9.
Simon.Me levanto intentando mantenerme en pie, miro a mi adversario, trae la adrenalina hasta por la cabeza y no se dejará vencer con facilidad. Sostengo todo peso en mis pies, pero no resisto y el hombre vuelve hacia mí, corriendo, me golpea con su brazo justamente en el cuello, caigo de nuevo, me quedo mirando el techo y las luces se vuelven borrosas, se distorsionan, pero luego vuelven, normales, de mejor manera.
Cierro los ojos y me detengo a retomar el aire perdido, los segundos parecen eternos, y las imágenes de Alexa tirada en el suelo, con la mejilla raspada y sus manos sangrando llegan a mí. Me levanto enojado, enojado conmigo mismo, por haberle gritado hace unas horas y haber ido al baño y retarla. Enojado por casi hacerla llorar y, sobre todo, enojado por querer que se quedara después de haberla herido.
Recibo un golpe, me detengo, retomo fuerzas y me lanzo sobre mi adversario, los gritos de victoria y silbidos de aliento aparecen en el instante en que el hombre cae sobre mi cuerpo y soy yo el que domina.
Lo hago por dinero y no por placer, me digo una y otra vez cuando la voz de mi hermano aparece en mi subconsciente y me dice que todo esto está mal. Me detengo, esperando a que Erick suba y me declare ganador, saludo al hombre, el me corresponde con un asentimiento de cabeza y un tranquilo de su parte.
Bajo adolorido, en el camino a los vestidores las personas palmean mi espalda y me saludan eufóricos, bueno, más alcoholizados que eufóricos. Entro a los vestidores y me centro con Julissa, ella sonríe y con un golpecito de manos me pide que tome a siento a su lado.
—¿Ganaste? —interroga.
Levanto una ceja, ella ríe al saber que se delata solita.
—¿No me viste pelear? —contraataco fingiendo tristeza.
—Necesitaba estar aquí antes de que huyeras —su tono de voz pasa a ser serio.
Me levanto y limpio mi rostro con agua del grifo, siento como mis heridas arden, tomo una toalla y me seco.
—¿Qué necesitas de mí? —esta vez soy yo el que la interroga.
—Que hables con la verdad.
Me miro en el espejo y no soy el mismo chico de dieciocho años, el chico que no tenía ningún rasguño es su rostro, ni en su cuerpo, ni en su alma... El chico que hacía lo posible para llegar temprano del instituto para poder encontrarse con su hermano en la casa.
Yo ya no era el Simon Hoyles que todos deseaban como hijo, ahora era el Simon Hoyles que deseaban fuera de sus casas.
Me he convertido en lo que no esperaban de mí, solo por haberme sometido a transformaciones para llegar a ser quien ellos querían. Y he fallado.
—¿Qué quieres saber? —apoye mi espalda en el lavabo.
—Todo —gimotea.
—Cuando no tengas corazón y sientas que tu única escapatoria es ver sufrir a los demás —me coloco una camisa y luego mi abrigo, tomo mi mochila y me la llevo al hombro—; cuando cumplas con esos requisitos te diré hasta el porqué de esta cicatriz.
Salgo por el pasillo, el repiqueteo de sus tacones me indica que viene detrás de mí, luego siento su mano intentando rodear mi brazo. Paro y la veo.
—¿Por qué? —indaga nuevamente en el asunto, es tan insistente igual que Alexa— ¿Por qué debo ser así para saber de tu pasado?
—Porque se necesita no tener corazón para revivir las heridas de un ser humano —argumento y sigo mi camino.
Ya en casa, Will sale a mi encuentro, con su larga cola rubia, moviéndose de un lado a otro y ladrando felizmente al verme, me agacho y tomo su rostro entre mis manos, restregando y jalando cariñosamente todo su pelaje.
Siento paz con Will, siento tranquilidad al verlo, y tal vez todo esto lo sienta porque amo a los animales, porque estudio para ser veterinario, pero con Will es diferente, es como tener la parte noble y limpia de tu corazón, tenerla entre tus manos mientras hace lo posible por mantenerte tranquilo.
—Nunca te vayas amigo —me siento egoísta al decirlo—, aunque todo falle nunca lo hagas, yo prometo no hacerlo.
