capitulo 48

387 25 1
                                    

Miré fijo a la chica sentada a mi lado, pero no respondí nada. Me quedé observando atentamente el escenario. En mis adentros, rogaba porque aquella muchacha no fuera Sam.

A tirones intentaban subir a una chica al escenario, quien se negaba rotundamente. Después de unos cuantos forcejeos, la chica subió de mala gana. Era Sam, mi Sam!

“No! No la conozco!”, dije en voz alta, con la vista perdida, mientras sentía como se apretaba mi corazón, al igual que mis puños.

“Claro! Sería mucha coincidencia!... Pero la historia de ellos es muy linda. Yo fuí compañera de colegio de Sam, cuando empezábamos la secundaria. Ella con Luis fueron novios un tiempo, luego terminaron… No se por qué! Pero ahora, cuando ya han pasado unos cuantos años, él le dice que todo este tiempo ha estado enamorado de ella! Y que nunca ha dejado de pensar en ella! Qué es el amor de su vida! Es demasiado romántico!!! No le puede decir que no a Luis!!! No crees?”, añadió la muchacha entusiasmada mirando la pareja sobre el escenario.

LUIS! Retumbó ese nombre en mi cabeza. Claro! Ese era en primer novio de Sam! Lo recordaba perfectamente! No podía ser cierto lo que estaba viendo y oyendo

Pude ver como Luis se arrodillaba ante Sam, frente a mis ojos. No comprendía que le decía, pero de seguro eran palabras de amor. El público comenzó a gritar algo.

“Qué dicen?”, le pregunté ansioso a la muchacha que estaba a mi lado.

“Piden que ella lo acepte y le de un beso.”, respondió la chica. Tragué saliva angustiadamente. No quería ver eso.

Sam de mala gana se acercó al muchacho y le puso la mejilla. Él, astutamente, la tomó rápidamente, sosteniendo con ambas manos su rostro y le robó un beso en los labios. 

Me paré de un solo golpe y caminé rápido a la salida. Escuché a la muchacha que gritaba algo tras de mi, pero no le di importancia. Afuera tomé un taxi y me fui al hotel.

Al llegar a mi habitación, me metí en la cama y me dormí. No quería pensar en nada.

A la mañana siguiente desperté aún más cansado que la noche anterior. Me dolía todo el cuerpo y no tenía ánimos de nada. Analicé con más calma la situación, embutido en la manta de plumas de la cama, por un par de horas.

Pensé en lo que habían sido estos meses sin Sam y comprendí que ya no éramos novios. Aunque nunca llegamos a terminar, ya no seguíamos siendo novios. Ya no podíamos seguir siéndolo tampoco. Comprendí que no había sentido sus labios en los míos por casi un año. Aún cuando yo la amaba con la misma intensidad que el primer día, lo mejor era no seguirla atando a mi. Ya no tenía sentido si ambos seguiríamos separados.

Me armé de valor para ir hasta su casa y tener una conversación seria sobre el asunto. No quería lastimarla, ni a mi tampoco, pero por sobre todo, no quería ser egoísta. No con la persona que más quería en el mundo!

Toqué a su puerta a eso del mediodía. Fue ella misma quien abrió. Se quedó perpleja al verme frente a ella. De seguro no se lo imaginaba. Quizás anoche había llegado tarde y ni su madre ni Sara habían tenido tiempo de contarle sobre mi visita.

Poco a poco una sonrisa se dibujo en su rostro y se lanzó alrededor de mi cintura. Yo se lo permití. Sin duda la extrañaba y el sólo contacto con ella, calmó un poco la maldita ansiedad que sentía dentro. Me quedé con los brazos alrededor de ella por un rato y acariciando su cabello.

“Desde cuando estás aquí?”, preguntó ella entusiasmada, soltándose de mis brazos.

“Desde hace un par de días… Ayer vine a verte, pero no estabas.”, respondí un poco dolido.

“Si, salí por un momento! No sabes como me alegra que hayas venido! Pasa, entra!”, dijo ella, entrelazando su mano con la mía y jalándome hacia dentro.

“No!”, dije sosteniéndola firme. “Quiero que tú y yo hablemos, pero… en otro lugar!”, respondí escuetamente.

“Claro! Les diré adentro que voy a salir un momento! Hay tanto por hablar! No sabes como me alegra volver a verte!! Sigues… tan apuesto!”, añadió ella con los ojos iluminados y entró rápidamente. En 10 segundos estaba nuevamente a mi lado, colocándose una chaqueta encima.

Nos subimos a un taxi y la llevé al hotel en el cual me estaba hospedando. Sam me conversó todo el camino. Se veía muy animada. Yo no dije mucho. Al bajarnos, la guié a mi habitación. Quería que habláramos en privado.

Al entrar al cuarto, Sam me miró y sonrió maliciosamente, mientras se acercaba a mi seductoramente.

“Me trajiste aquí para que estemos “solos”? Yo también me moría de ganas de estar contigo!! Ven acá, mi amor!”, añadió la chica e intentó besarme. Yo me moví hacia atrás y la sostuve de los brazos. Le dediqué una dulce sonrisa mientras me alejaba de ella y caminaba por la habitación. Me acerqué a una silla y me quedé ahí.

“Mira Sam… Si te traje aquí, no fue con otras intenciones. Sólo quiero que tú y yo conversemos.”, dije seriamente mirando el piso. Ella corrió a mi lado y se arrodilló a mi lado, afirmándose de mis rodillas.

“Pero… qué sucede, mi amor? Pasó algo? Dije algo que no te agradó?”, añadió ella aproblemada. Me puse de pie, soltándome de la muchacha. Ella me imitó.

“Escucha, Sam… Tú sabes que yo te quiero mucho, pero… tenemos que ser honestos! Esto no está funcionando!”, dije de pronto, mirándola fijo.

“Estás… estás terminando conmigo?”, preguntó ella con su rostro demasiado afligido.

“Creo… que es lo mejor.”, respondí acariciándole el rostro con una de mis manos.

“Es que ya no me amas?”, preguntó ella abatida.

“Sabes que no es eso. Conoces perfectamente mis sentimientos, incluso mejor que yo. Pero … No quiero ser egoísta! Tú y yo no nos hemos visto por más de seis meses… Quién sabe cuando será la próxima vez que volvamos a vernos…. No quiero tenerte amarrada a mi! Nunca me ha gustado eso!”, dije finalmente. Sam se soltó de mi y se alejó.

“Si eso es lo que quieres… Qué más podría decir?... Serviría de algo confesarte que te amo con más intensidad que el primer día que te ví, mientras llorabas desconsoladamente por otra chica. Serviría decirte que eres y serás el único? Serviría de algo decir que me muero de ganas de besarte nuevamente?”, añadió finalmente la chica con lágrimas en los ojos.

“Ven acá!”, dije pegándola a mi cuerpo. “Quiero que seas feliz, no que sigas por siempre con el recuerdo mío… Sólo eso! Un recuerdo no es suficiente para ser feliz! Eso no quiere decir que yo no te ame! Esto no es un adiós, sólo un hasta pronto… Una vez me dijiste lo mismo! Quizás… el futuro nos dará una nueva oportunidad… o quizás no…”, añadí terminando la conversación.

Sam se soltó de mi y se sacó la sortija de mi madre. Extendió su mano y me la dio.

“No! No te la quites, a menos que ya no me ames! Por favor! Quiero que si aún sientes algo por mí, la conserves y la lleves contigo. Me gustaría que la llevaras puesta la próxima vez que te viera.”, añadí. Sam sonrió tristemente y la acomodó nuevamente en su dedo.

“Está bien! Pero… algún día nos volveremos a ver y volveremos a estar juntos. Te lo prometo!”, añadió ella acercándose a mi rostro y depositando un suave beso sobre mis labios mientras un par de lágrimas caían por sus mejillas. Después, caminó lentamente hasta la puerta y antes de cerrar, la escuché pronunciar las últimas palabras que oiría de sus labios en muchos años.

“Te amo… y te amaré toda mi vida! Hasta siempre, mi chico de los ojos tristes!”, dijo finalmente.

Diario de un chico enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora