Capítulo 1: El Principio del Fin

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Si estas leyendo esta historia gracias de antemano, espero que sea una lectura agradable y que la disfrutes.

Perfecto, no hay otra palabra para describir la magnificencia del plan que había trazado para limpiar a esa desagradable ciudad de sus atroces costumbres. Depredador y presa coexistiendo podía solo terminar en tragedia. Quien se atreva a contradecir eso es un estúpido o simplemente un soñador sin remedio.

- Esa coneja y sus valores impensables nos costarán... ya me han costado mi libertad y la oportunidad de hacer de este mundo un mejor lugar. ¿Cómo es posible que ella no pueda verlo? ¿Cómo puede siquiera soportar la presencia de ese desalineado "amigo" suyo? Simplemente no lo entiendo. Pero eso ya no importa, pues de una manera u otra la haré pagar por lo que me ha hecho a mí, a esta ciudad y a todas las pobres presas que tienen que seguir sufriendo de la abominable tristeza que los depredadores hacen caer sobre nosotros. Solo necesito esperar... esperar a que todas las piezas caigan en su lugar y al fin podré tener mi venganza. -

Un año después...

Zootopia nunca ha estado mejor. Depredadores y presas viven en armonía... bueno, al menos la mayor parte del tiempo.

- Garraza, tenemos un 341 en proceso, un ladrón de bolsos en Sabana Central, el perpetrador es una cebra, macho, jeans azules y camisa blanca. ¡Oficial Hopps en persecución!

- Copiado, oficial Hopps. Enviando refuerzos a tu posición. ¿Hacia dónde se dirigen?

- El sospechoso se dirige hacia el norte con dirección a... olvídalo.

Tan pronto como Judy terminó de hablar, la cebra tropezó sobre unas cajas que se deslizaron por detrás de la esquina hacia donde el equino rayado corría. Ella supo lo que había sucedido segundos después. Él salió con su sonrisa característica detrás del edificio donde las cajas habían aparecido sosteniendo un empaque de donas glaseadas en una pata y un par de vasos con café en la otra.

- ¡Oye! ¡Zanahorias! ¡Creo que esto es tuyo! - dijo Nick apuntando con la cabeza hacia la cebra tirada en el suelo.

Sin dudarlo, Judy saltó y cayó con todo su peso sobre la cebra que aún se encontraba retorciéndose y sujetándose la rodilla con ambas pezuñas con la intención de inmovilizarla.

- ¡Ha! ¡Creo que me rompí algo! - se quejó la cebra.

- Tuviste suerte que fuera yo quien te detuviera, ¿sabes? La oficial Hopps aquí presente tiene una debilidad por golpear a los que quebrantan la ley. - dijo Nick volteando de reojo a la cebra bajo las patas de Judy.

­- ¡Oh! Calla zorro astuto. No podrías estar más alejado de la verdad.

- ¿Oh en serio? ¿Y qué me dices de los tigres hermanos que encerraste la semana pasada? Ellos querían presentar cargos por brutalidad policiaca - declaró Nick en tono burlesco.

- ¡Ellos se lo buscaron! Solo iba a darles una advertencia por indecencia pública pero estaban tan drogados con hierba gatera que prácticamente se golpearon solos hasta la inconciencia. - intercedió Judy. - Por cierto, ¿Qué hay con las donas?

- Bueno, pensé que como era casi la hora del descanso decidí conseguirte algo de energía para mantener girando esos engranes justicieros que te mueven.

- Que considerado. - respondió Judy con una sonrisa burlona dibujada en el rostro mientras jalaba a la cebra a incorporarse ya con las esposas en ambas pezuñas. - Dejemos a este muchacho en el precinto y entonces podremos tomar nuestro merecido descanso.

De vuelta al precinto, ambos oficiales escoltaron a su detenido hasta el escritorio donde el regordete chita los saludo de manera muy alegre, no sin antes mirar furtivamente a la caja de donas que Nick llevaba con él.

La maldición (The curse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora