capitulo 29

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Al día siguiente, a eso del mediodía, Sam llegó a la escuela. Yo me había paseado toda la mañana esperándola. Corrí a su encuentro y Jun Pyo hizo lo mismo tras de mí.

Sam caminaba con un paso lento y cabizbajo.

“Sam! Qué sucedió?”, dije al llegar a su lado.

“Hablaste con la bruja?”, agregó Jun Pyo.

“Si! Ya no hay trato! Le dije que no aceptaba.”, dijo Sam sin mirarnos a la cara.

“Pero… por qué tienes esa cara? Pasó algo?”, interrumpió Jun Pyo.

“Si! Ella me amenazó! Dijo que por no haber aceptado, voy a pagar un precio muy alto… Que nadie la rechaza y menos a su hijo! Dijo que todo el mundo tenía sus cosas ocultas que no quería que salieran a la luz y que ella… sabía unas cuantas de mi padre!”, terminó diciendo. Su rostro lucía demacrado.

“Pero… hay algo sobre tu padre que no nos hayas dicho?”, añadió Jun Pyo.

“No lo se… Pero seguro que mi padre tiene cosas ocultas! Yo lo se mejor que nadie! Tú madre debe tener guardada una gran carta bajo la manga! Lo se! Me dijo que si me arrepentía volviera a verla en un par de días… Pero, creo que yo y mi familia tendremos que aceptar las consecuencias!”, dijo Sam desilusionada.

“No puede ser!”, dije yo enfurecido.

“Esa maldita bruja me las va a pagar!”, gritó Jun Pyo lanzando un puñete a un árbol que se encontraba a su lado.

“No, en verdad, no es necesario! Ahora, si me permiten, quiero estar sola! Adios!”, terminó diciendo Sam y se retiró a su salón.

Jun Pyo y yo nos quedamos en silencio. No sabíamos qué decir. Ambos nos sentíamos culpables por haber involucrado a Sam en algo que no le correspondía. En silencio regresamos también a nuestro salón.

Después de esa última vez que hablamos con Sam, pasaron un par de semanas sin volver a hablar con ella. Sam me había dejado más que claro que no quería saber de mi ni de los F4 y era comprensible. Lo que si me preocupaba era la venganza que estaba tramando la madre de Jun Pyo. 

Una tarde en que caminaba ya en dirección a la salida del instituto, vi a Sam sentada sola en mi banco favorito con un libro en las manos. Dudé por unos minutos si acercarme a ella o pasar de largo. Después de meditarlo por unos segundos, decidí seguir a mi corazón. Caminé lentamente hacia ella y me senté de improviso a su lado. Pude nota que ella pegó un brinco. Al parecer estaba muy concentrada en su lectura.

“Vaya! Te asusté! Tan feo estoy?”, dije intentando relajar el ambiente entre los dos. Ella me miró y sonrió. Suspiré profundo. Cuanto extrañaba esa dulce sonrisa y sus dulces ojos color miel.

“j aja… No, no es eso! Estaba estudiando concentrada y no te vi!”, se excusó ella. Yo me quedé sonriendo y observándola en silencio. Cuanto extrañaba a esa chica. Intenté disimularlo, no quería importunarla.

“Y… qué estudias?”, pregunté.

“Es para el examen de admisión.”, respondió ella.

“Para el conservatorio de música?”, añadí. Ella asintió con la cabeza.

“Y tú? Cómo vas con los estudios para tu examen?”, preguntó ella.

“Bastante bien! Dentro de poco debo rendirlo.”, respondí. Después de eso nos quedamos en silencio. Ambos mirando una hermosa puesta de sol de primavera. 

“Y… qué tal tu vida, Sam? Has sabido algo de la madre de Jun Pyo?”, pregunté. Necesitaba saberlo. Aquello me tenía muy preocupado. Ella me miró y sonrió tímidamente. Su sonrisa, sus labios… Esos labios que había besado tantas veces y me encantaría volver a besar! Ommo ommo!!!

“No! Gracias a Dios no he sabido nada de ella… Quizás fueron sólo amenazas! La verdad eso espero! Y de mi… no hay mucho! Lo único, es que conseguí un trabajo… Al fin!!”, agregó ella un poco más entusiasmada. Podía notar que ella también extrañaba hablar conmigo y contarme sus cosas. Mi corazón latía a mil por hora. 

“Qué bueno, Sammy! Y qué estás haciendo?”, pregunté ansioso.

“El profesor de música, el Sr. Mayer, me contactó con un club privado muy exclusivo y lujoso. Allá canto un par de noches en la semana!”, respondió ella muy feliz. 

“Que bien! A ti te gusta mucho cantar!”, dije sonriendo y conteniendo las ganas de abrazarla.

“Si!!! Además la paga es buenísima!! Podré ahorrar y pronto irme a vivir sola!”, añadió ella muy decidida. En ese instante nos interrumpió el Sr. Mayer. Él era el profesor de música que teníamos en nuestro nivel. Era un tipo alto y delgado. De tez blanca, cabello castaño claro y ojos verdes. Creo era norteamericano, de no más de 35 años. El hombre nos hizo una reverencia y se dirigió a Sam.

“Ya nos vamos?”, le dijo a Sam y a mi ignorándome. Ella asintió con la cabeza y se puso de pie. Me hizo una venia y se fueron caminando hasta el automóvil del Sr. Mayer. Mi ceño se frunció. No me gustaba ver a Sam con otros chicos, y en este caso, mucho menos con un maestro guapo, joven y músico! Debo aceptarlo… sentí celos! “Ya nos vamos??”. Por qué le había dicho eso? Para dónde irían? Por qué Sam le obedeció? Por qué se fueron juntos? Por qué el la llevaba en su automóvil?... Millones de por qué en mi cabeza… Pero el último era la razón… Porque fuí un estúpido! Nunca debí haber perdido a esa muchacha!

Diario de un chico enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora