Capítulo treinta y uno.

5.5K 371 61
                                    

31.
Alexa.
Multimedia: Nex to me, Imagine Dragons.

Simon se lanza sobre Ernest. Grito horrorizada por el golpe que se lleva el hombre al caer. Las personas comienzan a reunirse, apoyando con gritos y risas la pelea. Simon no se detiene, y la furia en su mirada me aterra por completo; no es el Simon de esta mañana, ni el Simon que me recibió con una sonrisa en el auto, es un hombre distinto, un hombre al que le quema la piel por golpear, por dañar, herir y fracturar.

Verlo estrellar su puño contra el rostro de Ernest me nubla por completo, me obliga a alejarme con miedo, me hace temerle a Simon. Ernest no se mueve, deja que Simon lo golpee sin piedad, nadie se acerca para separarlos, ya que al parecer que a todos les encanta lo que ven.

Las manos de Simon comienzan a teñirse de sangre, y es ahí cuando reacciono, está matando al hombre, y no piensa parar. Corro entre la multitud, apartando al motón de aficionados que degustan de la pelea, tomo a Simon por la camisa y lo obligo a parar, pero su arrebato de violencia lo hace más pesado y fuerte.

—¡Simon! ¡Detente, por favor! —mi voz le parece lejana, ya que no se detiene.

Es ahí cuando noto que estoy llorando, un vacío en mi pecho me roba el aliento, mis dedos se resbalan de su camisa y caigo sentada en el suelo. Lloro de miedo por verlo así, lloro porque no puedo detenerlo y también lloro porque Simon me ha golpeado con su codo.

Mi nariz sangra por el golpe. Me llevo las manos donde el codo de Simon me ha golpeado y siento la sangre escurrirse entre mis manos.

¿Qué le sucede? ¿Por qué no se detiene?

—¡Simon alto! —mi voz tiembla, intervengo nuevamente en la pelea, y me siento aliviada cuando Simon se detiene y me mira.

Mi pecho duele por cómo se encuentra. Caigo en cuenta de que él también llora, pero la adrenalina junto a la cólera me domina y dejo de preocuparme por él. Me levanto del suelo y corro escaleras abajo hacia el área de Emergencias.

Escucho su voz llamándome, pero no me detengo, mi nariz duele y no para de sangrar. Mis tenis se enredan con las agujetas y caigo de rodillas en las escaleras, vuelvo a golpearme y termino llorando en una esquina de la barandilla.

—¡Alexa, Por Dios!

Simon llega hasta mí. Se tira a mi lado e intenta abrazarme, pero lo alejo.

—Alexa... —vuelve a acercarse y una de sus manos toca mi mejilla.

—No, Simon —me cuesta mirarlo, las imágenes de su brutal pelea aún acechan mi mente.

«Olvídalo, no lo recuerdes, solo olvídalo y sigue...» pero es imposible.

—Yo solo... Él se quería aprovecharse de ti —me acurruco en la pared mientras Simon insiste en abrazarme— yo no iba a dejar que te tocara.

—No había necesidad de que lo golpearas —mi pulso tiembla y creo que me voy a desmayar.

—¡No iba a dejar que te tocara!

—¡Sé cómo defenderme Simon!

Miro mis muñecas, marcas rojas comienza a parecer ahí donde Ernest me tenía sujetada.

—Pues no lo parecía.

Se levanta de golpe. Logro mirar como su camisa está manchada de sangre, y como en sus nudillos se muestran las heridas. «Debes acostumbrarte a esto» me digo, debo acostumbrarme a verle los nudillos llenos de sangre, de verlo herido, con moretones en su piel, debo acostumbrarme a esto. Pero por más que lo intente todo se torna difícil.

La melodía del luchador.✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora