Capitulo treinta y tres.

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33.
Simon.

La cabeza me duele, y un punzón insistente en mi pecho me evita respirar con firmeza. El rostro me arde, siento como las heridas en mi labio y mejillas me queman la piel, me siento devastado, más devastado y herido que en otras peleas. El cuerpo me pesa, cuando intento moverme el dolor pasa a ser algo imposible de manejar, me quejo varias veces, y al hacerlo siento lo reseco de mi garganta, me quema tragar saliva. Cuando por fin logro abrir los ojos, noto que estoy en una camilla de hospital, mi corazón comienza a bombear pensando lo peor.

Miro a mi alrededor, una chica de cabello oscuro duerme en la esquina de un sofá, la cubre una manta, la veo removerse somnolienta en el lugar. No es Alexa, si no Julissa. Mi vista viaja por toda la habitación, intento levantarme, pero el dolor me azota y me obliga a acostarme nuevamente.

Me desespera el hecho de no ver a Alexa. ¿Dónde está? ¿Se encontrará bien? Intento hablar, pero al parecer el mayor de los golpes fue en mi mandíbula, y no puedo gesticular palabra alguna.

—¿Simon? —la voz arrastrada de Julissa me tranquiliza un poco.

La miro, se levanta de inmediato, corre a mi lado y con una sonrisa gigantesca acaricia mi cabello.

«Alexa...» lo vuelvo a intentar, pero hablar en estos momentos no es más que un sueño.

—Tranquilo —se sienta en la esquina de la camilla y me mira— estás fatal, como la vez en que Josh cayó del ring... ¿Lo recuerdas? Se veía horrible con todo y golpes, así te ves tú.

Ríe, sabe muy bien que no me ayudan en nada sus palabras. Levanto mi mano y tomo su brazo, la empujo hacia mí, ocasionando que su pecho chocara con el mío.

—¿Un abrazo? —susurra.

Asiento ligeramente.

—Debes estar loco por saber qué hacemos aquí —se aleja—. Tu entrenador llamó a papá y le contó todo, le habló sobre la pelea con tu hermano, y el encontronazo con Ernest.

La culpa mi invade, evito a toda costa mirarla al rostro, así que fijo mi vista en las paredes blancas del lugar. Todo huele a desinfectante, eso me hace querer vomitar.

—También mencionó algo sobre una novia tuya...

Me atraganto con mi propia saliva, Julissa me ayuda a tomar asiento y me da unas cuantas palmaditas en la espalda, el color se me sube a las mejillas, y no entiendo por qué el tema del noviazgo me incómoda, si se supone que fui yo quien le pidió a Alexa que fuera mi novia.

—¿Algo que quieras decir? —levanta una ceja con picardía— ¿Tiene algo que ver con mi mejor...?

La puerta se abre, Julissa y yo miramos la entrada. El alma me vuelve al cuerpo cuando la miro, tiene la nariz roja, y unas ojeras que me llenan de tristeza. No ha dormido, y en su rostro se refleja lo mal que pasó la noche. Deja a un lado los cuatro tarros de café, y camina temerosa hacia mí. Se me corta la respiración, y el deseo por besarla y abrazarla es limitado por la presencia de Ju.

Alexa se detiene frente la camilla cuando nota a su amiga, se lleva las manos al rostro y lo pasa por su cabello; intenta no llorar. Lo noto y se me despedaza el corazón. Intento hablarle, decirle que estoy bien, y que la promesa de salir vivió ha sido cumplida. Intento decirle que ahora todo sí estará bien, que no habrá más heridas a partir de ahora, pero lo único que sale de mis labios es un quejido sin sentido.

—¿Hace cuánto que despertó? —pregunta.

Quiero que me mire, pero su mirada se aparta cada vez que se cruza conmigo.

La melodía del luchador.✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora