23.
Multimedia: Kiss Me, Ed Sheeran.—¿Por qué te llaman Simon sangre negra?
Mi pregunta lo hace apartar la mirada del mini bar.
—Son sobre nombres que se ganan peleando —su rostro se ha puesto rojo, me causa gracia.
Rebusca entre el pequeño estante con muestras de licor, por más que mueva pequeños frasquitos no logra encontrar lo que sea que esté buscando.
—Ajá... —lo incito a que me cuente.
Se detiene por un momento, sonríe victorioso y vuelve a la cama con dos frasquitos llenos de un líquido rojo.
—Vino —anuncia y me da uno de los frasquitos.
Abre el frasquito y se lo toma de un solo trago, cuando se acaba hasta la última gota su mirada pasa por mi rostro, le tiembla el pulso cuando ve mis labios. Bajo la mirada, quiero evitar contacto alguno en este momento, se supone que comenzaremos desde cero, hablaremos de lo que haga falta, y hasta que estemos sumamente convencidos de saber lo suficiente daremos paso a lo demás.
—La primera vez que llegué al bar —suelto una risa cuando comienza su relato, no me contengo, siento cosquillas en mi pecho, como si mi vida dependiera de reír— Alexa... —ríe conmigo.
La habitación se llena de risas tontas, y no recuerdo haber reído de esta manera antes.
—Prosigue —contengo mi risa y dejo que hable.
Sus ojos son más claros cuando me mira. Siento paz al verlo, ya no hay desesperación ni incomodidad, solo sonrisas torcidas y roces lejanos.
—Es un tipo de tradición boxear contra Rowling cuando eres nuevo —dice— y cuando llegó mi turno de luchar yo estaba un poco tomado, la verdad es que todos lo estábamos, hasta Nathan.
Vuelvo a reír descontroladamente, Simon me toma por los hombros y me lleva hasta su pecho, sumergiendo mi rostro en la fina tela de su camisa, donde acabo riendo como loca.
—¡Alexa! —reniega como un niño pequeño— no te contaré nada si sigues riendo.
—Perdón, perdón —tomo todo el líquido del frasquito.
Debo admitir que es un buen vino.
—Seguiré, pero si le vuelves a interrumpir... —levanta una de sus cejas, intenta poner una mirada dura, pero lo único que logra es reír y acercarme más a su pecho.
Siento el retumbar de su pecho en mi mejilla, él ríe como un niño en medio de un juego, y yo solo sonrío. Me parece tan irónica la vida... El hombre que se supone nunca me caería bien ahora me tiene entre sus brazos.
Debo reír para calmar las cosquillas que siento en la boca de mi estómago.
—Seré rápido —deja de reír.
Me aparto y lo miro de frente.
—Estaba tan alcoholizado que en el primer golpe que envié a Rowling logré romperle la nariz, y había sangre —ríe— y yo nublado por el alcohol grité que Rowling tenía sangre negra.
Caigo en la cama y comienzo a reír entre pataletas y golpes al colchón. Simon se levanta, camina hacia el mini bar y regresa con todas las muestras de licor.
Dejo reír como por quinta vez, me entrega otro frasquito y de ahí tomamos uno tras otro, hasta caer rendidos boca arriba en la cama.
Le cuento a Simon sobre la vez que caí desde la parte alta de una escalera, y que tuve que usar yeso por todo un mes. El ríe y cuenta sobre la vez en que tuvo que besar a una niña en la escuela para que le pasara la tarea, yo rio, ya que su profesor nunca revisó esa tarea.
—Te juro que llore toda la noche, me sentía sucio —dice.
La habitación está oscura, no entra luz nocturna por las ventanas, todo está cerrado. Siento la mano de Simon sobre la mía, y un calor reconfortante recorre todo mi cuerpo ante su tacto.
Nos sentamos de golpe, se acerca y me besa, tomándome por el cuello, sus besos bajan hasta mi mandíbula, y mis manos se aferran a su camisa, el aroma a licor se mezcla en el aire, el pecho me bombea a mil, y lo único que siento con sus manos deslizándose hasta mi espalda.
Subo a su regazo, abrazándolo por la espalda y hundiéndome cada vez en sus besos. Sus manos caen en mis piernas, me acaricia. Subo su camisa, sale por su cabeza y Simon queda totalmente expuesto.
Tiene tantas cicatrices que es difícil contarlas, de cerca todo es tan visible. Deslizo mis manos por su pecho y siento los raspones y cicatrices en la punta de mis dedos. Simon no deja de besarme, ha llegado a subir mi camisa, pero mi mente no se aparta de lo que tocan mis manos, está tan maltratado.
Recorro su espalda, hay una gran cicatriz entre sus omoplatos. Él deja de besarme, yo dejo de tocarlo. Me quita la camisa y besa mi pecho. El mundo me da vueltas, pero por más extasiada que me encuentre no dejo de pensar en sus rasguños y heridas.
Cómo alguien puede tener tan maltratado el cuerpo.
—Alexa —siento sus manos en mi sostén— ¿todo bien?
Intento mirarlo entre la oscuridad, logro mirar su rostro, sus labios están hinchados, su pecho sube y baja entre mis manos. Le veo preocupación en el rostro, y vuelvo a ver al Simon que me besó en bar.
—Todo bien.
Lo tomo por los hombros y lo beso. Con que así se siente que te quieran ¿no? Con que así se siente la pasión y el deseo.
El calor me sube por el estómago, se estanca en mi pecho y me pide una vez más sentir sus heridas entre mis dedos. Pero en la mente de Simon hay otras ideas.
—Esto no es un buen comienzo —deja de besar cuello— lo siento.
Busca la camisa, palpando la cama, hasta que la encuentra.
—Simon...
Me siento en la cama.
—Alexa, no creas que tengo problemas con esto. No, no los tengo, sirvo muy bien, estoy completito —restriega su rostro— y me atraes.
—Simon... —me interrumpe.
—Pero creo que esto no es un buen comienzo, no quiero que lo hagamos y luego te arrepientas por algo que te des cuenta de mí.
Me arrodillo en la cama y lo abrazo por el dorso, él deja de moverse, mi mejilla roza su abdomen. Él se calla, su respiración se normaliza.
—Quédate a dormir —le digo.
Sus manos acarician mi cabello.
—¿Estás segura?
—Nunca lo he estado, Simon.
Ríe.
Quitamos las sábanas de la cama. Él se acuesta primero, yo espero un momento sentada en la esquina, debo recuperar la cordura. Cuando me encuentro lista subo a mi lado y quedo de frente a él.
—Sabes...
Habla. La vista me pesa.
—Sé a qué le tengo miedo.
Mi respiración es cada vez más tranquila, a penas logro ver su cicatriz.
—Lo sé desde hace mucho tiempo.
Subo mi mano hasta su rostro. Simon me toma por la cintura y me acerca él.
—Solo que no estaba seguro de ello.
Mis ojos se cierran, mi respiración es lenta, a penas y escucho a Simon.
—Tengo miedo a ...
Caigo rendida antes de escuchar lo que dice.
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La melodía del luchador.✅
Teen FictionSimon Hoyles vive bajo la traición de su hermano mayor, después de todo el tiempo que ha pasado intentando superar aquello se le es muy difícil olvidarlo. Ha tenido que pasar noches enteras bajo golpes de otros para poder así calmar sus angustías y...