capitulo 38

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La luz de la mañana inundó mi habitación. Mis ojos, entrecerrados aún, comenzaron a acostumbrarse poco a poco a la claridad reinante. Estiré mi brazo, como ya lo había hecho un par de veces durante la noche, para alcanzar a mi chica. No encontré a nadie. Abrí mis ojos angustiado y miré hacia todos lados. Mi cama estaba vacía. Allí estaba yo sólo. Mi vista recorrió ansiosamente la habitación para encontrar algún rastro de Sam, pero nada! Sentí un desasosiego… Dónde estaba? Había sido sólo un sueño lo de la noche anterior? No! No había sido un sueño! Yo estaba aún desnudo en la cama y mi ropa estaba tirada por la habitación, tal como había quedado allí, yo aún lo recordaba.

De pronto, sobre la almohada, encontré un pedazo de papel. Estaba doblado en dos. Lo tomé y lo abrí rápidamente. Reconocí de inmediato la letra de Sam.

“Gracias por regalarme la noche más hermosa de mi vida... Jamás la olvidaré! Ahora si estoy segura que eres y siempre serás el amor de mi vida. 

Te amo tanto que hasta decir demasiado es poco! Descansa y sueña conmigo en tus brazos.

Tuya, hoy y siempre… Sam, tu heladito de mora!  “

En una esquina había dibujado un corazón y adentro nuestras iniciales. Sonreí y me recosté de nuevo. Mi heladito de mora! Ja ja ja… Me quedé pensando en mi chica por un momento. Lo que sentía ahora, era exactamente lo que Sam había escrito. Después de ya cerca de un año de conocerla, me daba cuenta que ella era quien había buscado toda mi vida. Lo demás eran simples caprichos e ilusiones pasajeras. Lo que Sam me hacía sentir era mucho, muchísimo más fuerte. Es más , estoy seguro que si ella me hubiera pedido lanzarme del piso más alto de un edificio, de seguro lo habría hecho, sin dudarlo. Ya no tenía voluntad frente a ella. Le había entregado mi alma, mi pasión, mi cuerpo, mi corazón entero, todo de mí. Y no estaba arrepentido de eso, sino por el contrario. Una felicidad infinita invadía mi alma!

Acerqué una de mis manos a la mesa de noche en donde estaba mi teléfono móvil. Lo cogí y vi la hora. Eran ya las 9 AM. Mi teléfono estaba a punto de descargarse, por lo que me apresuré para marcar antes de que se apagara automáticamente. Marqué el teléfono de mi chica.

“Buenos días! Podría hablar con mi heladito de mora?… Necesito decirle cuanto la amo!”, dije al escuchar la voz de Sam al otro lado del teléfono.

“j aja ja… Leíste la nota que te dejé?”, preguntó ella coquetamente.

“Si.. Acabo de leerla. Pero prefería amanecer contigo a mi lado en lugar de la nota!”, dije sonriente.

“Lo se y créeme que yo también! Pero ya era tarde y mis padres me matarían si no estaba en casa aún!”, respondió ella excusándose.

“Y por qué no me despertaste? Podría haberte ido a dejar a tu casa… Ya llegaste?”, pregunté preocupado.

“Si, ya estoy tirada sobre mi cama. No te quise despertar… Lucías como un angelito durmiendo! No quise molestarte!”, respondió ella dulcemente.

“No habría sido molestia… Tontita! Lo bueno es que ya llegaste! Ahora duerme un rato y descansa… En la tarde paso por ti, OK?”, dije.

“OK! Mil besitos para ti! Te amo!!”, añadió ella bajando el tono de voz.

“Y yo a ti! Mi teléfono está apagándose… Te llamo luego! Te amo!”, dije al sentir un ruido en mi teléfono. Seguidamente, este se apagó. Lo conecté de inmediato a la batería, aún apagado.

Me recosté de nuevo y me dormí de inmediato con una sonrisa en los labios. Estaba cansado.

A eso de las 13 hrs. desperté de nuevo. Me levanté, ordené un poco la habitación, me bañé y me vestí. Luego encendí el teléfono móvil. Me extrañé de inmediato al ver cerca de 50 llamadas perdidas de Sam. Me fui rapidamente a la casa de ella.

Allá me recibió la nana de la casa. Que ya no era su nana pero vivía aún con ellos como un miembro más de la familia.

“Y Sam? Pasó algo?”, dije de inmediato al ver a la mujer con el rostro demacrado y severo.

“Tome! La niña le dejó esto.”, dijo la mujer extendiéndome la mano con un sobre cerrado.

“Pero… por qué? Qué pasó? Ella no está?”, dije angustiado.

“Fueron deportados… Anoche se enteraron. Debe estar por salir el avión de vuelta a Sudamérica”, dijo ella desganada.

“No!! Esto no puede ser verdad!!”, dije retrocediendo.

“Ud. la ama, verdad?”, preguntó de improviso la mujer.

“Con toda mi alma!”, respondí sin ocultar mis sentimientos. En ese instante sentí un golpe suave en mi espalda. Era Woo Bin.

“Entonces vaya por ella… Mi niña también lo quiere mucho! No sabe cuánto costó llevarla al aeropuerto!”, dijo la mujer bonachonamente. Yo asentí.

“Recibí hoy noticias de Sara… Las chicas se van de Seúl! El vuelo está por salir! Vamos ahora al aeropuerto… Quizás las alcancemos!!”, añadió él. Nos dimos media vuelta. “Vamos en mi auto, yo conduzco!”, dijo mi amigo. 

Noté que aún llevaba en mi mano el sobre que la nana de Sam me había dado. Lo abrí nerviosamente. Era la caligrafía de Sam.

“Mi amado Ji Hoo,

Perdóname por no despedirme de ti! Intenté escaparme de mi casa un par de veces para ir a verte y contarte todo, pero no tuve éxito. Te llamé muchas veces, pero tu celular estaba apagado.

Anoche, mientras estábamos en la fiesta, mi padre fue notificado de la deportación definitiva, por parte del embajador de nuestro país. Él en persona vino a la casa a informarle de la situación y a entregarle los pasajes de avión para volver hoy a Sudamérica. 

No quisieron avisarme en ese mismo momento, para no arruinarme la noche, según lo que mi madre dijo. 

Sabes que daría mi vida por quedarme a tu lado, pero esto está fuera de mis manos. Ya pensaré en alguna idea para regresar a tu lado, es una promesa!

No me olvides porque yo no lo haré… Por favor! Sólo te pido que me esperes, porque regresaré si o si. Te amo demasiado!!

Tu Sam hoy y siempre. ♥”

No pude evitar emocionarme. Me dolía que Sam se fuera, tal como que me estuvieran arrancando un pedazo de mi corazón. Quizás justamente así era. Sam se estaba llevando con ella lo más preciado que tenía, mi amor y dejándome completamente vacío por dentro.

“Qué pasó hermano? Qué lees?”, interrumpió mis pensamientos Woo Bin.

“Una carta, que Sam me dejó con su nana… “, respondí escuetamente.

Llegamos rápido al aeropuerto. Woo Bin condujo por la carretera a una velocidad impensada. Si no hubiéramos tenido esa urgencia, seguro lo habría regañado.

Corrimos a la sección de embarque y consultamos en el mesón por el vuelo que debiera ser el de las chicas. Lamentablemente, nos informaron que acababa de despegar. Ya eran las 14 hrs.

Caminé derrotado y me senté en unos de los asientos. Puse mis manos en mi cabeza.

“Hermano… tranquilo! Ya encontraremos una forma de encontrarlas!”, dijo Woo Bin apoyando una de sus manos en mi hombro.

“No! No es suficiente lo que me dices! Yo quiero a Sam ahora conmigo! Anoche nos abuenamos después de tanto tiempo. Le pedí ser de nuevo mi novia y ella aceptó! Te das cuenta!! Esto no puede ser verdad!! No ahora!”, grité exasperado. Conducta poco regular en mi pero sentía demasiada rabia con el mundo.

“Lo entiendo. Y se como te debes sentir. Después de tanto tiempo separados… Pero no te puedes rendir! No ahora!”, añadió mi amigo intentando darme ánimos. Volví a mi postura habitual. Respiré profundo e intenté calmarme. No había nada que pudiera hacer en ese momento. Sólo resignarme y pensar luego en algo. Nos pusimos de pie y nos marchamos de vuelta.

Diario de un chico enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora