Capítulo once.

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11.

Dos semanas, un semestre ya terminado, tres presentaciones en el teatro, diez video llamadas con Ju y una visita a su casa. Salí de viaje solo una vez, visité a mi familia materna, llevaba meses sin verlos y estar con ellos me hacía bien después de pasar casi las dos semanas escuchando la voz de mi madre.

Tome un sorbo de café, retire la taza de inmediato al sentir como quemaba mi lengua, Nathan comenzó a reír cuando vio mi gesto. Pero su burla duró poco al probar de su taza y quemarse de igual manera.

—Somos almas gemelas destinadas a que nos suceda lo mismo —me burle.

Me fulminó con la mirada, calmando un poco su quemadura con el pedazo de pay de limón. 10:00 am y lo único que habíamos logrado hacer era tomar de a pocos nuestro café y pedir postres uno tras otro. No nos vimos el tiempo suficiente como para parlotear sobre nuestras vidas, pero lo único que lograba sacar de Nath era una que otra sonrisa.

Parecía un desconocido, solo gesticulaba monosílabos y el ambiente comenzaba a tornarse incómodo.

—¿Qué tal todo? —solté después de varios minutos en silencio.

—Julissa quiere irse de viaje con mamá —escondió su rostro detrás de la taza— o, mejor dicho: Julissa se fue de viaje con mamá.

Deje caer el cubierto sobre el plato, causando un estruendo al chocar el metal con la porcelana. Mi boca se encontraba entre abierta por la información dada, hasta puedo decir que me sentí traicionada por no haberme dicho nada.

—Sip —dejó la taza a un lado— reaccionaste tal y como me dijo que reaccionarías.

—¡Por qué no me lo dijiste antes! —las demás personas me miraron.

—Yo no tenía ni idea hasta ayer en la noche cuando vi sus maletas en el auto —volvió a esconderse detrás de la taza.

—¿Y ahora? —seguía asombrada y traicionada.

—Ahora necesitamos una chica que toque de miércoles a domingos en el bar —levanto su mirada—, y por cómo puedes ver yo no soy una chica.

Esta vez fui yo la que se escondió detrás de la taza. Lo había pensado bien y también había tomado una decisión, pero mi padre no lo sabía, ni... Simon. Y creo que me preocupaba más la forma en que reaccionaría Simon al verme en el bar que mi padre.

—¿Lo estás pensando? —susurró.

¾Sí.

—¿Sí lo piensas o sí aceptas?

Sí lo pensaba, y aunque ya me hubiera llevado más de una semana pensándolo la idea de Simon rechazándome al llegar no salía de mi mente. Me acechaba cada vez que podía, recordándome que ese no era territorio de una chica como yo. Remarcándome que ese era territorio de sangre.

—Alee —Nathan bajó la taza—. Te ocupamos para hoy, además, nos beneficia que hayas terminado este semestre y estés en vacaciones.

Pero por qué me interesaba tanto lo que pensara Simon al verme ahí, esto era solo mi decisión y al carajo lo que quisieran los demás, si Simon no me quería ver ahí tendría que aguantarse.

—Sí, acepto —mi cuerpo se estremeció.

—¡Joder! Creí que me llevaría todo el día aquí suplicándote que fueras al bar —comenzó a reír nervioso— y pensar que moriría solo en el ring.

Reí junto a él, igual de nerviosa.

Le di un trago grande a mi café. Memorizando los millones de problemas que me traería esta elección.

La melodía del luchador.✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora