Capítulo veinticuatro.

6.2K 456 26
                                    

24.
Simon.

Primer día del campeonato.

Salgo temprano de la habitación. Es muy de mañana cuando dejo a Alexa sola. Paso por mi planta, tomo mi bolso con todo lo necesario. Debo encontrarme con mi entrenador en la lona principal del campeonato.

Corro por la cera de la calle, una gran sonrisa me adorna el rostro, y me siento como un tonto por sonreír de esta manera. El aire golpea mi cuerpo mientras corro hasta el salón principal, y por primera vez desde hace años me siento vivo, con ganas de luchar, con ganas de correr kilómetros enteros sin importar que, dispuesto a entrenar todo lo que se deba. Esta vez no me quejo de la resaca que azota mi cabeza, porque por mi mente solo se pasea la imagen de Alexa dormida entre mis brazos.

Reprimo mis ganas de sonreír. No puedo estar sintiéndome así, no nuevamente, y mucho menos con una chica ajena a mí.

Alexa tan diferente, tan ajena a mi entorno habitual que tenerla tan de cerca te hace sentir como si estuvieras en un viaje. En ella logro entender que el dinero no lo es todo, y que la felicidad la puedes encontrar de diferentes formas. No es necesario resistirme a la sonrisa, ya que lo hago sin darme cuenta.

No siento lo largo del camino. En cuanto llego al salón me cambio para calentar. Mi entrenador me hace saltar la soga unas quince veces, y cuando entro en calor me pone a golpear un saco de boxeo.

—En el centro Simon —me indica.

Sigo sonriendo como tonto, y hoy golpear el saco no me cansa ni me daña como siempre, hoy mi vida se ha vuelto más ligera, como si dormir con Alexa me haya quitado todo el maldito peso que había en mis hombros.

La imagen de Alexa sin camisa me descoloca por completo, haciéndome enviar un golpe a la nada, mi brazo pasa sin tocar el saco, y mi cuerpo se balancea hacia el frente.

Caigo de rodillas en la lona.

—¿Qué sucede aquí?

Mi entrenador me ayuda a levantarme, las vendas en mis manos me han protegido de la caída, pero mis rodillas se han raspado. Comienzo a reír como un idiota por lo que ha sucedido, y mi entrenador sigue confundido por todo.

Alexa me tiene loco, me trae mal desde ayer...

—¿Simon? ¿Has ingerido drogas o algo por el estilo? —su mirada recae sobre mí— Porque si has ingerido alguna droga no podré entrenarte.

No conocía a este hombre, solo lo había visto dos veces; la primera fue cuando Josh viajó al campeonato y la otra cuando volvieron.

—Nunca he ingerido droga alguna —mis ánimos se esfuman y vuelvo a ser el Simon de los entrenamientos anteriores.

—Solo quiero estar seguro, ya sabes cómo son aquí.

— Claro, son los CBC ¾inquiero con ironía.

Lo digo de mala gana y vuelvo con lo del saco. El vendaje en mis manos pudo haberme protegido de la caída, pero ahora, ante la fricción del golpe la tela me daña los nudillos, aun así, no me detengo. Dos horas después me encuentro de camino al hotel, con mi cuerpo sudado y con unas ganas inmensas de tomar una ducha.

Dejo escapar todo mi cansancio mientras me acerco a la puerta del hotel. En mis auriculares la música suena por lo alto, ignoro a las personas que se registran en la recepción y entro al ascensor.

Mis dedos viajan hasta el botón de mi planta, pero un impulso involuntario me obliga a tocar la planta superior. La gran cabina de metal se mueve, y mi corazón comienza a bombear a mil.

Miro mis nudillos mientras mi propia voz resuena en mi cabeza: «Un nuevo comienzo, Simon» «Necesitas un nuevo comienzo. Debes hacer algo para conocerle mejor...»

Desde la mañana no la veo, tal vez y ella ya se ha arrepentido de todo lo que sucedió, aunque no sucedió nada gracias a mi maldito miedo. A mi tan estúpido remordimiento en momentos inadecuados.

