Capitulo 6

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Capitulo 6

Me levanté temprano a hacer ejercicio. Quería despejarme antes de ir a la escuela. 

Estuve pensando toda la mañana en qué quiero seguir estudiando. Este es mi último año antes de graduarme y tengo que tener mi mente clara. Por un lado, me gusta mucho la música y está la fundación que debo administrar, pero mi corazón me dice que me gusta mucho la medicina. Creo que debo tomar pronto una decisión. 

A la salida del colegio, quise venirme de inmediato a la casa. Los chicos me invitaron a ir con ellos a jugar videojuegos pero prefiero apresurarme. Así descanso un poco, me baño y me arreglo para mi cita de la tarde. Voy a salir con una chica muy bella de la escuela.

Ya camino a mi casa sobre mi motocicleta, note que por un costado de la calle iba caminando Samantha. Me acordé de lo gentil que ella había sido conmigo el otro dia y pensé que sería buena idea ofrecerme a llevarla a su casa. Bajé la velocidad al acercarme a ella y me detuve. Volteé para hablarla. 

“Hola!”, dije cortésmente. Ella me saludó un poco indiferente y siguió caminando. “Sólo quería agradecerte lo del otro día… Quieres que te lleve a tu casa?”, me ofrecí cordialmente. Ella sonrío coquetamente sin detener el paso. “Agradezco tu oferta, muchacho de los ojos tristes… Pero, prefiero caminar. Gracias!”, respondió sin volver a mirarme, altaneramente. No entendí su actitud… O ya no le caía bien o me estaba coqueteando… Francamente, a veces no entiendo a las mujeres. Decidí sacarme la duda retándola. Aunque había hablado poco con esa muchacha, había notado que tenía un carácter fuerte y apasionado… por lo que probablemente no se rendía ante nada. “No me digas que te dan miedo las motocicletas?”, la desafié con una sonrisa burlona. Ella se detuvo de inmediato. Se dio media vuelta y me miró fijamente. Levantó una ceja y provocativamente me contestó. “Como se nota que aún no me conoces! Yo no le temo a nada!”, añadió en un tono demasiado decidido. Antes que pudiera darme cuenta, ya se había puesto el otro casco que traía y estaba con sus brazos alrededor de mi cintura. Sólo sonreí.

“Sujétate fuerte entonces!”, dije. En ese momento sentí como el cuerpo de aquella chica se amoldaba perfectamente a mi espalda y sentí escalofríos. 

No tardamos en llegar a la casa de Samantha, estaba a sólo 4 calles más allá de la mía. Cuando llegamos, se bajó rápidamente en silencio y se quitó el casco. “Gracias, chico de los ojos tristes!”, dijo ella de pie en frente a mi mientras otra vez usaba esa sonrisa coqueta, que me imagino que era la que hacía caer rendidos a sus pies a todos los chicos de la escuela.

“De nada! Te la debía! Y… por si no recuerdas, mi nombre es Ji Hoo”, le respondí. En ese momento se asomó desde la casa de la chica, una mujer que comenzó a armar un alboroto. 

“Sam! Al fin llegaste! Por qué insistes en no llevar el auto que tú padre te regaló? Sabes que preocupas a tus padres si andas sola por la calle!”, comenzó a gritar la mujer mientras caminaba en dirección a la muchacha.

“Ya, basta! Podemos seguir hablando adentro, nana?”, respondió avergonzada Samantha.

“Oops! Este chico viene contigo? Y yo hablando boberías!! Tan gentil de venir a dejar a la niña a su casa!”, dijo suavizando la voz la mujer.

“Aishhhh!!... Ya no soy una niña!”, gritó Samantha. 

“Por qué no pasa, joven? No sabe cuanto le agradecerían los padres de la niña que Ud. se preocupe por ella? Es compañero de la escuela?”, continuó la mujer.

“Si, estudiamos en la misma escuela… Y bueno, si insiste Ud., creo que no tendría nada de malo pasar un momento.”, le respondí cordialmente. Samantha me miró con ojos de odio. Me causó gracia la situación y decidí continuar con el juego. Estacioné mi motocicleta y las seguí adentro de la casa.

La chica vivía en una casa muy grande. Pude notar de inmediato que su familia era muy acomodada. No sentamos en la sala. La nana trajo de inmediato galletas y té helado y nos dejó a solas, sin antes darme las gracias más de diez veces por haber traído a Samantha a la casa.

“Viven hace tiempo en Corea? Tú hablas muy bien el idioma?”, le pregunté para romper el hielo. 

“Si y no… Yo nací aquí en Corea. Vivimos aquí hasta que tenía 7 años, luego nos regresamos al país de mis padres en Latinoamérica y vivimos allá por 10 años. Hace un mes regresamos a Corea, por el trabajo de mi padre.”, respondió ella cortante. En ese momento apareció por la escalera una chica un poco más pequeña que Samantha, era muy parecida a ella, pero debe haber tenido alrededor de 15 años. Al verme se quedó inmóvil y abrió los ojos hasta que más no pudo. Luego pegó un grito. 

“Un F4 en mi casa!!! Creo que voy a morir!!”, dijo la muchacha. Samantha dio media vuelta y corrió donde ella. Comenzaron a discutir. Al parecer la chica estaba emocionada de que yo hubiera ido a la casa. Samantha la intentaba calmar y despachar regañándola. Hasta que lo consiguó y la chica se marchó a su habitación.

“Mi hermana está loca!”, dijo con cara de decepción caminando hacia mi. Yo sonreí. Ella se sentó a mi lado y se me quedó observando mientras yo sonreía. “Creo que ya se tu apellido.”, dijo de pronto. “Qué?”, pregunté yo sin entender. “De la sonrisa más bella… Si, tu nombre es chico de los ojos tristes… Para mi te llamas: Chico de los ojos tristes y de la sonrisa más bella.”, dijo ella nuevamente sonriendo como sólo ella sabía hacerlo. Miré el piso. No pude evitar sonrojarme.

Diario de un chico enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora