Valía la pena romper todas esas reglas por un chico como él.
Regla numero uno: Nada de citas a ciegas.
Después de haberse enfrentado a muchas citas a ciegas obligada por sus amigas Marina Allier no está dispuesta a volver a tener otra cita a ciegas...
El agua se retira y miró el cuerpo semidesnudo de la chica que tengo contra mí. No muy alta, no muy baja, y con sus perfectas curvas. Tiene la piel de gallina, pero es cálida y suave, deliciosamente suave. Sus senos invitan a tocarlos, a besarlos, y a mí se me hace la boca agua solo pensarlo. Sentirla tan pegada a mi me hace desear morirme de placer.
Un deseo que por suerte también está reflejado en sus ojos, puedo verlo con claridad.
—Lo que dicho es cierto—murmuro mirándola a los ojos—Detesto los compromisos tanto como tú. Aunque deberías saber que te encuentro tan sensual y atractiva que cuando te miró apenas puedo respirar.
Ella levanta las manos y me acaricia la cabeza echando mi cabello mojado hacia atrás.
—Pero sólo es atracción superficial, sólo una cuestión de piel ¿verdad?
La atracción superficial, la piel, es algo que encaja perfectamente conmigo. Sin embargo, con ella, la descripción parece un poco fría.
—Marina...
—Lo mío es sólo superficial, Alberto. Prefiero que lo sepas desde el primer momento. No me estoy haciendo la interesante ni estoy jugando. Soy así.
—Bueno...
Pienso en las veces en las que he dicho lo mismo. Le recorro el cuerpo con la mirada y siento que me quemo por dentro. Le subo una mano por el estómago y le acarició los pechos.
Marina contiene la respiración y se le pone la piel de gallina. Quiero abrazarla para darle calor, pero ella se aparta.
—Ni siquiera una chica de playa como yo involucra demasiado la piel en la primera cita—dice.
A tientas busca su vestido y se cubre el cuerpo con el que se que me pasare toda la noche soñado, luchando con la cremallera, que se niega a subir.
Con un suspiro y una mueca de dolor me pongo en pie y la ayudó a terminar de cerrarse el vestido.
Ella se vuelve para mirarme y sonríe; su recelo previo ha desaparecido.
—Gracias—sonríe.
—De nada—le devuelvo el gesto.
Mira mis pies.
—Como ves, solo tengo diez dedos.
—Si—dice ella divertida—Y no son feos.
—-Vaya... Gracias a Dios. Me alegro de que los apruebes.
—Esta noche ha sido muy agradable, Alberto.
Parece un poco sorprendida, le tomo las mejillas y me acerco un poco más.
—También me alegro por eso—digo dejando un beso en su frente.
—Supongo que no lo esperaba—dice.
—Yo tampoco.
—Sí...
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POV Marina✨
Retrocedo unos pasos y me vuelvo hacia el café. Alberto recoge su ropa y empezamos a subir el peñasco. Siento como me protege de la brisa con su cuerpo. Me gusta verlo en bóxers y completamente mojado. Su cabello revuelto lo hace verse más sexy de lo que ya es de por sí. Tengo que reconocer que esta noche he vivido una de las experiencias más divertidas, alocadas y eróticas de mi vida, aunque sólo nos hemos besado.
Al llegar a las escaleras de madera que subimos hasta mi piso, me vuelvo hacía Alberto.
—Buenas noches—digo.
El sonríe con esa sonrisa tan embriagadora que me conmueve.
—Buenas noches—responde.
Como él se queda inmóvil, mirándome extiendo mi mano. Alberto suelta una carcajada y la atraigo hacía mí. Deja su ropa en el techo del coche y me da un beso apasionado que me deja temblando, succionando mis labios como si el mundo fuera a terminarse en poco segundos.
Me alegró de tener la casa a unos tantos escalones, ya que apenas puedo mantenerme en pie. Me apoyo contra un barrote y siento la necesidad de replantearme la norma de no tener relaciones sexuales en la primera cita, porque lo deseo desesperadamente.
— ¿En que piensas? —pregunta acariciándome la mejilla tiernamente, he notado que le gusta mucho hacer eso y a mí me encanta.
Rio y sacudo la cabeza.
—En nada ¿y tú? —pregunto.
—Se me ocurre una cosa, pero no la puedo decir—contesta.
Alberto sonríe de lado mientras se pone los pantalones y la camisa. Deseo que esta ultima prenda de ropa, se la deje desabrochada, para contemplar su moreno y perfecto abdomen.
—De verdad—insiste con los zapatos en la mano.
—Entiendo—suspiro resignada.
Pero resulta tan irresistible descalzo y con la ropa y el cabello mojado que no puedo evitar ceder a la tentación de tomarlo de la camisa y atraerlo hacía mí.