S16

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POV Alberto

Cuando llegamos al aparcamiento del café la luna ilumina al mar. Siento que Marina se retrae y me vuelvo para mirarla.

— ¿Estas bien? —le pregunto.

Ella sonríe aunque tiene la mirada triste.

—Si—asiente.

—Marina...

—Solo estoy pensando—declara poniéndome una mano en el brazo para tranquilizarme—Suelo estar callada cuando pienso, gracias por esta noche ha sido genial.

—Si—corroboro.

Apago el motor del auto y salgo para abrirle la puerta.

—Buenas noches—dice preparada para marcharse.

—Al menos deja que te acompañe hasta la puerta—digo.

—No te molestes. Voy a entrar un momento al café, tengo cosas que hacer—asiento y la observo con detenimiento preguntándome que ha pasado para que se asuste tanto.

— ¿Siempre trabajas hasta tarde? —le pregunto.

—A veces—contesta con tono distante como si su mente ya estuviera en el café—No me pasa nada, no te preocupes.

Con una media sonrisa se da la vuelta y empieza a caminar. La tomo de la muñeca.

—Marina...

—Me tengo que ir, Alberto.

Pero en un arrebato se voltea y me da un beso rápido en los labios antes de irse.

A pesar de su repentino silencio y de lo impaciente que parecía por alejarse de mi me quedo siguiéndola con la mirada desde lo lejos viendo que no entra al café, ni que sube por las escaleras que hay a un lado para meterse a su apartamento.

La sigo por curiosidad a paso lento y me detengo en seco al encontrar sus zapatos negros en lo alto de una roca. Levanto la cabeza y en oteo en la oscuridad de la noche, allí esta ella de pie en la orilla lo bastante lejos de mi y antes de que pueda reaccionar se lleva las manos a la espalda, se baja la cremallera del vestido y sencillamente lo deja caer.

La luz de la luna le baña el cuerpo mientras termina de quitarse el vestido apenas siendo cubierta por lo que parecen unas braguitas negras de espaldas a mi alejada sin saber que me encuentro aquí. Se endereza permitiéndome disfrutar de sus hombros y de su esbelta espalda desnuda.

Sin darse la vuelta entra al agua zambulléndose en una ola desapareciendo por completo.

Me quedo petrificado sin poder creer lo veo pero como ella no vuelve, corro hacia la playa.

— ¡Marina! —la llamo.

Me he quitado los zapatos, la chaqueta, ni siquiera me la he puesto un segundo durante toda la noche así que es una prenda menos de la que tengo que deshacerme. Llevo mis manos a los botones de mi camisa comenzando a desabrocharla cuando veo la cabellera de Marina entre las olas.

Un segundo después, la veo zambullirse de nuevo. Esta buceando.

Me tranquiliza, aunque solo un poco. Ya no estoy tan preocupado por su seguridad, pero me inquieta verla mojada y semidesnuda. Me quitó la camisa, los calcetines y luego los pantalones. Segundos más tarde estoy dentro del agua la cual esta tan fría que por un momento me corta la respiración pero la situación es tan excitante que empiezo a nadar y a zambullirme entre las olas, dejándome llevar por el impulso.

Entre el cielo negro encima y el mar ennegrecido a mi alrededor, la experiencia es casi surrealista y resulta difícil definir que está arriba y que abajo. Buceó por debajo de las olas, sintiéndome imponente sin motivo, y emerjo cerca de Marina.

Ella vuelve la cabeza dando un grito ahogado y parpadea al verme.

SeducemeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora