S8

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POV Marina

Me dejo llevar por Alberto al salón donde todos los invitados beben, comen y hablan animadamente antes de la gala. Es un espacio amplio, suelos de madera reluciente y ventanales que dan a los jardines desde los que se pueden admirar imponentes vistas del Pacífico, encendido por la luz del ocaso.

Apartó los ojos del paisaje y me preparo para ser engullida por la multitud. Esperaba perder de vista a mi apuesto acompañante porque al parecer, Alberto es una gran atracción esta noche. Las chicas lo miran, la mayoría con sonrisa soñadora haciéndome sentir como si estuviera en el instituto del brazo del capitán del equipo de fútbol.

Pero a mí no me importa la popularidad. Soy quien soy y salgo con chicos que sienten lo mismo. Las cosas no han cambiado mucho desde que me metí en la adolescencia. Sigo sin preocuparme por la imagen, y como resultado, mi círculo de conocidos se reduce a surfistas y clientes del Wild Cherries. Aunque no ha aparecido nadie que me llame particularmente la atención en mucho tiempo.

Hasta esta noche.

Si tengo que ser sincera, esperaba que Alberto se excusara y se reuniera conmigo más tarde. No había imaginado que me sostendría de la mano con fuerza ni que se quedaría mirándome como si se alegra de que este a su lado.

Somos perfectos desconocidos, pero aun así, me aferro a él con idéntica fuerza y me estremezco cuando me mira como si fuera la chica más hermosa de todo el lugar.

En una de las esquinas se ha dispuesto todo para la cena, con hileras de mesas con manteles blancos y vajilla de porcelana. En otra hay una orquesta tocando, mientras la gente da vueltas, bailando y conversando.

Todos están vestidos para la ocasión. Y Alberto y yo pasamos por delante de un grupo de mujeres con vestidos impecables, todas tomadas del brazo de un hombre de esmoquin. La mayoría deja de charlar, lanzándole más de una mirada a Alberto. ¡Y eso que como mínimo le sacan diez años!

Es una situación bastante interesante.

—No mires—me susurra al oído sin soltarme la mano—Sonríe y sigue caminando.

—Creo que quieren hablar contigo...

—Tú solo limítate a seguir caminando—dice fijando sus ojos en los míos como diciendo por favor en serio hazlo.

Como si estuviera acostumbrado a lidiar con multitudes, Alberto se abre camino como un mariscal de campo aún cuando la gente se vuelve hacia él y trata de abordarlo. Sonríe y asiente pero con admirable destreza evita demorarse con cualquiera que tiene una cámara.

—Impresionante—murmuro.

No puedo evitar oír algo de las conversaciones que suceden a mi paso.

—Dios mío, es el—dicen asombradas.

—Es Alberto.

—Mmm... Es tan atractivo... Con ese cabello echado hacia un lado.

—Dicen que perdió su virginidad a los catorce años.

Alberto tensa su mandíbula ante ese comentario y al instante siento una extraña necesidad de protegerlo. No entiendo como la gente se atreve a decir ese tipo de cosas como si nadie pudiera oírlas.

— ¿En serio? Vaya, ¿Y qué tal es?

—Por lo que he oído, después de acostarse con él, ningún hombre consigue hacer llegar a ninguna chica al orgasmo.

Trastabillo al comprender lo que sucede. Mi cita a ciegas es un personaje público famoso de diecinueve años que trae loco a todas las adolescentes y a no tan adolescentes. Me parece increíble no haberme dado cuenta. Tiene el cartel de 'chico sexy del año' colgado en la frente.

No es el mariscal de campo que había imaginado, sino una estrella de la música.

— ¿Estás bien? —me pregunta el ayudándome a estabilizarme.

Lo miro a la cara y asiento.

Me pregunto por qué no me lo ha dicho. Sólo había comentado que estaba en una banda y que le faltaba poco para conseguir su sueño, y para mi tendría que haber sido fácil entender que se refería a que pronto, si más podía, se convertirá en el centro de atención de todas las chicas del mundo.

Imagino que la reticencia se debe a que en todas partes la gente lo alaban o hablan de él, como en esta velada, como si no estuviera presente.

Es una locura. Ese mismo Alberto por el que millones de chicas se están derritiendo en este preciso instante es el que me está sosteniendo la mano llevándome con él.

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