Sé que debí dejarme llevar, debí disfrutar del momento, por más mal que acabara todo.

Mi pecho arde, y no entiendo el por qué. La cabina se detiene, las puertas se abren y salgo al pasillo. Recorro el camino hasta su habitación, cuando me encuentro frente a su puerta dudo en tocar.

Alexa merece lo mejor de mí.

No a un hombre que lo único que hace es detenerla, mucho menos merece a alguien que se siente totalmente vacío. Se merece a un Simon nuevo, uno que realmente valga la pena. Y si comenzaremos desde cero no quiero que ella conozca al Simon que ha golpeado a más de veinte hombres.

Quiero valer la pena para ella.

Toco tres veces. Su cabello castaño aparece al abrirse las puertas, la miro detenidamente mientras saca su cuerpo poco a poco; primero su rostro, cubierto por finos cabellos que caen hasta sus hombros. Luego su dorso, y me hace sonreír verla con la misma camisa de ayer. Y por último sus piernas, descubiertas hasta sus muslos.

—¿Simon? ¿No es muy temprano? —bosteza dos veces mientras se arregla el cabello.

—Es medio día.

Su rostro cambia por completo, y me hace gracia por cómo reacciona por la noticia. Lo cierto es que no son pasadas de las nueve, pero le juego está broma por el simple hecho de que su ensayo es después del almuerzo.

—¡Por Dios, Simon! Si falta poco para ensayar —su rostro pasa de adormilado a despierto y desesperado— debo cambiarme, nos vemos abajo.

La tomo por la cintura antes de que cierre la puerta, la yema de mis dedos pica, como si su tacto transmitiera algún tipo de electricidad. Alexa me mira el rostro, luego por donde la tengo agarrada. La acerco a mi cuerpo y la abrazo, ella al igual que yo acepta temerosa.

—Son las nueve —susurro en su oreja.

Se aleja de inmediato y me golpea el hombro.

—¡Simon! Sabes lo preocupada que me puso el llegar tarde a mi primer ensayo. ¡Me debes una!

Su rostro es rojo y me recuerda a la chica con la que discutí semanas atrás en una discoteca, y rio mientras su rostro rojo me trae recuerdos. Una de sus manos vuelve a golpearme, y antes de alejarse la tomo por la muñeca y la empujo hacia mí, haciendo que su pecho golpee el mío, y que su rostro quede a centímetro de mí. Es ahí donde entonces la beso, sin pensar si quiera que no debo hacerlo, o que es muy rápido para todo lo que acordamos.

Esta vez la beso porque en serio me nace, y porque verla sin maquillaje, desarreglada, con la misma ropa de ayer y con todo el sueño del mundo encima me hace ver que es hermosa sin necesidad de todo eso, porque sin todo eso puedo ver que tiene pecas cuando se sonroja.

Ella corresponde al beso, sus brazos suben a mis hombros, donde hace eso que tanto adoro; con sus manos se aferra a mi camisa, acercándome más a sus labios. Me llena de placer poder tenerla, saber que no está conmigo por una segunda opción.

—Te recompensaré con una cita —digo mientras toma aire— hoy, después de los CBC.

Su mirada pasa atónita por todo mi rostro, y una sonrisa agradable de su parte me hace feliz.

—¿Una cita? ¿Exclusiva? ¿O solo para remendar esta broma? —se acerca.

Cierro los ojos y sonrío con fuerza. «Que no me despierten si esto es un sueño» La abrazo por la cintura y siento su corazón bombear junto al mío.

—Creí que con el beso era suficiente —digo y sus labios recorren mi mandíbula—. ¿Qué tal una cita exclusiva? Me gustaría conocerte más.

—¿Cómo amigos? —su voz tiembla.

—No, Alexa... —la pego contra mí y hundo mi rostro en su cabello, temo en decirlo, pero tomo fuerzas de donde las haya y lo digo sin que mi voz sea un susurro—... Como algo más, algo más que amigos.

Mi pulso tiembla, ahora es ella quien me abraza, y puedo jura que sonríe contra mi pecho, y eso me hace sonreír a mí aún más.

La melodía del luchador.✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora