Capítulo dieciséis.

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16.
Alexa.

Los vestidos de Julissa no pasaban de un color plateado y negro, todos eran cortos y carecían de tela en la parte alta, la mayoría me quedaban cortos y muy pegados al cuerpo, y por más que Nathan me explicara lo bien que me quedaban me sentía desprotegida y muy, pero muy extrovertida. Por lo cual a final termine usando unos jeans que había guardado aquí la última vez que me quedé a dormir, y tome una de las camisas de rayas que Ju tanto odiaba.

Cuando salí de la habitación de mi amiga me encontré con un Nathan despreocupado, que tatareaba y movía su cuerpo al ritmo de una música que no pude distinguir.

—¿Estás lista?

Mire mi vestuario, no era adecuado para encontrarme con Simon en el bar, pero era lo único que tenía. A demás, no es como si hubiéramos acordado una cita. Solo era tomar algo y pasar la noche hablando sobre cosas sin sentido alguno.

Pero por más que me recordara eso el nudo en mi estómago no se iba. Me sentía ansiosa por encontrarme con él, por poder hablar tranquilos, sin ninguna preocupación y problema. Y ahora que estábamos bien eso sería fácil, porque estábamos bien ¿no?

—Hoy estaré atendiendo la barra con ayuda de Erick —termine de cepillar mi cabello—. Así que si deseas ayudar solo me lo consultas.

—Yo... —me miró mientras abría la puerta principal—... tomare algo con Simon —pareció no escucharme, y lo entendía, mi voz salió como un susurro nervioso, algo inaudible.

—¿Que tú y quién qué? —se acercó y colocó una de sus manos alrededor de su oreja.

—Simon me invitó a tomar algo —sentí que la culpa subía en mí como si me estuviera ahogando en un mar de aguas feroces.

Nathan cubrió si rostro y negó varias veces.

—¿Recuerdas lo que hablamos en tu casa? —me tomó por los hombros— Alexa, Simon es mi amigo y lo sabes, pero él... Él no es para ti, solo no te ilusiones con él.

Sentí ganas de llorar.

—Pero no estamos casándonos, Nathan, solo tomaremos algo —me aleje de su agarre— ¿Y qué tiene él como para yo no estar a su alcance?

No podía yo ser tan mal partido. Yo tenía lo mío, no era tan fea, valía la pena.

—Alexa, solo no te ilusiones con él —volvió a la puerta—. No lo digo porque no estés a su alcance, solo te estoy advirtiendo, tómalo como un consejo. Simon no es malo, vaya que no lo es, pero las personas con corazón herido no miden las consecuencias de sus actos.

Salió de la casa y no me dio más repuestas en todo el camino.

Cuando llegamos el ambiente en el bar comenzaba a ser el mismo de siempre, sus clientes más honrados tomaban asiento en las zonas de gran prestigio, donde las luces neones golpeaban sus rostros dándoles un aire de libertad. Simon aún no había llegado, por lo cual tuve que perseguir a un Nathan muy serio hasta la barra.

Intentaba cruzar miradas con mi amigo, pero él lo único que hacía era servir tragos y atender a los clientes, dejándome pasar por alto e ignorando cada vez que yo le llamaba o le hablaba.

Ya eran pasadas de las ocho, y yo seguía sola, luchando por llamar la atención de mi amigo. La música cada vez resonaba más, y donde una vez estuvo el cuadrilátero ahora había una pista de baile, con varios jóvenes danzando en ella. Estaba dispuesta a irme cuando vi a Simon cruzar la puerta principal del bar.

Su ropa estaba empapada en sudor, como si hubiera corrido en una maratón, y su mirada impaciente recorrió el bar en busca de algo o en este caso buscándome. Su mirada recayó sobre mí, y una sonrisa de tranquilidad se cruzó por su rostro mientras se acercaba entre la multitud a la barra.

La melodía del luchador.✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora