20.
La lluvia no cesaba, veía como caían las gotas por la ventana del auto, reí cuando por mi mente pasó la idea de apoyar a una de las gotas que comenzaba a formarse en el inicio de la ventana. Pero mi idea y la ensoñación en la que me había sumido fueron irrumpidas por el golpe de la puerta trasera al cerrarse.
Simon abrió la puerta opuesta a mi asiento, se quitó el abrigo y dejó que Erick lo tomara.
Estábamos fuera del bar, con la lluvia y el frio sobre nosotros, obligándonos a ser rápidos en cuanto de guardar el equipaje se trataba. Nathan se despidió con un ademán desde la entrada del bar, y Erick junto a Josh gritaron un: ¡Rómpete una pierna! A Simon.
Sentía una sensación entraña en la boca de mi estómago, estábamos a unas horas de participar en la inauguración de los CBC, y de pasar una semana completa entre golpes y melodías.
—El invierno —Simon tiritaba en su asiento, sus labios se volvían pálidos y resecos— adoro esta época; puedes quedarte en cama hasta tarde, sin necesidad de bañarte. Leer, tomar chocolate caliente...
—¿Leer? —le pregunte. Él se arrodillo sobre el asiento y saco una sábana gruesa de la parte trasera.
—¿Qué? ¿No puedo hacerlo? —se cobijó, me miró, y una sonrisa traviesa atravesó su rostro.
Todo en mí se estremeció. Simon comenzaba a dominar todo lo que en mí se trataba, y lo lograba con tan solo un beso o una sonrisa enorme, y eso comenzaba a preocuparme, yo no podía comenzar a sentir algo sobre Simon, todo en él era tan prohibido... Tan prohibido que incitaba de una manera enfermiza a quererlo.
—Tan pronto como lleguen al hotel deben dejar su equipaje y presentarse en la inauguración de los CBC, no quiero retrasos ni problemas —El señor Rowling tomó el volante, y con un rostro más tranquilo nos miró por el retrovisor—. Los quiero y me dolería que algo malo les sucediera.
Sonreí como una niña atontada, sentí lo que con mi padre nunca hubiera sentido.
—Comienzas a ser sentimental —la voz de Simon era opacada por la sabana— y también comienza a hacer frio, larguémonos de una buena vez.
Me gustaba la sensación que producía el saber que saldrías de la ciudad, me gustaba ver como los autos pasaban a nuestro alrededor, me gustaba verlos y pensar en cómo sería su vida en casa, si ellos aún vivían con sus padres, si tomaban todos los fines de semana, ya fuera por diversión o por despecho.
Me gustaba todo esto porque era como desconectarme de mis problemas.
Media hora después, Simon y yo dejábamos los equipajes en la banda eléctrica, pasamos por la revisión de rutina y luego pudimos esperar tranquilos. El señor Rowling no salió tranquilo hasta que se aseguró que nuestras habitaciones de hotel estarían listas y que un taxi estuviera disponible para nosotros toda la semana las 24 horas del día.
Yo no me había preocupado por eso en todo el camino, no tenía cabeza para pensar en el hospedaje y el transporte, por mí solo se asomaba la imagen de Simon y yo ayer, y de Simon desvistiéndose frente a mí.
Terminaría volviéndome loca si no lograba despejar a Simon de mi mente.
—¿Nerviosa? —odiaba el frio, pero amaba la nieve. Pero Simon amaba el frio y tal vez hasta la nieve.
—Un poco —le respondí, intentando no sonar más nerviosa de lo normal— ¿Y tú?
—No.
«Vuelo 115 en la puerta cuatro, se despegará dentro de diez minutos»
ESTÁS LEYENDO
La melodía del luchador.✅
Novela JuvenilSimon Hoyles vive bajo la traición de su hermano mayor, después de todo el tiempo que ha pasado intentando superar aquello se le es muy difícil olvidarlo. Ha tenido que pasar noches enteras bajo golpes de otros para poder así calmar sus angustías y...