Entramos a casa, Will jugando a morder mi bolso y yo intentando que eso no suceda. Mamá y papá no están, lo sé desde que entro ya que la luz de la cocina está apagada, y un olor intenso de vino llega a mí, revolviéndome el estómago, no por el olor, si no, por quienes lo toman.
Mi hermano rodea a su prometida con su brazo y la lleva hasta su rostro mientras la besa desde el cuello hasta la boca, y Will ladra, asustándolos y asustándome a mí también. Salgo del trance en el que me había metido, es ahí donde caigo en cuenta de que los espiaba, a mi hermano y a su prometida.
— ¿Simon, tan temprano? —ella lo susurra, pero sus palabras retumban en mi cabeza.
— Eh... Hermano —Aaron se levanta, Will ladra, alejándolo al primer intento— ¡Quieto! —le grita.
Alzo a Will y a como puedo lo llevo a la cama. Aaron me persigue y sé, por como restriega sus manos en el pantalón, que me dará un discurso sobre él y su prometida.
Acuesto a mi perro en la cama, empujándolo para que no obstaculice mi camino hacia la puerta. Quiero cerrar, pero la fuerza de Aaron ha mejorado con los años, y yo, después de la pelea de hace rato me siento débil.
—Hablemos —suspira.
Le abro paso y Will se levanta en la cama, lo aparto para que no ladre a mi hermano o se le tire encima. Aaron entra temeroso, me mira, mira Will, mira la foto mía de hace cuatro años, sin la cicatriz, con su prometida, con la que era mi novia. Y me levanto volcando la foto, metiéndola en el cajón.
—No sabíamos que... —su voz de corta y sé que siente culpa y pena, pero más pena que culpa.
Y me hierve la sangre de que alguien que ya me ha fallado varias veces sienta pena por mí.
—No importa —empuño mi mano, incrustando mis uñas en ella— no... Ni tan siquiera deberías darme explicaciones, es tu casa y ella... Ella tu futura esposa y a mí no debería interesarme.
No debe interesarte. Y creo sentirme igual que Alexa, porque repito mis propias palabras, esta vez para mí, y me siento impotente, y las heridas en el rostro y manos de Alexa aparecen en mi cabeza, sacándome de la órbita y la conversación que mantenía con mi hermano.
Vuelvo a lugar, sintiéndome una bestia por tratar tan mal a Alexa. Pero me confunde pensar en ella, me confunde querer, querer arreglar todo con ella, me vuelve loco el querer empezar nuevamente con ella, desde cero.
—Aaron —levanto la mirada y ahí está.
La dueña de la voz que tanto me atormenta por las noches, la chica me desarma con tan solo pronunciar mi nombre, la chica que dejó impregnado su olor en mis almohadas, la... La prometida de mi hermano.
Siento su mirada clavarse en mí, por inercia bajo la mirada, sintiéndome derrotado por el simple hecho de verlos juntos. Escucho un amor salir de sus labios, pero esta vez no me lo dice a mí, sino a mi hermano, a Aaron, al hombre que se la armó para acostarse con mi novia y jurarle amor eterno de la noche a la mañana.
Y siento que la respiración me falla, y el dolor en el pecho aparece, arrasando con la poca fuerza que me mantenía en pie. Pero me doy cuenta que no es solo la respiración la que me falla, también el corazón, me falla al verla, se detiene y me pide que ella vuelva, me pide a gritos que sea mí a quien le diga amor.
Pero lo único que logro sacar de sus labios es un lo siento, seguido de una mirada penosa al cerrar la puerta. Y sí, sufro por amor y traición, pero todos creen que por ser hombre y seguir viviendo con mi hermano su relación no me interesa, que no me hiere. Pero si me preguntaran, les diría que me quema, me hunde, me deshace, me lleva a un vacío infinito en el que me ahogo, me ahogo y olvido quien soy y por qué vivo.
Simon Hoyles, capaz de golpear a un hombre más de diez veces en el rostro sin sentirse mal, pero incapaz de superar a una chica que me dejó en el altar por mi hermano.
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La melodía del luchador.✅
Ficção AdolescenteSimon Hoyles vive bajo la traición de su hermano mayor, después de todo el tiempo que ha pasado intentando superar aquello se le es muy difícil olvidarlo. Ha tenido que pasar noches enteras bajo golpes de otros para poder así calmar sus angustías y...