S42

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—Tomate esto—coloco las pastillas en su mano sana.

—Estoy bien—insiste.

—Tómatelo de todas formas—le suplico.

Las toallas revelan sus largas piernas que me habría gustado tener alrededor de mi cintura toda la noche.

—Estaré atento—añado yendo hacia la puerta—Si necesitas algo lo que sea me llamas ¿sí?

Si—el temblor en su voz me hace detenerme y vuelvo a la cama.

—Marina...

—Estoy bien, en serio—contesta.

Pero es mentira y los dos lo sabemos. Me siento en la cama y al ponerle una mano en la pierna notó que esta temblando.

—Oh Mar...

—Estoy bien—repite.

— ¿Puedo hacer algo? ¿Quieres que te prepare algo de cenar? —le pregunto.

—Alberto, te estás poniendo pesado—le acarició la pierna como si pudiera hacerla entrar en calor, aunque sé que no tiembla de frío, si no dé la impresión.

—Ya lo sé pero es que me siento impotente y es una sensación que no me gusta nada—suspiro.

—Entonces déjalo y vete—suplica.

—Creí que podía pero no puedo—confieso sentándola en mi regazo—Dime qué debo hacer amor, dime y lo haré—sacude la cabeza y aparta la mirada aunque no antes de que pueda verla contener las lagrimas.

—Por favor—insisto—Me estas partiendo el corazón. Haz algo. Grita, llora, patalea... tienes derecho.

—De acuerdo—con los ojos cerrados me pasa una mano alrededor de los hombros y se acomoda mejor sobre mi regazo.

—Esto—dice mordisqueándome el cuello antes de mirarme a los ojos—Esto es lo que quiero.

Acto seguido se abre las toallas revelando su piel bronceada y las deliciosas curvas con las que sueño desde hace semanas. Abro los ojos como platos. Sin embargo no puedo aprovecharme de la situación.

—Marina...

—Quiero que me hagas olvidar todo. Eso es lo que quiero de ti—susurra contra mi oído.

—Marina...

Aprieta su cuerpo de ensueño contra mí, haciéndome temblar por el esfuerzo que tengo que hacer para contenerme. Trató de pensar, algo que no resulta fácil cuando no es mi cerebro el que está al mando. Tengo que cerrar los ojos para evitar la visión de ese cuerpo glorioso, pero es en vano, porque la tengo grabada en la mente.

—Espera, Mar—la detengo—Estás en estado de shock y eso te trastorna —digo con tono desesperado—Han tenido que suturarte la mano. No podemos...

—Hazme el amor Alberto—ruega.

—Mar... en serio... no...

—Hazme olvidar, por favor —suplica sellando el trato con un beso terriblemente perfecto; dulce, sensual, tierno, lujurioso.

No puedo dar más vueltas quiero hacerla feliz, quiero darle todo lo que tengo en mis manos, quiero verla sonreír cada noche y cada día, quiero que no le falte absolutamente nada y si en este momento hacer el amor es todo lo que ella quiere. Se lo daré.

SeducemeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora