S17

12.3K 790 28
                                    

— ¡Alberto! Me has dado un susto de muerte —dice.

— ¿Quién creías que era? ¿Un tiburón? —pregunto.

Se le dibuja una sonrisa.

—Me habría sorprendido menos.

— ¿Creías que no sabia nadar?

—Creía que te habías ido hace tiempo —me fulmina con la mirada.

— ¿Ningún chico a querido acompañarte hasta la puerta asegurándose de que estés a salvo antes de irse? —pregunto.

En vez de contestar se deja arrastrar por el oleaje y desaparece de la superficie. Pero seguro debió de quedarse pensando en lo que le he preguntado porque cuando vuelve junto a mí se echa el cabello hacia atrás.

—Estoy sola desde hace mucho tiempo —dice.

Me acerco un poco más y la miro a los ojos.

—Ahora no estas sola —sonrió.

—Tal vez quiera estarlo —suelta.

— ¿En serio? —digo asombrado.

Se queda mirándome un momento y después suelta una sonora carcajada.

—No —reconoce desapareciendo por un instante.

— ¿La gente no se queda contigo, Marina?

—Algunas personas —responde.

— ¿No tienes familia? —estoy peor que el FBI lo sé pero quiero conocerla de verdad.

—Sí, tengo a mis padres pero están lejos de aquí. Tengo a mi tío y a Jessica la considero parte de mi familia.

—Y...

—Mira —interrumpe —Ahí viene una buena ola —¿No la vas a aprovechar? —me pregunta.

Emite un sonido de fastidio cuando la ola nos levanta un segundo para luego volvernos a bajar.

—No te pierdas la próxima —dice.

No lo hago. Remonto la siguiente ola y cuando vuelvo con ella esta sonriendo.

—No creo que haya nada comparable a eso de salir a nadar a media noche—digo.

—No lo hay—afirma—Me voy con esta.

Marina se zambulle en la siguiente ola brindándome una visión fugaz de su glorioso trasero. Cuando regresa con una sonrisa de oreja a oreja, la tomo de las caderas.

— ¿Tu tío te trata bien? —le pregunto.

—Tan bien como sabe—dice encogiéndose de hombros.

Ella se aparta y se deja llevar por otra ola para volver a aparecer cerca, pero no lo suficiente como para que pueda tocarla.

— ¿Y no te sientes mal por pasar todo el verano separada de tus padres?

—-Bueno, en los últimos años he tenido bastantes peleas con ellos. Mi padre no es que sea el más comprensivo del mundo, así que dijo que me compraría el apartamento y que podría venirme sola durante todo el verano para que dejara de molestarlo.

Se me parte el corazón. No hay nada que me haga sentir más afligido que saber que alguien tan especial como ella no ha sido cuidada como se merece por sus padres.

Me salpica.

—Quita esa cara de pena y zambúllete en la siguiente ola, o lo haré yo.

—No es pena, es empatía—puntualizo atrayéndola hacia mí—¿No dejas que nadie se conmueva por lo que has tenido que pasar?

—Alberto, no ha sido para tanto. Muchas chicas pasan por lo mismo que yo.

Pienso que voy a tener que empezar a hacerlo, ella está tratando de librarse probablemente calculando como desaparecer. No estoy dispuesto a permitírselo y no solo porque tiene sus senos desnudos apretados contra el pecho.

Pero a pesar de mi consigue escabullirse y remontar la siguiente ola.

— ¿Nadar desnuda a la luz de la luna es uno de tus pasatiempos favoritos? —le pregunto cuando vuelve.

—No estoy desnuda, llevo puesta la parte de abajo del bikini.

— ¿Y usas la parte de abajo del bikini en todas tus citas? —pregunto desafiante.

—Bueno, también suelo llevar la parte de arriba, pero Jessica me obligó a quitármela, porque al parecer no quedaba bien con el vestido.

Bendigo a Jessica en silencio.

—Y si hubiera sabido que ibas a espiar—añade—la habría sacado del bolso y me la hubiese puesto antes de entrar al agua.

— ¿Llevas la parte de arriba del bikini en el bolso?

—Cuando no lo llevo puesto, si. Paso mucho tiempo en el agua.

—Hasta en mitad de la noche—digo.

—-Y a primera hora de la mañana, además de hacer surf por las tardes cuando puedo. Alberto, ¿Por qué estás aquí?

—Tal vez porque también me gusta el agua ¿No crees?

Nunca me había atraído demasiado pero esta noche Marina me ha hecho cambiar de idea.

—Deberías irte a casa—dice.

— ¿Por qué? —Replico avanzando hacia ella— ¿Acaso me estoy acercando demasiado?

Me salpica de nuevo aunque no está sonriendo. No puedo evitar en alegrarme al saber que la chica tiene carácter.

—De acuerdo, tienes razón.

— ¿De qué hablas? —pregunta.

—Tendría que haberte hablado de mí antes de pedirte que me hablaras de ti—digo serio.

—Yo no he dicho eso—responde con tono de reproche.

—No, pero deberías. ¿Quieres que te cuente un secreto?

—Alberto...

—Extraño mucho tener una vida normal, en la que nadie me vea por la calle y comience a gritar mi nombre como un loco recién fugado del manicomio.

—Es lo que tiene ser famoso—contesta con pena.

—Pero no quiero serlo—me hala mi cabello frustrado.

—Creí que ese era tu sueño.

—No, no lo es—digo.

Se me queda mirando un momento y después ríe.

—Te creo—sonríe.

—Ahora te toca a ti.

— ¿Qué me toca? —pregunta confundida.

—Cuéntame un secreto—sonrió pícaro.

—Estoy cansada, Alberto, me voy—dice.

—Mentirosa—protesto.

Aunque la veo nadar a la orilla se detiene y voltea a mirarme.

—Tal vez mi secreto sea peor que el tuyo—dice.

—Cuéntamelo—la animo.

—Soy...—balbucea poniendo los ojos en blanco—Ya deberías haberlo adivinado.

—Dilo de todas formas.

—Le tengo fobia a los compromisos afectivos. ¿Entiendes? Solo tengo diecisiete años, no quiero atarme a nada. Al menos por el momento.

—Lo entiendo perfectamente—afirmó nadando hacía ella—Porque compartimos la misma manía.

—Eres un chico atípico, Alberto.

—Gracias, creo.

Empezamos a nadar hacia la orilla surcando las olas girando juntos y riendo. Para cuando llegamos a la arena ya estamos abrazados.

SeducemeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora