Capítulo veintisiete.

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27.
Simon.

Multimedia: Memories, Shawn Mendes.


Segundo día del campeonato.

Despierto, la luz intenta filtrarse entre las cortinas, pero la tela es gruesa y no permite paso alguno. Logro ver la hora, y no son pasadas de las ocho. Mi brazo reposa bajo el cuerpo desnudo de Alexa, su cabello roza mi pecho y su cuerpo se amolda perfectamente a mis espacios. Es ella quién duerme plácidamente a un lado de mi cama, con su cabello suelo, revoltoso y desarreglado, su vestido se encuentra doblado sobre el mueble del televisor.

Tomo aire, y es su aroma el que aspiro: vainilla. Acaricio sus brazos, bajo hasta su sostén, sigo trazando cada una de sus curvas y lunares, deteniéndome de vez en cuando.

Alexa ha aceptado intentarlo, y eso me tiene feliz, me tiene como un niño al cual le prometieron regresar al parque. A mi Alexa me había dado el pase completo a volver a ser feliz, y teniéndola aquí, dormida entre mis sabanas, complementándose con mi cuerpo me volvía inmensamente feliz.

Despertar solo se había vuelta una condena para mí, despertaba todos los días pensado en lo que podría haber estado haciendo si me hubiera casado. Y eso me deprimía hasta el punto de querer volver a desahogarme con los golpes, pero me contenía, guardando toda esa depresión solo para mí, y cada vez que lo hacía sentía que un vacío existencial se abría en mi pecho, consumiéndome por completo, enviándome a lugares en los que solo estaba yo, destrozado por la tristeza, por la traición.

Ahora, con Alexa junto a mí, no despertaba con esa tristeza. Con solo verla dormir me era suficiente, me llenaba de paz y sellaba ese vacío que amenazaba con expandirse en mi pecho.

Solo esperaba que todo fuera así a partir de ahora, que todo saliera bien, y que poco a poco pudiera demostrarle a Alexa quién soy.

—Pásame la cobija —mueve su brazo, buscando medio dormida la cobija.

—Buenos días —sonrío.

—La cobija, Simon. Hace frío.

Cobijo su cuerpo, da media vuelta y se apoya en mi pecho.

—Buenos días, Simon —besa mi cuello.

—¿Qué tal tu noche? —bosteza, y restregándose sus ojos despeja todo el sueño de su rostro.

—Hermosa —sonríe y me mira— y muy especial.

Acaricio su mejilla. Hay pecas en su rostro, se ve tan bella que no da miedo intentarlo, no da miedo entregarme a ella de corazón.

—¿Y la tuya?

—De maravilla.

La beso, me deslizo sobre ella y su cuerpo queda bajo el mío, sus manos suben a mi cuello, acaricia mi rostro, pasa sus manos por mi espalda y vuelve al punto de origen. Por mi parte, recorro su pecho con mis labios y su cuerpo con mis manos. Me detengo y me acuesto a un lado, abrazándola contra mi pecho.

—También me gustas Simon —la miro— pero antes de que digas algo, debes recordar que me debes tres preguntas más.

Rio, no ha olvidado lo de las rosas.

—¿Qué deseas preguntar?

—¿Hace cuánto boxeas?

Miro el techo y hago recuento del tiempo.

—Cinco años.

—Wow, es mucho. ¿Lo hacías solo por dinero?

«No» debía ser sincero, lo sé. Pero había algo en mí que me decía que no era buen momento para decirlo.

La melodía del luchador.✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora