Simón: De música ligera.

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Lo que menos quería era terminar en una fiesta con luces y docenas de personas bailando, bebiendo... De verdad no quería venir. Keith tiene que haberlo hecho con buena intención o algo así, su actitud dio un giro en ciento ochenta de la noche a la mañana y no me quejo, pero esto es justo lo que pensaba evitar. Maldita la cerveza que le prometí mentalmente a Dan.

Viajamos un buen rato y mirar por la ventana se sentía como ver una película, aquí no temen mostrar orgullo patrio, al menos no en lo que he visto de San Ernesto. La voz de Dan sonaba como música ambiental, yo no podría sacar confianza de la nada y contarle mis dramas amorosos a un desconocido, pero allá él, prestar la oreja no me costó. Así me enteré de que con Jessica llevan dos años de un tormentoso romance, que la ama con todo su corazón pero que sus berrinches se le hacen cada día más difíciles de tolerar, aunque reconoce también ponerle sabor a las peleas con sus cambios de humor. La fiesta es en la casa de un amigo de Jessica al que Dan apenas conoce. Si es como en Santiago no creo que eso importe, trae unas cervezas, debería bastar con eso.

El barrio donde nos bajamos es distinto al de Keith, las casas son más grandes, igual que las calles y las áreas verdes.

No llamamos a la puerta porque todo está abierto y todos conversan por todos lados.

— Ya cabrón, a ver si esta mujer entra en razón.

— No puedes obligarla a estar contigo hueon, les hace mal estar metidos en algo tan toxico, quizás es mejor que terminen— opino, pero soy ignorado, una pelirroja cerca del estéreo se voltea y abre la boca pintada, como gritando sin sonido.

— ¡Daniel! — grita de verdad mientras se acerca a nosotros, es muy guapa si soy honesto, aunque su voz suena como flauta barata— ¿Qué haces aquí? ¿Y quién es este? ¿Porque viniste wey?

— Porque no quiero que estemos separados Jessica, ya dejemos de pelear por pendejadas por favor mi vida.

Jessica ladea la cabeza y parpadea con sus pestañas gigantes, lo ama, es más obvio cuando lo toma del brazo y se lo lleva a conversar a solas. Dan me mira hacia atrás, le hago un gesto con la mano. Voy a estar bien, no es mi primera vez carreteando con gente que no conozco en un sector que no conozco. La fiesta de los mil tambores de Valpo en 2009 fue la primera y que fiesta loco, de esas que solo se viven una vez.

No saber que se escucha me desagrada, tiene base de cumbia, pero los instrumentos no encajan, y si pongo atención a las letras la cosa se pone peor, música genérica. Hay vasos por todos lados, no de plástico, vasos de vidrio llenos o medios vacíos olvidados a su suerte por ahí, me tienta agarrar uno y probar...me tienta tanto que sacudo la cabeza.

Quizás ahora si pueda controlarme, no tienen por qué ser seis piscolas, un vaso para remojar la garganta no más. No voy a borrarme hasta mañana. Mientras pienso ya llevo la mitad de un vaso empinado, no sé qué mezcla es pero la sensación del alcohol bajando por la tráquea, quemando, me recuerda cosas. Lo sociable que solía ser y todos los amigos que con el tiempo se alejaron, o de los que yo me fui alejando. Creo que aún se juntan en el bandejon central de la alameda, creo que Diego aún se junta con ellos mientras yo ando en clases, bueno, andaba.

Dan está al otro lado de la sala besándose con Jessica como si el mundo se acabara, se mueven despacio con la música, seguramente no saben ni que estan bailando. Me gusta cómo se ven juntos, aunque sea cínico pensar eso después de lo que dije. Quiero ser ingenuo y pensar que mejoraran su trato y serán felices, no sé si para siempre, pero mientras el amor les dure.

No creo en el para siempre.

Varias chiquillas pasan delante de mí, subiendo la vista o siendo más atrevidas y rozándome de forzada casualidad. Tal vez piensan que estoy en trance porque no me muevo de la pared, el vaso ya está vacío y pienso tomar otro cuando reparo en unos ojos que me agarran como presa. El chico está con un grupo de amigos que me da la espalda, tiene una lata de cerveza en la mano y una pose desarmada que me recuerda a mí. Si estuviera en Chile se diría que parece flaite, pero ¿Qué es ser flaite al final?, solo una etiqueta, una opción, un prejuicio.

Simón y KeithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora