La primera pelota da en el borde del blanco, pero no con la fuerza suficiente para soltar el asiento.
—Vamos, puedes hacerlo—lo aliento evitando mirar a Alberto mientras el chico se prepara para su segundo tiro.
—Marina...—me llama Alberto.
El adolescente se detiene.
—Por cada chico que animes a hundirme—dice—Comprare una pelota cuando tu estés aquí y no pienso fallar ni una sola vez.
Todos en la fila ríen.
—Eso puede costarte mucho dinero—replico—Y además, no me gustaría que te hicieras daño en el hombro con el esfuerzo. De hecho, voy a hacer un cartel de advertencia, porque ahora que lo pienso, los jubilados no deberían jugar en esta atracción. Es muy peligroso para la salud.
Más risas.
A Alberto se le dibuja una sonrisa perfecta.
—No te preocupes por mi salud, cariño. Yo estoy en muy buena forma—dice tranquilo.
Mis hormonas se descontrolan totalmente. 'Cariño' poco a poco mis piernas empiezan a fallarme.
El adolescente lanza su segunda pelota y da de lleno en el blanco.
Los niños saltan de alegría al ver caer a Alberto y cuando vuelve a la superficie, se sacude el cabello y me mira directamente, que por dentro no hago más que rezar para que el vuelva a hacer ese gesto con el cabello. Él sigue mirándome mientras se empuja hacia arriba para volver al asiento. Mojado y reluciente, con el aspecto del dios pagano del pecado y mirándome con ojos brillantes, Alberto sonríe con malicia.
Trago saliva e hago pasar al siguiente.
Una joven que lo mira con tanto deseo como yo me da los billetes, se humedece los labios y se asegura de estar tan cerca de la línea como puede.
—No me voy a mover de aquí hasta que lo tire—dice mirándome—No me importa cuánto dinero me cueste.
Le cuesta cinco dólares y esta vez Alberto vuelve al asiento.
—Dos—dice.
Parpadeo.
—Has conseguido que me tire dos personas—aclara—No creas que he olvidado mi promesa.
—Es mi trabajo—digo.
No obstante procuró no animar a la siguiente joven de la cola y respiró aliviada cuando falla. Pero entonces aparece la niña más adorable del mundo. No tendrá más de cuatro años, y tiene el cabello negro y largo, y los ojos más oscuros que he visto en toda mi vida. Va de la mano de una mujer que lleva una acreditación de voluntaria de la fundación a la que 'Black Stone Cherry' se ha ofrecido a ayudar.
—Es una de nuestros niños—dice la mujer. Thelma vive en un hogar cercano al centro recreativo y parte del dinero que ganemos se dedicará a comprarle juguetes.
Miro a la niña a los ojos y siento que se me parte el corazón.
—En ese caso, cariño, invito yo.
— ¿Me das una pelota? —pregunta en un tono de voz dulce.
—Te daré todas las que necesites para tirar a Alberto al agua—le sonrió complacida.
Me sacó veinte dólares del bolsillo para sumarlos a la recolección del día. Después alzó a Thelma, me la apoyó en la cadera, tomó la canasta con las pelotas y cruzó la línea de lanzamiento.
—Húndelo—digo.
Thelma ríe divertida y lanza la primera pelota, que va a parar a menos de un metro.
Me acercó más al blanco y miro a Alberto a los ojos. Él arquea una ceja.
—Tres, Marina...
Levantó la cabeza y animó a la niña a tirar otra pelota. Thelma falla, y sigo avanzando hacia el depósito de agua.
La multitud ríe a carcajadas. Alberto parece inquieto y resignado a la vez.
El tercer tiro es precioso. Thelma da en el blanco, y Alberto se da otro chapuzón. Pero en lugar de volver al asiento sale del barreño y, sin siquiera tomar una toalla viene directo hacia mí que estoy a punto de dejar a la niña en el suelo. Al verlo acercarse, siento que no me conviene soltarla.
—Thelma, ¿qué te parece si vamos a...?
—Hola—saluda Alberto agachándose para mirarla a los ojos— ¿Sabes quien soy? —le pregunta.
—Si—asiente sonriendo—Mi hermana mayor dice que eres su novio.
Alberto suelta una carcajada, igual que los que están a nuestro alrededor. Incluso soy capaz de sonreír.
—Bueno ¿sabes que voy a hacer ahora?
La niña niega graciosamente con la cabeza.
—Voy a hacer volar a la preciosa dama que te tiene en brazos. Directo al agua, ¿Quieres verlo?
Thelma aplaude encantada.
A mí se me acelera el corazón.
—Bueno, no creo que Thelma quiera bajar...
La niña estira los brazos hacia Alberto, que mojado y todo la alza y sonríe enternecido.
—Esta es mi chica. ¿Me quieres ayudar? —le pregunta.
Thelma asiente y todos me miran con expectación.
—No creo haber aceptado sentarme ahí—digo mirando de reojo el agua helada—Estoy segura de que solo dije que iba a ayudar.
—Sí y créeme que esto va a ser de gran ayuda—replica Alberto—Verte en bikini y mojada me ayudara enormemente, salvo que tengas miedo claro. Estoy seguro de que los chicos entenderán sino quieres.
—Está bien—digo resignada.
Me bajó la cremallera del vestido, me lo quitó y se lo lanzó a Alberto que lo atrapa con una sonrisa encantado de verme con el bikini blanco. Me recojo el cabello con una coleta y, antes de darme la vuelta, miró a Alberto una vez más.
Al ver la pasión y el hambre con que me mira, el corazón me da un vuelco.
—No te preocupes—dice—El agua solo está un poco fría.
—Gracias—digo fingiendo una sonrisa.
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Seduceme
RomanceValía la pena romper todas esas reglas por un chico como él. Regla numero uno: Nada de citas a ciegas. Después de haberse enfrentado a muchas citas a ciegas obligada por sus amigas Marina Allier no está dispuesta a volver a tener otra cita a ciegas...