S21

11.8K 696 10
                                    

El lunes me salto de mi baño matinal para ir como todos las semanas, a ver a mi tío. Como he hecho el primer lunes de cada semana, cojo el camino de la playa y camino durante largos pero agradables minutos hasta llegar frente a la pequeña cabaña de la playa donde a mi tío le agrada estar, subo las escaleras y llamo a la puerta.

Mientras espero, saco un fajo de billetes del bolso e hago una mueca de dolor al pensar en el dinero que me queda, sobre todo después de gastarme ochocientos dólares en Alberto Gritti en la subasta.

La puerta se abre y aparece Red, un enamorado de la playa de cuarenta años, piel curtida, hombros anchos y pelo oscuro. EL hombre que me ha dado un trabajo y que me ha dejado demasiado tiempo libre en las manos. El mismo que, aunque nunca ha querido tener hijos, me ha acogido como si fuera su propia hija, dándome todo lo que puede cuando la vida me ha quitado tanto.

Y como siempre, verlo me conmueve profundamente.

A él se le iluminan los ojos, pero acostumbrado a ponerme mala cara, se apoya en el umbral, cruzado de brazos.

— ¿Ya ha pasado una semana? —pregunta.

—Sabes que si—digo.

— ¿Y qué quieres?

Le pongo el fajo de billetes en la mano.

— ¿Tu que crees? —pregunto.

Red mira el dinero, y como todas las semanas, frunce más el ceño.

Es el mismo diálogo. Como siempre, él trata de devolvérmelo y me llevó las manos a la espalda.

— ¿Qué pasa? ¿Mi dinero no es lo bastante bueno para ti?

—-Te he dicho que no quiero que me des dinero, Marina.

— ¿Cuántas veces tenemos que discutir esto? Quiero dártelo, por haberme ayudado.

—Está bien. Supongo que no te habrás metido en líos.

—Supones bien—digo echando un vistazo a mi alrededor— ¿Has contratado a una asistenta para que arregle este antro?

—Sí, con tu dinero. Gracias. ¿Seguro que no lo quieres? Podrías dar unas lecciones de cocina, aprender a hacer brownies.

—Muy gracioso—digo.

Todos conocen mi esfuerzo por hacer brownies decentes. Y en realidad, el empeño tiene sentido. Cualquier psiquiatra habría disfrutado conmigo porque mi madre siempre hacía brownies, y siempre estaban deliciosos.

En el fondo se que los estropeaba a propósito. Debía de tener algo en contra de ser feliz, o de desear el amor verdadero, o estaba asustada por alguna estupidez semejante.

Pero no me importa y sigo intentando hacer brownies como los de mi madre.

—O podrías comprarte ropa nueva—añade Red mirándome los shorts desgarrados, la camiseta con un dibujo divertido y las sandalias de playa negras—O incluso cortarte el cabello, tienes que buscarte un chico.

—Para que lo sepas, tío, no necesito ropa nueva ni otro peinado para conseguir a un chico—digo muy segura.

—Pues yo no veo que lleves ningún anillo de compromiso.

—No me interesa casarme. ¿Cuál es el problema?

—Tal vez que me gustaría verte feliz y que te cuiden—dice.

Me estremezco al oírlo pero me mantengo firme.

—Te lo agradezco mucho, pero soy capaz de hacerme feliz y, desde luego, puedo cuidarme sola. Ya llevo bastante tiempo haciéndolo.

— ¿En serio? ¿Lo tienes todo cubierto? —pregunta.

Levanto la barbilla.

—Por supuesto—asiento.

— ¿Y también quieres tener hijos sola?

— ¡Tío, solo tengo diecisiete años! ¿Quieres dejar de atosigarme con sermones para mujeres cuarentonas y vírgenes?

— ¿Entonces porque sigues aquí? ¿Has hablado con tus padres?

—Sí, hace varios días hablé con mi madre. Y he pensado que me invitarías a comer las sobras de tu cena de ayer.

—Está bien.

Red se aparta y me hace un gesto con la cabeza para que entre. En cuanto llegó al último escalón, me toma de los hombros y me atrae hacía él para darme un abrazo. Me quedó inmóvil.

— ¿Las sobras de la cena? —Murmura Red, entre carcajadas— ¿Alguna vez te he dado de comer sobras?

—No, porque afortunadamente eres tan buen cocinero que rara vez sobra algo.

—Entonces supongo que tienes suerte, porque acabo de preparar la comida.

— ¿En serio? —pregunto sorprendida.

El gesto lo hace reír, porque los dos sabemos que me esperaba y que, como siempre, ha hecho algo de comer.

—Ven—dice llevándome a la cocina donde huelo algo delicioso—Y ponme al día.

Le cuento las novedades, aunque sin mencionar nada de mi cita con Alberto, tal vez por el mismo motivo por el que no se lo he contado a Jessica; porque no sé qué decir.

SeducemeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora