Relato de Simon.

5.1K 404 45
                                    

Te contaré todo. No me permitiré engañarte ni un minuto más.

Odio a mi hermano.

Quieres saber por qué lo odio: lo odio porque robó toda mi felicidad.

Aaron boxeaba para un hombre al cual se había vendido, debía pelear las veces que el hombre le dijera, y si tenía que matar para ganar él lo hacía.

Yo me di cuenta de todo eso el día en qué elegía mis anillos de boda, yo... Yo no podía estar más feliz, me casaría, me uniría para toda la vida con la mujer que amaba. Pero esa tarde, cuando salí a dar una vuelta para apostar, caí en el lugar correcto a la hora precisa.

Aaron pelearía contra dos hombres, en un local clandestino, yo no tenía ni idea que cuando Aaron desaparecía por días era por eso. Entre a ese lugar con el miedo hasta por la cabeza, hombres fumando hierba, inhalando cocaína, inyectándose heroína y consumiendo quién sabe que más apostaban por ver morir.

Sí, por ver morir.

En la lona estaba Aaron y dos chicos más, joder, moriría a manos de esos dos, moriría, claro que lo haría. Me encontré en un estado de shock, ver a mi hermano en la lona, con el rostro lleno de marcas... Llevaba yo dos meses sin verle, y en casa mamá y papá rezaban para que apareciera.

Yo había entrenado varias veces con él, así que cuando salí del estado de shock en el que me encontraba busque al dueño del local, al hombre que había comprado los servicios de mi hermano con drogas.

Le imploré al hombre que dejara a mi hermano, pero no lo quiso, al parecer Aaron era su mejor boxeador y sus luchas le dejaban buen dinero. Me ofrecí a cambio, le dije que yo boxeaba, que boxeaba mejor que Aaron. El hombre no me creyó, eso yo lo sabía, así que le dije que me probara, que bajara a Aaron de la lona y que me dejara pelear.

Al hombre le encantó mi insistencia, así que me bajó a mi hermano de la lona y me dejó pelear.

Y gane, gane porque maté a los dos hombres con los cuales pelee, su sangre llenaba mis manos, mi rostro y todo mi cuerpo, y la adrenalina me dio un dolor tan placentero, me hizo sentir una sensación tan inexplicable.

Sabía que lo que sentí al quitarle la vida a aquellos hombres era un sentimiento asqueroso. Pero a mí me generaba el placer de olvidar todo, me hacía hundirme en el deseo de golpear, de concentrar toda mi mente en una sola cosa: El dolor físico.

Así fue que el hombre me cambió por Aaron.

Esa noche me di cuenta que Aaron era un drogadicto, tuve que llevarlo a rehabilitación, y desde ese día tenía que ir cuando aquel hombre quisiera.

Yo ya no era libre, había cambiado mi bienestar por el de mi hermano.

Meses después me había acostumbrado a salir golpeado de todos los lugares a los que iba, el hombre insistía en llevarme a todas partes para apostar y exhibirme como una res. Mi vida se volvió en un ir y venir de callejones donde hacían apuestas clandestinas entre sí.

Ninguno menor de edad. Yo era un chico de diecinueve. Papá trabajaba de lunes a domingo, así que él nunca se dio cuenta por lo que yo pasaba.

Y yo no sabía lo que Aaron tramaba.

Me acostumbre a golpear y ser golpeado. Un año completo duró esa tortura, el hombre al parecer había conseguido a otro mejor y me había dejado ir, fue un alivio para mí.

Luego fui reclutado en un local dónde se daba la lucha libre como un espectáculo. Yo no sabía otra cosa que hacer, me pagaban bien, y necesitaría dinero para mi boda. Ahí conocí a Nathan, él era uno de los muchos chicos que amaban ver pelear. Nathan llevó a su padre, el cual me ofreció un trabajo estable en su bar, dejé el local y comencé a trabajar para Thomas.

Sentí mi vida más tranquila.

Retome mis estudios e hicimos planes para la boda.

Lo que yo no sabía era que Aaron se había unido a una pandilla. Me di cuenta muy tarde, ya le habían llenado la cabeza con mierdas.

Hubo veces en las que lo perseguí, y en uno de esos días me tropecé con un encuentro con pandillas. Lo defendí, como haría cualquier hermano, yo no era un boxeador profesional en ese entonces, pero sabía muy bien cómo defenderme contra una multitud.

Ellos a cambio de dejar a Aaron tranquilo pedían dinero, cosa que no teníamos. Fue entonces cuando el mundo se me vino encima; con un hermano deseoso de salir de ese hueco que algunos vándalos llamaban familia hizo lo posible para darles lo que fuera.

Salió ileso. No sabes la felicidad que sentí al ver que todo se había terminado.

¿Está cicatriz? Joder, es la cicatriz más dolorosa que tengo en todo mi cuerpo. Me la hizo Aaron.

Él me cortó con una navaja, la intención de él esa vez era matarme, porque supuestamente yo le había destrozado la vida.

Yo le había destrozado la vida, vaya mierda.

Lo deje pasar, tal vez era los efectos de dejar la droga.

Dos días antes de mi boda salí, las típicas despedidas de soltero, con Nathan y los chicos. Había olvidado mi billetera, así que apenas había llegado al hotel en el que me hospedaría tuve que regresar, no era lejos, pero se suponía que yo me daría ahí hasta el día de mi boda.

Cuando llegue a casa, entre rápidamente a mi habitación. Pero escuche voces en la habitación de Aaron, yo conocía la voz de la chica, así que sin preguntar entre.

Estaban teniendo sexo.

Mi prometida y mi hermano.

A menos de dos días de mi boda.

Aaron no solo destrozó mi vida, si no que me dejó sin una.

Me hizo venderme al diablo por su bienestar, y me agradecía quitándome al amor de mi vida.

La chica con la que él se va a casar hoy en día es... La mujer de la que una vez me enamoré.

Creo que odiarlo es un sentimiento muy blando para todo lo que él me hizo.

Un sentimiento muy débil para todo lo que tuve que pasar por él.

La melodía del luchador.✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora