Valía la pena romper todas esas reglas por un chico como él.
Regla numero uno: Nada de citas a ciegas.
Después de haberse enfrentado a muchas citas a ciegas obligada por sus amigas Marina Allier no está dispuesta a volver a tener otra cita a ciegas...
El sábado llego antes de que me diera cuenta. El día amaneció fresco y nublado, pero el clima no impidió que fuera a hacer surf y a nadar con Jessica y los demás, como siempre. Cuando terminamos, Jessica abrió el café y yo subí a mi pequeña casita a prepararme.
—Ya basta—digo al ver mi excitación reflejada en el espejo—Es solo un chico.
En efecto, solo es un chico. Un chico guapísimo que me hace reír y que besa como los dioses, o incluso mejor. Pero estoy decidida a impedir que se repita lo de la otra noche. Solo nos veremos para ayudar a esos niños discapacitados por los que 'Black Stone Cherry' tocara una de sus canciones. Hoy, Alberto me fastidiara de alguna forma y dejare de pensar en él, de soñar con él.
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Horas más tardes...
Oigo que un coche entra en el aparcamiento y corro a la ventana. Pegó la frente al cristal, y al ver el BMW de Alberto se me hace un nudo en el estómago.
No es precisamente un síntoma de fastidio. Sin embargo, el día aún es joven, y nunca llego más allá de la segunda cita sin querer deshacerme del hombre con el que haya quedado. De modo que solo es una cuestión de tiempo.
Bajo corriendo al Wild Cherries y en cuanto veo a Alberto entrando por la puerta, me lanzó a sus brazos, abrazándolo. El me sonríe y me besa en la mejilla. Me recuerdo que tengo que mantener la calma, pero aunque hace fresco, la visión de Alberto me provoca un calor infernal.
A causa del clima, los clientes del café piden bebidas calientes, en lugar de los típicos zumos y refrescos. Sé que Jessica y las dos chicas que he contratado esta semana pueden ocuparse del local en mi ausencia.
Jessica está a unos pocos metros, pasando un trapo húmedo por la barra, y sus cejas arqueadas indican que no sólo ha visto llegar a Alberto, sino que también ha visto como me le tiraba en sus brazos.
Tej está sentado cerca de la ventana con unos amigos y, por su sonrisa cómplice, es evidente que también me ha visto. Le hago una mueca, pero cuando me percató de que Alberto me mira fijamente a los ojos, sonriente, y con sus manos en mis caderas, el corazón me da un vuelco. Alberto lleva una camiseta blanca de cuello en v, unos pantalones pitillo de color azul, gafas de espejo colgando en su camiseta y una expresión cargada de felicidad.
Le ofrezco que se siente después de decirnos mutuamente un tímido 'Hola'. Yo también lo hago, con el pulso acelerado. Jessica pone dos tazas de chocolate caliente delante de mí.
—Cuidado se te cae la baba—susurra.
Miro a Alberto que se está acomodando y respiro profundamente. Lo único que pasa ahora por mi cabeza es un cartelito en el que ponía: 'Alberto, si llegas a venir más guapo, te dejaba que hicieras conmigo todo lo que te apeteciera'. Río y niego con la cabeza.
—Gracias—dice bebiendo un poco—Pensé que haría más calor.
Tal vez el sol no está calentando todo lo que debe, pero siento que me estoy asando al ver cómo se mueve la nuez de Alberto cuando bebe.
Me toma de la mano y me obliga a levantarme mirándome de la cabeza a los pies. Llevo un vestido de tirantes color rosa claro, se que la tela es muy fina y se me transparenta el bikini, y también sé que tengo un aspecto aceptable.
Pero por el calor de los ojos de Alberto sé que puedo considerarme bastante más que aceptable.
—Otra vez con el bikini debajo de la ropa—comenta con gracia.
Me vuelvo a sentar con las mejillas más rosadas que de costumbre.
—No he olvidado eso de que nos van a tirar agua—digo.
—Sí. Solo espero que Stefan estuviera bromeando al decir eso—me sonríe.
—Pronto lo sabremos.
Cinco minutos después, Alberto se levanta, y vuelve a tomarme de la mano para que también me levante. Me mira con tanta seriedad que se me desdibuja la sonrisa.
— ¿Qué pasa? —pregunto.
El sin soltar mi mano se acerca más a mí tomándome de la nuca con su mano que tiene libre. Con el rabillo del ojo veo que Jessica esta a todos mis movimientos.
—Me he pasado toda la semana pensando en ti—murmura rozando mis labios.
El comentario me deja sin aliento. Igual que el tremendo y tierno beso que me planta después sobre los labios. Después nos sonreímos.
— ¿Nos vamos? —pregunta.
—Si—contesto.
Totalmente consciente de las miradas de todos los que están alrededor no soy capaz de reconocer que yo también he estado pensando en él. Cada segundo.
—Que se diviertan—dice Jessica recogiendo las tazas—Y tengan cuidado.
Salimos del aparcamiento. Alberto me abre la puerta del acompañante pero en vez de entrar me le quedo viendo a los ojos fijamente.
—Yo también he pensado en ti—declaro.
Acto seguido me acomodó en el asiento y cierro la puerta ante la expresión de sorpresa de Alberto. Cuando él entra en el coche no dice nada. No es necesario; su sonrisa lo dice todo.
"Que se diviertan", ha dicho Jessica. Y tengan cuidado.
El único problema es que no hay forma de que pueda hacer las dos cosas al mismo tiempo; no con este chico. No con Alberto Gritti.