12.
Simon
Me pasé dos semanas completas analizando la anatomía de algunos animales para mis exámenes de carrera, de vez en cuando me quedaba tiempo para jugar con Will y hablar con mis padres. La semana me la dividí entre la universidad, el bar y los entrenamientos físicos, no podía faltar a ninguno, mucho menos a mis clases y reuniones de estudio.
Así que mis días se resumieron en clases y trabajo, apartando por completo a Alexa de mis pensamientos, por eso, al verla en la barra con ese vestido platinado y su rostro de no quiebro ni un plato me perdí por completo. Haciéndome una película con todos los recuerdos que me traían su presencia, comenzando por su aparición en la apuesta con los chicos, la bofetada en la discoteca, su presencia en el encontronazo con la puta pandilla y los raspones en su rostro y manos.
Tome aire en el suelo, sintiendo el ardor y dolor en mi mandíbula por el golpe que me había dado Ernest, me levante, ignorando las inmensas ganas de mirar hacia donde se encontraba Alexa. Envié un golpe a aquel hombre de músculos grandes, piel blanca, cabello rojizo y unas ganas inmensas por ganar todo el dinero de las apuestas.
Mi puño golpeó su estómago, haciéndolo retroceder a penas y unos centímetros. Mi piel se erizó al imaginar una perdida enorme contra él. Esquive golpes, envíe golpes. El bar se había llenado de silencio, con los rostros asombrados de los espectadores y uno que otro quejido de dolor al ver el 50/50 que nos estábamos planteando en esta pelea.
—¡Vamos Simon! —entre la multitud era imposible distinguir de quien era la voz.
Un golpe más y alguno de los dos caería haciendo ganador al otro.
Tome aire ladeando mi rostro, creo que fue lo peor que pude hacer en una pelea así de ruda. Ya que, ver el rostro de Alexa entre la multitud me hizo flaquear.
Me debilitó de una manera tan inexplicable, tan rara, tan sentimental. Me hizo querer salir del ring y abrazarla, me hizo... quererla.
Reaccioné, cayendo en cuenta que ella solo era una conocida, y que tal vez esto que sentía era solo uno de esos malditos juegos al que te sometía la soledad, la falta de amor. Tal vez y yo solo está necesitado de una chica, tal vez, solo tal vez.
Ernest me dio un golpe en el estómago, dejándome tirado en la lona, sin aire, y con el techo dando vueltas. El silencio en el bar se hizo presente, al igual que el peso de mi contrincante sobre mi pecho. Su brazo derecho en mi cuello, apoyando con fuerza su codo en mi laringe, y su cuerpo sobre mí.
Había perdido, y de la manera más inútil posible. Solo faltaba el conteo regresivo de Erick, los gritos de euforia por parte de los ganadores y la voz de Alexa dándome porras...
¿Qué?
—¡Vamos Simon, tú puedes! —era la única que gritaba con fuerzas por todo el local.
No diré que su voz me dio fuerza, porque no fue así. Quise levantarme, pero lo único que ganaría haciendo eso sería una muerte por asfixia. Y volví a caer en la lona, con Ernest sobre mí, esperando lo mismo, esperando que Erick subiera y lo hiciera ganador. Pero yo sabía, que muy en el fondo Erick, Nathan, el señor Rowling y todos los que apostaron por mí daban tiempo para que yo me levantara y derrotara a mi contrincante.
—Todos aquí te aclaman —hacía años que no lo escuchaba hablar.
Asentí. Si hablaba lo único que me ganaría sería dolor intenso en mi garganta.
—Y esa chica... Ella te adora —dijo.
No, no lo hacía.
—¡Y uno! —la mano de Erick rebotó en la lona, había tardado bastante— ¡Y dos! —el público gritaba— ¡Y tres! —Ernest se levantó, desde la lona vi como levantaba las dos manos como victoria— ¡Puede que no sea boxeo oficial! ¡Pero admítanlo, les gusta que el triunfo sea directo!
Lo siguiente fue Ernest ayudando a levantarme. Baje del ring, camine directo al vestidor, el ambiente del bar pasó de tenso y silencioso a divertido y loco. La música hacía eco por todas partes, y el alcohol comenzó a venderse como pan caliente.
Ya en mi camerino tome asiento en una butaca, inhalando y exhalando como me enseñaban en los entrenamientos, cerré mis ojos y dejé que lo fresco y calmo del vestidor me relajara. Pero la insistente imagen de Alexa en la barra me desconcertó por completo.
—Cálmate —mi voz hizo eco.
—Estuviste genial.
Abrí los ojos. Su cuerpo se apoyaba en el marco de la puerta, con sus piernas cruzadas, sus brazos a la altura de sus pechos, como si tuviese frío, su rostro intacto, sano y sonriente.
—Gracias.
—En serio, estuviste genial.
—Qué haces...
Entró por completo.
—Me ofrecieron el puesto de pianista.
Algo obvio. Debí suponer que desde la partida de Julissa pensarían en Alexa como reemplazo.
—Que bien —bajo su mirada, debí escucharme desinteresado—. Digo, felicidades, eres perfecta para el puesto, tu música es hermosa.
—Gracias.
Dio un soplido y salió del vestidor. Me detuve en el marco de la puerta, dudando entre llamarla o quedarme viendo como desaparecía entre el gentío. Y aunque no me sentí a gusto con mi decisión, la deje ir.
Veinte minutos después me encontraba sentado en la barra, con Josh a un lado pidiendo tequila al barman. Nathan daba instrucciones a Alexa en la esquina opuesta de la barra, mientras Erick atendía a Ernest.
—Perdí dinero, Bro —un codazo en mi estómago y segundos después Josh dándome una copa de tequila.
—Lo siento —de un solo trago me lo acabe.
Sentí mi garganta arder, no estaba acostumbrado al tequila, yo no pasaba de cervezas.
—Les dejare a Alexa —Nath miró entre la multitud con desespero— ¡Joder, necesito a papá y ni luces de él!
Mire a Alexa, ella sonrió inocente a Josh.
—¡Bienvenida!
Di la espalda y dejé la copa de tequila en la barra. Inhalé hasta no sentir mis pulmones y volví a darle el rostro.
—¿Cerveza? —Josh se asombró.
Alexa me sonrió.
—Eso me quitaría los nervios —esta vez yo fui quien sonrió.
Tomo asiento entre Josh y yo. Mis manos temblaron al tomar las cervezas, al parecer ella lo noto, ya que me sonrió.
Me sentía distinto a los otros días en los que ella aparecía en el bar, ya no sentía la necesidad de alejarla, ahora que ella estaba aquí, a mi lado, sonriendo, sin ningún rasguño o golpe en el rostro, ahora me sentía bien. Bien de una manera inexplicable, bien de cómo no me sentía hace años.
—¿Crees que les guste? —susurró, tanto para sí misma como para mí.
—No soy el mejor en estas cosas de alentar a las personas —sonrió ante mi comentario— pero dudo que no puedan apreciar tu buena música.
Tomo su botella de cerveza, su mano se enrollo en ella. Estaba nerviosa, supongo que más que la primera vez.
—Te irá bien —Mi mano tocó su muñeca.
La retiré al instante.
¿Qué me sucedía?
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La melodía del luchador.✅
Teen FictionSimon Hoyles vive bajo la traición de su hermano mayor, después de todo el tiempo que ha pasado intentando superar aquello se le es muy difícil olvidarlo. Ha tenido que pasar noches enteras bajo golpes de otros para poder así calmar sus angustías y...