S11

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— ¿Trillado? —Repite— ¿Bailar en una pista de baile esta trillado? —pregunta.

—Si—asiento—Estoy segura de que podemos hacer otra cosa.

— ¿Por ejemplo? —arquea una ceja.

Las luces de colores me distraen tanto que no se me ocurre nada.

—No sé, piensa en algo—le pido.

—Creo que tendrás que hacerlo tú—dice con un brillo intenso en los ojos—Porque cuando me miras así soy incapaz de pensar algo apropiado.

A mí me pasa lo mismo, de hecho se me ocurren un montón de ideas inapropiadas y no puedo evitar la necesidad de apretarme más contra él.

No sé qué hacer pero si lo que me pide el cuerpo.

—Marina...

Las luces se hacen aun más tenues de modo que todo lo que veo son siluetas de la gente que baila alrededor de nosotros. En un camuflaje perfecto deslizo las manos por la nuca, bajo un poco su cabeza y lo beso.

Pego mis dulces labios a los de él. Estremecida por el sensual gemido de sorpresa de Alberto cierro los ojos y amoldo a la perfección sus labios contra los míos, como si fueran dos piezas de puzle, en necesidad de esa unión...

Besar a un chico por primera vez siempre es una experiencia, una aventura que puede acabar en decepción. Pero Alberto Gritti besa maravillosamente bien, sabe cómo hacerlo.

Y no se aparta, ni siquiera cuando es obvio que los dos estamos sin aliento. Me tiene tomada de las caderas y la espalda, y cuando le pongo las manos en los hombros deja escapar otro gemido de placer.

Siento que algo se agita en mi interior al oír este sonido en la pista de baile. Es deseo, sí, pero diferente. Es un deseo que me domina tanto que ni siquiera me atrevo a dejar de besarlo para respirar. Lo tomó del pelo mientras él mueve las caderas, arrancándome un nuevo gemido.

—No es justo—murmura sobre mis labios.

— ¿Por qué? —susurro rozando sensualmente sus labios.

—Porque no voy a poder salir de la pista de baile durante un buen rato.

Tampoco me quiero mover de aquí y me arqueo contra el sintiendo como se me nubla la vista cuando nuestros muslos se rozan.

Se separa de mi echando un vistazo a su alrededor para asegurarse de que nadie nos presta atención y me toma de la cara colocando sus manos con cuidado sobre mis mejillas sonrojadas.

— ¿Qué me estás haciendo Marina? —pregunta como si estuviera cometiendo algún delito.

Espero estar enloqueciéndolo al menos la mitad de lo que él me enloquece a mí. De pronto alejarnos de la pista es lo último que tengo en mente.

—No lo sé...—susurro en su oreja para luego morderle el lóbulo—Solo sé que esto me esta gustando...

Cerramos los ojos para experimentar un corrientazo que sube desde nuestros pies hasta la cabeza.

—No me digas eso—contesta.

Alberto me desliza una mano por el estomago acariciándome las costillas rozándome el borde de los senos. Mientras tanto me contempla con una mirada cargada de deseo que resulta más embriagadora que el champan que había bebido.

Suelto un gemido entrecortado y siento que se me derriten los huesos y cuando el acerca sus manos a mi pecho, aun sin que llegue a rozarlo siquiera tengo que concentrarme en poder respirar.

—Marina—murmura. Cualquier hombre que hubiera pronunciado mi nombre en estas circunstancias, habría sonando con una voz ronca, en cambio, la de Alberto sigue siendo totalmente la de un sexy ángel.

Lo vuelvo a tomar del pelo acercándolo a mi boca para volver a besarlo apasionadamente quitándole el aliento.

Minutos después, la canción termina, se encienden las luces y el director de la orquesta empieza a hablar sobre lo que tienen preparado para la siguiente hora.

— ¿Qué más vas a hacer para no bailar? —pregunta divertido.

—Oh, oh me has descubierto—tapo mi cara con las manos riendo.

Por lo menos estoy dispuesta a reconocerlo.

SeducemeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora