Capitulo treinta y cuatro.

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34.
Alexa.

—¿Me puedes recordar cuánto tiempo llevamos saliendo?

La pregunta de Simon me obliga a detenerme. Lo miro con un gesto de indignación y él se encoje de hombros. Sé que lo pregunta para hacerme enojar, pero ahora mismo mis nervios están hasta el tope y creo imposible que quepa otro sentimiento más en mí.

—Un mes, Simon, un mes —le respondo con impaciencia.

Asiente repetidas veces. Regreso a mi acción principal; levanto la mano y toco la gran puerta tres veces. El pulso me tiembla y siento que cuando alguien abra me voy a desmayar ahí mismo.

—¿Y crees que es necesario que yo esté aquí?

Doy la espalda a la puerta y lo miro. Ya no hay golpes en su rostro, ni tan siquiera se ve un rasguño nuevo o viejo, los moretones y heridas ahora son tan solo parte de su pasado, y una piel sana es algo a lo que comienza a acostumbrarse. Llevábamos un mes completo viéndonos en la casa de los Rowling, y una que otra vez en su casa, cuando su hermano no estaba o sus padres salían, pero la mayoría de las veces aprovechábamos las presentaciones en el bar y tomábamos algo como la pareja que éramos.

Por otra parte, yo llevaba el mismo tiempo sin ver a mi padre, y sus anuncios en el periódico sobre su empresa me hacía sentir culpable por no buscarlo, aun así, no había hecho el esfuerzo por visitarlo y dejar de una buena vez por todas las cosas claras. Por eso, hoy me encontraba frente a las puertas de mi casa, junto a Simon, quien parecía más nervioso que yo.

—Solo si tú lo crees necesario —regrese a la puerta.

Sentí sus manos en mi cintura, luego su pecho en mi espalda, me estaba abrazando, mientras con su nariz acariciaba mi mejilla. Lo comprendí, hacía esas preguntas para que me despejara un poco del problema principal, para que olvidara, aunque sea un poco que estaba aquí para, en el peor de los casos, discutir con mi padre.

—Todo estará bien —me besa— no lo prometo, pero hay que tener fe ¿no?

Deposita un beso en mi mejilla y luego en mi cuello, me abraza reconfortantemente y luego se aleja. La puerta se abre, mi respiración se acorta cuando el rostro de mi padre aparece. Deseo abrazarlo, tirármele encima y decirle cuanto lo he extrañado, darle un beso en la mejilla y hablarle una y otra vez sobre cuanto lo amo. Pero su rostro refleja indiferencia al verme, y su gesto se tuerce con disgusto cuando Simon coloca una de sus manos en mi hombro, dándome fuerzas.

—Papá... —mi voz es un susurro.

—¿Qué quieres? —mira a Simon y luego a mí— No tengo tiempo.

La vista me arde, pero tomo fuerzas de donde no sabía que tenía y lo enfrento.

—Debemos hablar —le digo.

—Todo lo que se debía hablar se habló hace bastante tiempo, y tú elegiste Alexa, elegiste y ahora debes atenerte a las consecuencias.

Cierra la puerta de un golpe, pero algo la detiene al último instante; la mano de Simon empuja la madera mientras su pie se interpone entre la puerta y el marco. Ahogo un grito cuando Simon se interpone ante mi padre y yo.

—¿Es su hija y no tiene de su tiempo? —ríe sin sentirlo— Qué clase se padre se cree, dele un poco de su tiempo.

Retira la mirada de Simon, debo admitir que en el rostro de mi padre se refleja la sorpresa y el miedo.

—¿Quién es este? —escupe.

Simon me mira, pidiendo permiso entre silencios. Suspiro pesadamente, y con un asentimiento de cabeza le doy el permiso para que se presente tal y como quiere.

La melodía del luchador.✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora