8.
—¡¿Qué sucedió allá fuera?!
Aleje la bolsa de hielo que Julissa intentaba poner en mi mejilla. Mientras tanto, el señor Rowling recorría el lugar un poco exaltado y con sus nudillos rojos por el golpe.
Erick limpiaba su rostro con un pañuelo húmedo, su pálido rostro ahora era rojo, no solo por la sangre que recorría su ceja, si no por el enojo de estar siendo regañado por su jefe.
—Déjate Alexa —susurró Julissa.
—Arde —aleje nuevamente la bolsa de hielo.
Simon salió de los vestidores junto a Josh, un chico alto, moreno y de cabello oscuro. El papá de los chicos esperaba que Simon o yo respondiera su pregunta, pero ni Simon ni yo teníamos respuesta alguna a lo que había sucedido.
—¡Te dije que no volvieras! —Simon se levantó de donde estaba, su tranquilidad pasó a ser rabia— ¡Te dije que te buscarían! ¡Ellos esperaban a que regresarás! ¡No eres una niña Alexa, debes saber cuándo hay y no hay peligro!
Todos, absolutamente todos nos miraron, Simon se había acercado y me tomaba por los hombros.
Mentiría si digo que no me sentí inútil. Porque así me sentí, completamente inútil por haber ignorado las advertencias de Simon. Empuñe mis manos, sintiendo el ardor en la palma y la sangre volviendo a salir, y me dieron ganas de llorar, no porque Simon me haya gritado, si no, porque sabía que yo misma me estaba haciendo el daño, viniendo al bar aun sabiendo que esto sucedería.
Y ahora estaba Russel, con su nariz hinchada y roja, muy roja. ¿Qué le diríamos a mi padre cuando regresáramos? ¿Debería pedirle a Russel que no hablara, que no dijera nada?
Simon se alejó al ver que mi llanto comenzaba a asomarse. En mi garganta se formaba un nudo y mis manos ya ni las sentía, me levanto de la barra y salgo con dirección a los baños. Escucho al señor Rowling decirle a Josh me que ayude, pero lo ignoro y entro, directo a la lava manos.
Me miro, mi rostro está completamente rojo, miro mis manos y todavía hay sangre, más que antes. La puerta se abre y aparece el chico moreno, con un botiquín en sus manos.
—Hola, ¿puedo? —asiento y él entra— Soy Josh, estudio medicina —muestra el botiquín— te desinfectare la herida para que no se llene de bacterias ¿okay?
Se coloca frente a mí, yo de espaldas al lavabo y él reflejándose en el espejo. Toma mi mano y se coloca unos guantes de goma, saca un líquido del botiquín y lo echa en mi mano. Arde con un demonio, la alejo por instinto y él ríe.
—Es solo anestesia —entiendo el porqué de su risa, esto es tan solo el comienzo.
—¿Josh? —repite lo mismo con mi otra mano.
—Soy yo —levanta la mirada y sonríe.
Retengo mis impulsos de preguntarle sobre Simon cuando comienza a limpiar los raspones en mi mano, lo hace con un aplicador, limpia con alcohol, no siento nada, pero ver como se esmera en limpiar la herida me desvía del tema.
Sostengo la mirada en la puerta, la cual se abre, Simon aparece con una botella de agua, entra por completo y le da la botella a Josh. Pero su mirada se centra en mi mano, la retiro al instante, eso asusta a Josh.
—No he terminado —dice con firmeza.
—Debo irme —intento salir.
Simon se atraviesa en la puerta.
—Cuando se te pide que huyas no lo haces, y ahora que debes quedarte te vas —se cruza de brazos— no te entiendo, Alexa.
Suspiro hasta que mis pulmones me piden parar. Él no se aleja de la puerta, se queda ahí, esperando que reaccione a sus palabras, pero he recibido mucho de su parte hoy.
Levanto mi mano a su dirección, Simon apoya su peso en una de sus piernas, mira mi mano y luego se inclina a mí, y en un susurro me reta.
—Hazlo —cierro mis ojos, mi pulso tiembla.
Josh se acerca y le pide a Simon que se aleje, lo hace a regaña dientes, se aleja y yo logro salir, un poco mareada y fuera de lugar. Camino por el pasillo, el señor Rowling me espera fuera de los vestidores, me sonríe y con un gesto me invita a pasar a su oficina, entro y sin esperar invitación alguna, tomo asiento, colocando mi rostro en mis manos.
—Alexa será mejor que no vuelvas —mi mirada arde y temo llorar de enojo—, mientras todo esto se tranquiliza, solo unas semanas.
Asiento, me levanto y salgo de ahí. Los clientes llenan de a pocos el bar, esquivo a más de veinte personas con copas en sus manos, esquivo a Julissa, Nathan y Erick, entre la música finjo no haberlos escuchado.
—Señorita... —me detengo, miro a Russel y su nariz se ha puesto entre roja y morada, la hinchazón desapareció, pero los rastros del golpe no.
—A la casa —me abre la puerta— y nada de preguntas, por favor.
Entro y me acuesto, con un pie sobre el asiento y el otro apoyado en la alfombra del auto. Sostengo el puente de mi nariz, cierro los ojos, aponiéndome al llanto.
Es ahí donde Simon aparece, mi cuerpo se estremece a la simple imagen de su rostro entre las luces de la discoteca el primer día, luego su sonrisa de burla al darme el abrigo. Abro los ojos temiendo querer volver y darle la cachetada.
Era yo la chica más terca sobre la tierra, la más terca y tonta. Alexa será mejor que no vuelvas, será lo mejor, para mí y para todos, especialmente para Simon, sí, para él será lo mejor. Unas semanas, terminaría el semestre, me iría de vacaciones a cualquier lugar, daría conciertos, volvería a mi rutina de siempre, ensayaría con papá todas las tardes, sacaría a Simon de mi cabeza y curaría mis heridas.
Ya en casa bajo del auto y papá aparece de la nada, chocando contra mí por ir viendo el celular, ignora el encontronazo, pero su mirada viaja rápidamente del celular a mi rostro y de mi rostro a Russel. Esquivo su mirada, pero por los nervios lo único que hago es mostrarle el rasguño.
Russel se apresura y habla antes que mi padre formule su pregunta.
—Intentaron asaltarnos —apreta su mano en mi hombro, indicándome que él arreglara este asunto.
—Pero ¿cómo? ¿Dónde? ¿Están bien? —me mira— Alexa... Tu rostro, hay que ir al hospital.
Me toma del brazo, me lleva nuevamente al auto, pero antes de entrar se detiene y me mira, me mira sin decir palabra alguna, solo sostiene su mirada en mí y como si supiera algo se aleja, negando una y otra vez con la cabeza, cubriéndose el rostro con sus manos, intentando no gritar, no enojarse conmigo.
—Has ido —habló enojado— te lo han hecho en ese maldito lugar. ¡No soy tonto Alexa!
Golpea el auto, me vuelve a mirar, luego a Russel.
Creí que mis problemas no pasaban de la falta de una madre en mi vida y el estrés de la universidad. Creí que si yo llegaba golpeada sería por algún tropezón o golpe de puerta. También creí que si me obsesionaría con un hombre sería uno de alguna banda o modelo. Por mi cabeza nunca pasó sentir una presión en el pecho y el corazón bombeándome a mil por hora por un hombre que boxeaba por dinero, ni mucho menos que una pandilla me siguiera el paso y golpeara a mi chofer.
Pero así es la vida, te llena la cabeza de puras ilusiones, luego te toca el hombro y te dice «mira, he aquí tu cruda y cruel realidad» es ahí donde te das cuenta que todo es posible, hasta un raspón en tu mejilla y sangre corriendo por tus manos.
A mí me decía «Mira Alexa, lo que decías riendo a Julissa que solo sucedía en los libros, mírate, mírate al espejo y decime si esto es falso, decime si los raspones en tu piel son mentira» Y yo me miraba al espejo ya en mi habitación, y debía responderle, pero el rostro de Simon aparecía, y mi respuesta se disolvía entre las muchas preguntas que yo le hacía a la vida.
¿Y él? ¿Por qué él para hacerme caer en la realidad? ¿Era yo quien lo haría caer en cuenta? ¿Era yo la que le traía problemas?
Pero las respuestas no llegaban.
Esto estaba mal, muy mal.
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La melodía del luchador.✅
Teen FictionSimon Hoyles vive bajo la traición de su hermano mayor, después de todo el tiempo que ha pasado intentando superar aquello se le es muy difícil olvidarlo. Ha tenido que pasar noches enteras bajo golpes de otros para poder así calmar sus angustías y...