Parte 15: Canalizar la rabia.

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Narrado por Andreu:

Viernes por la noche. Salí de la ducha y Silvia no me contesta, salgo al jardín, la veo en la piscina con todo apagado, absolutamente todo. ¿Para esto nos hemos gastado una pasta en luces?

- ¿Qué haces a oscuras? Le digo desde el lumbral de la puerta.

- Me apetece, además, estoy desnuda.

- ¿Y eso? Esperas a mi madre.- me río.

- Esperaba a mi futuro marido, pero es estúpido. Escucha que su futura mujer esta desnuda, y le habla de la mayor pillada de la historia, en vez de venir hasta aquí y darme lo mío. Es un huevosflojos.

- Me acabo de duchar, y hoy no tengo ganas.- Ayer tuvimos maratón sexual, porque se le fue la regla. Me tiene como un esclavo.

- Entonces, me quedo un ratito más aquí.- Le veo hacer un par de largos. Me siento en uno de los sofás del jardín, me enciendo un cigarro. Fumo, ella, nada. Me quito las chanclas, me tumbo en el sofá. Pienso. Es un poco mística esta mujer. Y a la vez, esta como una cabra, a veces hace cosas que creo que tiene mucho de lo que hablar, pero no quiere decir nada. La veo sentarse en el bordillo de la piscina, entre sombras. Me da la espalda. Su ropa está por todo el jardín. No descarto que le haya dado un arrebato y se haya metido así. Era típico en ella.

Me levanto, creo que no me oye porque chapotea con los pies muy fuerte haciendo ejercicios, me ha engañado, bragas sí que lleva. Vaya velocidad de mover las piernas. Claro así luego tiene el culo que tiene. Mira, al final sí que tengo ganas. Le empujo para tirarla al agua, con la clara intención de sexo acuático.

- Aaaa!- Ostia, puso resistencia, y se ha dado en la espalda con el bordillo...MIERDA.

Me tiro al agua por ella.

- ¿Te hice daño?- Me aparta cuando quiero ver que le pasó.

- ¿Tu eres gilipollas o que te pasa? Mi espalda...si me llego a dar en la nuca, me quedo en el sitio.

- Deja que te la vea.- Le digo intentando hacer que se gire.

- Vete a la mierda.- Sale del agua por las escalerillas, nunca las usa, debió dolerle mucho. Salgo tras ella, me dejó preocupado.

Entra en casa sin secarse, yo acelero el paso. Sube las escaleras, yo voy como 6 pasos por detrás. Veo que la tiene la media parte superior de la espalda muy raspada, roja, en algunas zonas se le fue la primera capa de piel y le brota un poquito de sangre. Joder.

Pega un portazo en la puerta del dormitorio, pero como no tiene pestillo, la abro de igual modo. Veo que abrió la puerta del armario y se mira en el gran espejo interior.

- Lo siento.- Le digo apesadumbrado.

- ¿No te quedo claro el portazo en las narices? Fuera!- Me va a matar cuando se la vea.

- Ha sido sin querer...no quería hacerte eso.- Su cara de espanto al verse las heridas, me conmueve.

- Me escuece del cloro...

- Voy a curarte.

- Que te vayas...¿ERES SORDO?

- Se te puede infectar.-

Corro al baño, cojo el botiquín que ella siempre tiene encima del mueble. Lo abro encima de la cama, ahora viene la gran pregunta: ¿Cómo se hace esto? Cojo algodón y yodo, si eso era lo típico, lo había visto por la tele. Pero siempre aparto la mirada, porque soy aprensivo...

- Túmbate en la cama, y ríñeme después.

- Tú no tienes idea.

- Que sí, confía un poco en mí.

- No tienes idea, si me das con algodón, se me quedarán todos los pelillos de la fibra enganchados en los pellejos, la que me has liado. Como se te ocurre empujarme así, me pude dar en la cabeza.

- Ya te pedí perdón. Ayúdame, pon de tu parte.

- Se pone con una gasa. Inútil.

- Vale.- Suelto el algodón y abro un paquete de gasas.- Túmbate.

- No, me quiero mirar, para guiarte, porque no, no sabes.

- Ya...¿no?- No soporto que me hable así, aunque sea mi culpa. Le puedo pedir perdón más alto, pero no más claro.

- Estará cuando me de la gana. ¿Tú sabes cómo pica?

- Vamos al médico, tienes razón, no se hacer esto.

- Pon el líquido amarillo.- Dice con genio.

Agacho la cabeza, da pena verle la espalda. Le unto ese líquido tan escandaloso, y si antes era un cuadro, ahora...ya es exagerado.

- Lo siento mucho, de verdad.- No me contesta, levanto la cabeza. Estamos de chiste. Yo con la ropa chorreando y ella, empapada, en bragas, con la espalda echa un cristo y en bragas. Vuelve a girar la cabeza, para verse en el espejo, después me mira a mí, le veo la rabia en sus ojos.

- ¿Sabes que me duele verdad?

- Si...- digo volviendo a agachar la mirada.

- Sabes que estás monísimo con esa carita de culpable...- No proceso lo que acaba de decirme. Me besa y me agarra por la cintura.- Te perdono, tonto. Fue solo el pronto que me dio por el dolor.- dice en mis labios.

- Joe, me había asustado...yo...- No me deja hablar, porque sigue besándome. Mi cuerpo comienza a reaccionar, estamos húmedos, y ella desnuda, no puedo evitar mirar de reojo su pecho.- Silvia, para...tenemos que...- Pensaba decir que tenemos que terminar de curar la herida, pero pasa de mí.

- Quítate la camiseta, que si levanto los brazos me estira la espalda.- Esta en plan dominante, me gusta demasiado ese plan...

- Silvia...- Vuelve a besarme.

- Dije que fuera la camiseta.- Mete mis manos por dentro de mi pantalón del pijama. Yo ya...no pienso en frenarla. Hago lo que me pide.

- Aquí.- señala una cajonera. Quita el jarrón y se sube ella. Abre un poco las piernas y yo me meto entre ellas. Me deshago de toda su ropa, de la mía y de la escasa suya. Le beso cada centímetro de su piel sana. Ella parece que quiere la revancha, porque me está arañando más que de costumbre. Nos fundimos en uno solo. Nuestros gemidos de unen. Un rato después, comienzo a pensar que aquella cajonera no era tan buena como nos dijeron el la tienda que la compramos, cedía con cada movimiento, parecía que no iba a aguantar todo el proceso, pero parecía que aquello nos hacía gracia y nos ponía mucho más.

¿Qué sería de la vida, sin esas palabras de rabia que acaban en besos desenfrenados? Sin el coraje canalizado en pasión y en descargar toda la tensión de la única manera legítima posible: el sexo.

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Segunda Parte: ¿En qué Estaba Pensando?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora