Capítulo treinta y nueve.

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39.
Alexa.

Para cuando despierto son las 7:00 am. Simon no está a mi lado y su lámpara de noche se encuentra aún encendida. Me levanto impaciente por saber dónde se encuentra, así que no entro a la ducha por ir a buscarlo, cuando paso por la cocina me sirvo una taza café, la casa no es muy grande como para perder a Simon de vista, pero el grueso de las paredes es el suficiente para no dejar pasar el sonido. Minutos después lo encuentro golpeando su saco de boxeo en la que era la habitación de su hermano, no se tiene cuando me mira, sino, que sigue golpeando el saco con más fuerza. Me detengo a mirarlo mientras él ignora el hecho de que no está usando vendaje y sus nudillos sangran por la fricción de sus golpes contra el cuero. Aun estando yo en la puerta no se detiene, y eso me hace asociar toda su lejanía en la despedida que hizo Ju en el bar, junto a la hora que decidió dormir, llegando a una simple conclusión; está escondiendo su enojo por el viaje o alguna otra cosa lo trae disgustado.

—Prometiste no volver hacerte daño —se detiene al escuchar mi voz, pero solo lo hace por un momento y luego regresa con los golpes.

—El hecho de que haga promesas no me obliga a cumplirlas.

Sus palabras son un golpe muy bajo para mí.

—¿Te molesta algo? El viaje, por ejemplo.

Deja su saco de boxeo, lo corre hasta una esquina de la habitación, luego me mira y niega repetidas veces, aun así, no me convence, sé por como evita mi mirada que algo lo trae disgustado desde anoche. Y no quiero irme y conformarme con una negación de cabeza, quiero que se sincere conmigo antes de partir, que me diga lo que sea que se quiere guardar por un mes entero.

—Dilo, por favor —y más qué un favor, termina siendo una súplica.

—Todo está bien, sólo sufrí un poco de insomnio anoche, y el desvelo me tiene de mal humor —se limpia el sudor que le dejó el practicar y se acerca a mí— Tranquilízate amor, yo estoy... bien con lo de tu viaje.

Me toma por la cintura, abrazándome. Besa me cuello hasta llegar a mi boca, donde sonríe al ver mi sonrojo, y admito que voy a extrañar demasiado, voy a extrañar cada una de sus caricias, de sus gestos, voy a extrañar su sonrisa y su cuerpo, voy a extrañar todo su ser. Simon parece leer mis pensamientos, ya que se aleja de mí, y toma una de las fotografías que aún se encuentra en la habitación, regresa y me muestra una fotografía sin marco; es él, con unos diecinueve años, en su rostro no hay cicatriz, y se le ve la felicidad con la cual se dejó tomar la foto. Pero lo miro, y me digo que ese chico de la fotografía no es mi Simon, porque mi Simon es un hombre que una vez hirieron y ahora se muestra fuerte y valiente, con todas esas heridas de batalla encima, pero aun así feliz.

—¿Contestaras las veces que te llame? — llevo la fotografía a mi pecho.

—Sin importar que aquí sea de noche y allá de día —sonríe

Aún hay algo que no termina de convencerme, y es la forma en la que sonríe sin sentirlo, la forma en la intenta no suspirar cada vez que termina una oración.

—Por favor no olvides que te quiero —lo abrazo sin esperar que él acceda.

Escucho el bombeo de su corazón contra su pecho, es un bombeo lento y relajante.

—Nunca lo olvidaré.

Horas después me encuentro llevando mi equipaje hasta un taxi. Simon me ayuda mientras escucha música a través de sus auriculares, evitando todo tipo de conversación conmigo. Me engaño pensando que lo hace para no tener que hablar más sobre el viaje y el tiempo que estaremos lejos, pero por su cambio repentino de humor tengo muy claro que anoche lo pensó mejor y desea que no me vaya. Tomo su mano cuando acaba de guardar el equipaje en la cajuela, él sonríe un poco nostálgico, así que lo beso, esperando que con eso se disipen todas sus penas y tenga la seguridad que cuando vuelva lo voy a seguir amando.

Entramos al taxi. Y eso me recuerda a la semana que pasamos juntos, a los días en los que besarlo era tan solo un deseo, y querer estar con él llevaba límites. Pero ahora lo miro, con sus auriculares puestos y tarareando una canción que se escucha sobre los parlantes, y él no separa su mano de la mía, entonces entiendo que no se necesitan años para encontrar al ideal, que no se necesita que un anillo de matrimonio para decir te amo. Tan solo unas cuantas sonrisas y acciones que te demuestren que no te equivocaste de persona.

—Llamarás cuando llegues —me mira— quiero saber dónde te hospedarás.

Asiento ante sus palabras.

—Te amo, Simon —apoyo mi rostro en su hombro.

Él no responde, solo se vuelve a colocar los auriculares y deja que el tiempo vuele. Cuando llegamos al aeropuerto es él quien toma la iniciativa y baja el equipaje luego de pagar al taxista. Me hunde verlo detenerse en la banda eléctrica cuando cree que voy a verificar mi boleto. Ya que se arrodilla y cubre su rostro con sus manos.

Me arde la vista verlo llorar. Entonces caigo en cuenta que toda su máscara de indiferencia la mantuvo para no hacerme sufrir, para no arrepentirme de haber aceptado el traslado. Intento llegar a él, pero la chica de los boletos me detiene y revisa mi boleto, me indica el número de puerta y el pasillo en el que queda. Ya libre camino hasta donde él y lo abrazo por la espalda.

Su rostro está húmedo, pero se escusa diciendo que los recuerdos de Will lo atormentan. Se da la primera llamada a mi vuelo, me acompaña hasta la sala de espera, tomamos asiento, coloco mi mano sobre la suya, acariciando sus nudillos heridos, él me mira mientras no dejo de acariciar su piel herida, con sangre seca.

—Es un mes —le digo.

—Ya volverás.

—Pero es mucho tiempo, siento que algo puede cambiar.

—Volverás siendo la mejor pianista del mundo, y te darás cuenta que nada cambió.

Lo abrazo con fuerzas al escuchar el último llamado. No me quiero ir, no quiero dejarlo de esta manera.

—Es hora —dice.

Nos levantamos, él se detiene en la entrada, me abraza y me besa por la que será la última vez hasta que regrese. Entrego mi boleto, lo miro e intento captar su rostro, sus labios, su mirada, su cuerpo, intento llevarme una imagen clara de él.

—Te amo —le digo.

Pero esta vez no me sonríe ni asiente. Solo da media vuelta y se aleja caminando. Subo al avión con la respiración entre cortada y unas ganas inmensas de llorar. El pecho me duele y no creo poder aguantar lo que se viene, no creo poder aguantar este mes lejos de mis amigos, lejos de Simon. Me cuestiono el hecho de que mi sueño termine separándome de Simon mientras tomo asiento. Esta vez no está él a mi lado para darme las fuerzas, para decirme que soy genial, única y capaz de hacer todo lo que me proponga. Tan solo está el recuerdo de un pasado amargo.

Y en silencio y con los ojos cerrados repaso todo lo que tuve que pasar para estar aquí. La mayor parte de mi vida me la pasé viendo como mi padre se aferraba al trabajo para ignorar el dolor que le causaba la muerte de mi madre, así transcurrió mi vida hasta que llegue a la universidad y él comenzó a prestarme atención, a decir que mi talento era magnifico y que yo podría a llegar a ser la mejor si me lo proponía, pero entonces su empeño por olvidar a mamá se situó en mí, yo era con quien ignoraba que una vez tuvo esposa, y que la amó tanto que no dudó nunca de lo que sentía. Fui su amortiguador de dolor hasta que conocí a Nathan y Julissa, ya que mi tiempo comenzó a dividirse entre ellos y papá. Tengo muy claro que eso lo hizo enfadar, porque de la noche a la mañana se encontraba depresivo; por fin mostraba ese dolor que lo estuvo torturando por años. Pero al parecer eso solo le sirvió para convertirse en quien hoy en día era, un hombre ambicioso y clasista.

Entonces conforme pasan las horas de vuelo me pregunto cómo alguien puede entrar a tu vida y cambiarte, cómo alguien sin necesidad de pedir permiso se adentra a tu corazón con tan solo un beso, porque así llegó Simon a mi vida; sin permiso y destruyendo todas mis cadenas a su paso.




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El que sigue es el final :'c

La melodía del luchador.✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora