Capítulo veinticinco.

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Dedicado a Fio, mi hermosa amiga.

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25.

Alexa.

Camino hasta el ascensor, mis dedos se deslizan por el frio de las paredes y en mi mente repaso la melodía que tocaré hoy. Entro a la cabina de metal y toco el botón de mi planta.

La voz de Nathan vuelve a insistir en mi mente, y por primera vez en lo que va de la semana me siento culpable de no haberlo llamado. Desde que llegamos he ocupado todo mi tiempo en Simon, y he olvidado por completo a mis amigos.

No es que me disguste haber tomado todo mi tiempo para dedicarlo a Simon. Pero la punzada de culpabilidad me recordaba todo lo que me había advertido Nathan, y entre todas esas advertencias la principal era "no ilusionarme con Simon". Vaya ironía la que se me venía encima.

Marco el número de Nathan y dejo que el celular suene.

—¿Hola?

—¡Nath!

—¡Alexa! Hermosa, que gusto escucharte. Tenía pensado llamarte esta misma noche, pero papá me dijo que tal vez estarías ocupada.

—Lo estaba, después de mi presentación tengo la noche libre. Pero dime, qué tal por allá.

Bajo del ascensor y me encamino hasta mi habitación, sostengo mi celular entre mi hombro y mi oreja mientras rebusco mis llaves en mi bolso. Nathan me habla sobre lo maravilloso que ha peleado Erick y el cómo ha logrado atraer más clientes al bar.

Cuando encuentro las llaves abro mi puerta y me dispongo a entrar, pero una notita cae al suelo y me detengo a mirarla.

Te he dejado un obsequio en tu cama, espero te guste y sea de tu talla. Póntelo para hoy en la noche.

Con cariño,

Simon.

Sonrío como una tonta y releo tres veces la nota.

—Nathan, necesito hacer unas cosas, qué tal si hablamos luego —mi voz tiembla sin razón alguna.

—¡Claro! Fue un gusto escucharte, hasta pronto.

Olvido despedirme de Nathan y sin pensarlo corto la llamada.

Escucho el bombear de mi corazón en mi oído interno mientras leo por quinta vez la nota. Levanto la vista del papel y me aseguro si hay presencia alguna de otra persona en el pasillo, en especial Simon.

Regreso mi vista a la nota, recordando que hoy en la noche tendríamos una cita. Mi pulso se acelera cuando asocio a la nota con la cita, y un hormigueo agradable me recorre la espalda. Esto era tan romántico que se me hacía extraño pensar en Simon escribiendo la notita, pero aun así me agradaba el hecho de que lo hiciera.

Entro a mi habitación, y a como lo había mencionado; una caja ancha y larga, de color blanco con un laso rojo aguardaba mi llegada en la cama.

Me acerco ansiosa a la cama, e igual a una niñita abro el regalo. Un vestido azul platinado se encuentra doblado perfectamente dentro de la caja, y en una esquina unos tacones plateados a juego se encuentran brillantes ante mi vista.

—No. Puede. Ser —ahogo un grito de asombro y despojo la prenda de su lugar.

Corro al baño, me despojo del vestuario deportivo, me doy una ducha caliente lo más rápido posible, y cuando salgo me coloco el vestido.

Llevo la emoción hasta por la cabeza cuando me cepillo el cabello, no entiendo muy bien por qué, pero me empeñaba en peinarme y arreglarme como si fuera a visitar a alguna reina.

Cuando acabo, me miro al espejo, y lo único que encuentro reflejado en él es a una chica de veinte años, con un vestido azul hasta los muslos, cabello recogido en una coleta alta, unos tacones hermosos y sin maquillaje. Me paso las manos por la fina tela del vestido, eliminando todo rastro de sudor que puede haber en ellas.

No me sentía así de nerviosa desde que Simon me invitó a tomar algo, y ahora, días después, Simon volvía a ser el motivo. En mi estómago un sin fin de emociones se mezclaban, tanto por la cita, como por el bello gesto por parte de Simon al regalarme el vestido y los tacones.

Quería saltar y reír, pero los nervios me ataban a la sensación de querer vomitar, pero yo sabía que eran los nervios, y no podía dejarme llevar por ellos.

Había perdido la noción del tiempo, tanto así que me asuste cuando tocaron la puerta tres veces.

—Alexa ¿estás lista?

Su voz sonó lejana a través de la madera. Me arregle el cabello dos veces y me acerque para abrir. Simon vestía con su sudadera y una pantaloneta deportiva, su mirada pasó del pasillo a mí, y puedo jurar que casi se desmaya al verme.

—Por Dios... —el café claro de sus ojos pasó a un café oscuro e intenso— Alexa... Yo, eh... ¡wow! Que hermosa.

Sonreí, sintiendo como mi rostro se sonrojaba.

—Gracias por esto —señalo el vestido y los zapatos— es un bello gesto de tu parte.

—¡Wow! No creí que te quedaría así de hermoso cuando lo compre, que imaginación más carente la mía —me tomó de la cintura y logró acercarme a él de un solo jalonado.

Simon se veía bien a pesar de ir vestido con su ropa de entrenamiento. Él debía boxear, al igual que yo debía tocar.

—Estás completamente hermosa —su mano se deslizó hasta mi cadera— terminarás de ganarte al público.

La mano de Simon vuelve a subir por mi espalda, empujándome a su pecho. Sus labios son una tentación desde donde estoy, y él sonríe abiertamente al saber el deseo que provoca en mí.

—Estás... —lo beso.

Minutos después, Ivention No.13 de JS. Bach resuena por todo el salón, y mis dedos tocan feroces sobre el piano, todo me da vueltas, y en mi mente imágenes fugases de Simon sonriendo me hacen tocar con más ganas. No hay nadie a mi alrededor o al menos así lo hace parecer mi mente. Divago entre recuerdos mientras las notas viajan por todo el escenario, la luz se centra en mí, y no escucho a nadie hablar.

Solo la voz tranquila de Simon diciéndome que me veo hermosa. Y eso me hace feliz, más de lo que puedo llegar a imaginar.

Toco mientras imagino el roce de sus manos en mi espalda. Las notas tienen rostro, y ese rostro se convierte en el hombre que me ha hecho temblar de placer desde que lo vi.

«No puedo estar enamorada de Simon» me recuerdo, pero a mi corazón parece no importarle lo que mi mente piense. No sé si lo mejor será dejarme llevar, pero la tonada está por acabar, y no logro sacarme de la cabeza a Simon.

Dejo de tocar y vuelvo a la realidad.

—¡Un gran aplauso a esta hermosa chica!

El anfitrión anima al público, y la mayoría comienza a aplaudir. Me despido del piano, y la gran placa dorada con una N en el centro me hace querer no estar aquí.

Bajo de la lona, siendo acompañada por dos chicas. Simon se alista para boxear, y pido al cielo que todo le salga bien, que no hayan fracturas ni narices rotas.

Mis manos sudan cuando lo veo subir, pero sonrío sabiendo que soy la única persona a la que ve desde la lona. Él sonríe, tal y cómo me gusta; contrayendo su cicatriz hasta hacerla desaparecer.

El anfitrión da inicio a la pelea, y el salón se llena de gritos y porras.

La melodía del luchador.✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora