S34

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POV Alberto

—Mar ¿sigues conmigo? —Pregunto tocándole el brazo—Si no quieres hacer esto...

—No—responde.

La veo sentarse en la tabla frotando su sien. También me siento en lo que ella trata de pensar aunque no se que le ocurre salvo que esta bien y que quiere estar aquí conmigo. O eso creo.

—Quiero hacer esto—afirma—Pero también quiero hacer esto.

Acto seguido se acerca a mí y me besa acariciándome la mejilla. No me sorprendo ni un poco. Llevo queriendo hacer esto desde que llegue por lo que reacciono inmediatamente tomándola de la cara gimiendo complacido. Pero en este beso hay algo más. La beso con una ternura que solo ella saca a flote aprovechando cada decima de segundo, no quiero separarme pero el aire nos falta.

—Bueno—digo después bajando la cabeza sonriente y volviendo al reencuentro de sus preciosos ojos—es una buena forma de empezar el día.

—No puedo estar más de acuerdo contigo—dice—Pero hemos venido a hacer surf—sigue—Te mostrare como estudiar las olas antes de decidir a donde remar, como esquivar a otro surfista o a un nadador y también como ponerse en posición de cara a la playa.

«Cuando se esté acercando una buena ola y no haya otros surfistas, empieza a remar. Cuando te alcance, te levantará y te empujará hacia delante, así que muévete si es la ola que quieres. Sujétate de las asas y salta para ponerte en pie en el centro de la tabla, con las piernas separadas unos sesenta centímetros —me muestra cómo hacerlo—. Asegúrate de que la proa esté por encima del agua; no demasiado, porque la ola te tiraría, pero lo suficiente para que no se hunda. ¿Entendido?»

—Eh...

—Así, mira—se vuelve a acostar en la tabla esperando a que llegue una ola y me enseña como remontarla después vuelve remando hasta donde estoy.

— ¿Preparado para intentarlo? —me pregunta.

— ¿Me resultara tan fácil como a ti? —pregunto.

—No—dice y yo rio.

—En ese caso, estoy tan preparado como puedo llegar a estarlo—digo.

—De acuerdo. Cuando te dé la orden, rema —espero hasta el segundo exacto—. ¡Ahora! ¡Rema!

Animosamente, voy por la ola y planto mi cuerpo sobre la tabla. Muevo las manos en el aire para buscar el equilibrio que parezco no poder encontrar y caigo de cabeza en la ola.

Veo de reojo a Marina hacer una mueca de dolor volviendo a la superficie en perfecto estado. Cuando regreso con ella me ofrece una sonrisa modesta.

—Es más difícil de lo que parece—digo sincero.

— ¿Quieres que lo dejemos? —pregunta.

—No, para nada, quiero continuar—digo decidido.

Vuelve a decirme cuando remar y saco de nuevo mis músculos para ponerme de nuevo en posición sobre la tabla extendiendo los brazos para encontrar el equilibrio aunque tardo mucho en conseguirlo tanto que la segunda cresta me derriba.

Después de salir a la superficie me sacudo el pelo al estilo Justin Bieber y escucho reír a Marina.

—Si desde luego es más difícil de lo que parece—dice.

Me toma de la mano y me atrae hacia ella, cuando me tiene cerca la veo cediendo a la tentación de tocarme el pecho y los hombros mojados.

— ¿Qué haces? —pregunto con la voz algo ronca.

—Me aseguro de que estas bien.

Se me enciende la mirada.

—Si digo que no ¿me seguirás tocando?

Ella suelta una carcajada y me suelta pero le atrapo la mano y la atraigo de nuevo hacia mí.

—Tengo una idea —murmuró—. Monta una ola y después deja que te toque para comprobar que estás bien.

Le recorro el cuerpo con la mirada y, sin previo aviso, la sacó de la tabla, me la siento en el regazo y la besó, sin dudar en un momento en introducir mi lengua dentro de su pequeña boquita, robándole, como siempre hago, el aliento. Es increíble como mis labios puede amoldarse con perfección a los míos, parecemos dos piezas de puzle, dos imanes que contrariamente, no se repelen.

Sabe tan bien y es tan grande y cálida, que se acurruca contra mí y disfruta de mis caricias. Pero cuando le pongo una mano en el trasero y comienzo a acariciarla cerca de los senos, suelta una carcajada.

— ¡Para! —grita.

— ¿Estas segura? —pregunto.

Es obvio que no está segura porque la veo temblar de deseo por mí. Puedo sentirlo.

Oigo los gritos de los otros surfistas y sé que se están burlando de nosotros.

—Alberto...—sonrió antes de apartarla de mi regazo—Deja de distraerme aquí viene una buena ola.

Y se marcha dejándome el cuerpo ardiendo por su contacto. Necesito alrededor de dos horas más para conseguirlo y ella tiene que ayudarme. No me rindo en ningún momento ni siquiera cuando Red y dos de sus compinches se unen a nosotros ofreciéndonos ayuda entre bromas e insinuaciones.

Hasta que finalmente logro remontar una ola sin caerme de la tabla ni acabar con la cara en la arena.

Agotado, llego a la orilla y me desplomo en la playa.

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