojo, lleno de rabia, con esos labios finos y carnosos siendo apretados entre sí, me hizo razonar y hasta sentir un poco de excitación. Su mano tembló y se puso al igual que su rostro apenas la alejó. Se hizo la fuerte al ver que lo único que hice fue sobar mi mejilla.

—Estúpido —repitió entre quejidos de dolor por su mano.

—No hacía falta la muestra de afecto —comenzaba a sentir un hormigueo en la zona golpeada.

—¡Eres un cretino! No soy ninguna hija de papi.

Intentó volver a golpearme, pero esta vez la tomé por sus manos y rápidamente la acerque a mi cuerpo, su rostro chocó contra mi pecho y sus manos se juntaron, quedando su cabeza bajo mi barbilla y sus codos en mi torso. Reí al escuchar como la música cambiaba a una tonada suave, apropiada para la posición que habíamos tomado.

Conocer a esta chica fue en parte lo peor del momento. Necesitaba ese dinero, era el ingreso del mes para pagar la universidad, no era como si no lo gana me moriría de hambre o me echarían de la U. Pero era un ingreso más al pago del bar. Peleaba domingos, lunes, miércoles y viernes. Los martes y jueves estudiaba un doctorado en veterinaria. ¿Que si iba perdiendo? Sí, era de admitir, dos contra uno era una masacre total, pero de eso se trataba la apuesta: Josh y Erick contra mí. Siendo ellos menos corpulentos que yo sería un poco fácil, la chica me facilito un golpe hacia Josh, vaya que en ese momento si me ayudo que se pusiera en plan salvadora.

Pero verla después meterse en medio de Josh y yo fue mucho. Me enojo por completo cuando me miro con sorpresa y me dijo que me estaba ayudando. ¿Ayudando? ¿En las afueras de un bar interactivo de lucha libre? Vaya ayuda la que le brindaba a un boxeador con experiencia.

—¿Me sueltas?

—¿Eso es lo que deseas?

—Con todas mis ansias.

La empuje, no tan fuerte, no era tan malo como para dejarla caer. Tuve que volver a sostenerla, su cuerpo se tambaleó sobre sus tacones, y sus largas piernas se enredaron entre sí. Tenerla nuevamente entre mis brazos, con su rostro aún más rojo por la furia y su cabello oscuro ya hecho maraña me causaron gracia.

Ella llega al local como invitada de Nathan por su cumpleaños y termina aquí, conmigo, prácticamente abrazándola para evitar que se caiga. Es muy gracioso para mí.

—Puedo sola —se alejó, esta vez no necesitó de mi ayuda para mantenerse en pie.

—No parece —me miró, tal vez pensando en las mil maneras en deshacerse de mí.

Las luces recorrían el lugar al ritmo de la música, iluminando rostros no tan rojos como los de Alexa, sudados por el baile o por la pareja que traían consigo. Nathan y Julissa aparecieron en medio de miradas retadoras de Alexa hacia mí. Ju se tiró encima mío y comenzó a moverse entre risas y bailes locos.

—¡Wow! Creí que estarían tomando, pero mira ¡Aquí están! ¡Bailando! —Nathan abrazó a la chica furiosa— ¡Bro! Conseguiste a una chica muy guapa.

No se podía distinguir entre lo sonrojaba que se encontraba por el comentario de Nath y por lo furiosa que la había puesto yo.

—La mejor bailadora —dije— ¡Movimientos exquisitos!

Sus ojos se agrandaron de rabia, su mandíbula hizo un intento por tensarse y sus labios, blancos de tanto apretarlos, formaron un mohín, siendo acompañados al intento de aferrarse a Nath aún más.

La melodía del luchador.✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora