capitulo 43

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Esa semana ya no nos vinos casi con Sam. Tenía que hacer mis primeros internados en un hospital. Eran turnos de noche, por lo que dormía en el día. 

Volví a saber de Sam, una mañana que fui a la fundación por unos documentos que debía firmar. Había una nota en mi escritorio.

“Cuando puedas búscame! Hay algo muy importante que tenemos que hablar! 

Tuya por y para siempre, 

Sam”

Esa tarde me quedé en la fundación, me urgía hablar con la muchacha y saber qué había ocurrido. Al verla llegar, la conduje directo a mi oficina.

“Lo siento, antes estuve ocupado con los estudios. Recién hoy vi tu nota… Qué sucede?”, Sam me miró con tristeza y respiró profundo.

“Parece que Jung Ki no desistió del matrimonio, por el contrario… Adelantó la fecha de la boda. Será en un mes!”, dijo Sam al borde de las lágrimas. Con sus ojos me suplicaba que la impidiera, pero no sabía qué podría yo hacer. “Qué vamos a hacer ahora?”, dijo acongojada sosteniéndose de mi brazo.

“No te trató mal?”, pregunté.

“No… Él te culpa a ti, aunque yo le grité mil veces que la culpable era yo por no poder dejar de amarte!”, respondió mirando el suelo. “Nos peleamos y me mudé. Le pedí a Jan Di asilo en su apartamento.”

“Ven acá! No pienses en mañana, sólo en hoy y ahora. Estamos los dos juntos y eso nos hace fuertes!”, dije intentando encontrar algo para impedir su tristeza.

“No tienes opción de revisar en profundidad el contrato de matrimonio? Quizás me lo podrías dar para yo verlo con algunos abogados… Quizás haya alguna forma de romper alguna cláusula!”, dije de pronto entusiasmado.

“Eso haré! Intentaré pedírselo a Jung Ki y te lo traeré para que lo revisemos. Gracias por la idea!!”, añadió de pronto Sam con el rostro iluminado. Se acercó y me besó la mejilla. Después de eso, salió corriendo del despacho. 

Las siguientes dos semanas, también tuve que pasar en internado. No supe nada más de Sam. Me sentía intranquilo y preocupado por lo que pudiera ocurrir pero no la podía contactar. Para mi estaba prohibido llamarla a su teléfono móvil. Es más, cuando regresé del hospital, luego de esas dos semanas, me fui a la fundación. Pregunté por Sam y me informaron que ella había renunciado. De seguro Jung Ki la había forzado a hacerlo.

Me fui al conservatorio de música, con la idea fija de esperarla hasta que la encontrara. Después de un par de horas, la vi saliendo. Yo estaba dentro de mi auto observando. Me bajé rápidamente y caminé hacia ella. Sam no notó mi presencia hasta que la tomé de un brazo. Lucía tan bella como siempre. Llevaba unos jeans negros y ajustados, chaqueta negra de cuero y botas vaqueras. Caminó en dirección a una motoneta roja. Su cabello rojo resaltaba entre la gris tarde de invierno, al igual que la motoneta.

“Y esto? No le temías a las motocicletas?”, pregunté sonriendo.

“No! Recuerdas que una vez te dije que no le temía a nada… Pues es así! Antes simplemente no me gustaban las motocicletas, pero después de conocerte, las adoro! Además, así puedo ser más independiente.”, respondió sonriendo coquetamente. La miré embobado, se veía increíblemente sexy.

“Renunciaste a tu trabajo… Qué sucedió?”, pregunté intrigado.

“Jung Ki me obligó… me amenazó que si no lo hacía, nos casábamos esa misma semana!”, añadió ella. Su rostro se entristeció. “No sabes como deseaba verte y hablar contigo.”, dijo finalmente ella observándome melancólicamente, apoyada en la motocicleta.

“Yo también quería verte, tú lo sabes… Y conseguiste el contrato?”, pregunté de pronto.

“Si… pero no lo pude traer… No puedo hablar contigo ahora. Jung Ki me está esperando! Mañana paso por tu casa, si?”, añadió ella cortante.

“Está bien! Cuídate mucho! Y conduce con cuidado!”, dije finalmente acomodando uno de sus cabellos que caía sobre su rostro y me retiré.

Al día siguiente llegó Sam a mi casa a eso del mediodía. La hice pasar de inmediato.

“Quieres almorzar conmigo?”, la invité.

“No… No tengo hambre. Sólo quiero que hablemos… Tienes tiempo ahora?”, añadió ella cortante.

“Por supuesto… Ocurrió algo?”, pregunté preocupado mientras ella se paseaba por la sala de un lado a otro.

“Ay Ji Hoo!! Esto es tan difícil!”, añadió ella luego de dar un suspiro profundo. “Creo que el momento ha llegado…”, dijo finalmente deteniéndose en frente mío con el rostro acongojado.

“A qué te refieres? El momento de qué?”, dije observándola atentamente. Ella bajó la vista al piso.

“De… decir adiós…” añadió tristemente. Tragó saliva y volvió a respirar profundo. Levantó la mirada para encontrar mis ojos. Los de ella estaban llenos de lágrimas. “Créeme que he hecho todo lo humanamente posible para evitar ese matrimonio… Es más, estaba decidida a que si no encontraba la salida, me fugaría un par de días antes. Pero… ahora ya no puedo. Leí el contrato pre nupcial que firmó mi padre y es imposible que yo no acepte. Una de las cláusulas dice que si yo desisto, mi padre debe pagar una millonaria suma de dinero o irá a la cárcel por incumplimiento de contrato…”, terminó tristemente de decir. Después de eso, se tapó la cara con las dos manos y empezó a sollozar.

“No me quiero casar con nadie que no seas tú!! No quiero!!!”, dijo entre lágrimas. La tomé entre mis brazos. Ella levantó el rostro buscando el mío. Yo también estaba a punto de llorar. Se separó de mi e intentó volver a encontrar su compostura.

“Pareciera que el destino se empeñara en separarnos siempre… Sería más fácil ver a la luna en el cielo a las 3 de la tarde, que tú y yo estemos juntos!”, dijo ella intentando suavizar el clima pero con sus ojos llenos de desilusión.

“Entonces… este es el final? Ya no nos veremos nunca más?”, pregunté con temor. Sentía algo que me estaba haciendo trizas el corazón. Sam sonrió tristemente.

“En tres días partimos a Nueva Zelanda… el matrimonio será allá. Jung Ki quiere terminar sus estudios y vivir allá por un tiempo. Mi padre llegó hace un par de días a Seúl. Todos viajaremos juntos. Mi madre sigue en Sudamérica con Sara, ellas viajarán directo a Europa… Lo siento, Ji Hoo! No sabes como se me destroza el corazón en este momento! Eres lo único en la vida que desearía no dejar! Te lo juro! Pero ya ves, las cosas no son como uno las quisiera… Lo más probable es que tú y yo ya no nos veamos nunca más!”, agregó finalmente ella conteniendo las lágrimas.

“Entonces… si es el final! No creo lo que estoy oyendo…”, añadí paseándome yo ahora por la sala.

“Lo siento! Perdóname! Te repito que hice todo lo que pude para evitarlo… Pero quiero que sepas, que aunque no estemos juntos, tú siempre eres y serás el único dueño de mi corazón… Yo te amo!!”, terminó diciendo ella. Luego, se dio media vuelta y salió corriendo de la casa. 

Me quedé de pie, inmóvil como un bobo. No podía creerlo. No podía soportar perder a Sam, a mi Sam! Ya no almorcé, me fui a la facultad a estudiar para olvidarme de todo. Lamentablemente no dio resultado.

Al día siguiente, al regresar de la facultad y llegar a mi casa, me sentía destrozado. Ese dolor inmenso de la inminente pérdida de Sam me estaba matando. Tomé mis llaves y mi motocicleta. La quería ver aunque fuera por última vez antes de dejarla partir. Antes saqué una pequeña cajita que tenía guardada entre mis pertenencias más importantes, saqué el anillo de mi madre y lo guardé en el bolsillo de mi abrigo.

Diario de un chico enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora