Simón: Cómo te digo.

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El repertorio me tiene mal, debo presentar una ejecución impecable hoy después de que ayer todo el curso fracasara. No fue nuestra culpa, el profesor de bigote llegó sin su bigote y con un nivel de exigencia mil veces superior a su estado normal. No sabemos qué le pasó, solo sabemos que desquitó su odio en nosotros. Son las cuatro de la mañana y no logro conciliar el sueño, pero tampoco quiero practicar. Quiero una cerveza y salir a caminar, pero no es prudente, Keith está haciendo un boceto sentado a los pies de mi cama.

— Vas a lograrlo, solo intenta descansar.

— ¿Sabes que no voy a lograr? Dejar de comerte a besos si sigues siendo tan lindo conmigo— me lanzo sobre él hasta acomodarme sobre su cuerpo. Si, aún no hemos pasado de los besos y abrazos, y no es que me esté aburriendo, es que me está costando poner límite a las caricias y no hemos hablado nada del tema.

Bueno, no soy de hablar sobre lo que quiero hacer con otras personas, soy más de hacerlo y punto. Pero creo que con Keith debería platicarlo. No lo sé, estamos juntos, todo ha salido bien y eso es todo un record para mí. Y aunque comienzo a sentir que lo quiero, hay muchas cosas que me faltan por saber de él.

Me peina el cabello hacia atrás y sonríe, recién estoy comenzando a quererlo y ya temo que acabe. Me metí en algo estúpido, algo jodidamente estúpido y jodidamente bueno. Antes de Diego jamás tuve una relación estable, bueno, tampoco con Diego, es la persona más inestable que se pueda conocer. Todo se siente nuevo, me olvido de volver. Me olvido de la mochila metafórica que llevo desde hace años y lo beso una, otra y otra vez. Él me responde intenso, más atrevido que antes, sus piernas se mueven y rozan las mías, quiero atarme a su piel, suspirarle al oído las gracias por tantas alegrías en tan corto tiempo. Sus manos me frenan la cara y suelta un suspiro, me encanta ser la causa de su respiración acelerada.

— Simón...— susurra— solo dormir.

— Sí, solo dormir— doy media vuelta y me pego a la pared. Él se abraza a mi espalda y me acaricia el pecho. Estoy sin camisa, ya puede mirarme a los ojos si no la traigo puesta. ¿En serio? ¿Cómo se supone que me duerma si me acaricia así?

Nos vamos a la universidad y enfrento mi parcial con toda la dignidad que una noche en vela puede otorgarme, después de haber practicado por horas en el pasillo con mis compañeros los dedos se me acalambran y para cuando el profesor me llama aun no me siento preparado. Doy lo mejor de mí y obtengo una calificación mediocre. En ocasiones así es cuando más le doy vuelta a la idea de dejar la universidad y lanzarme a la industria, tengo que amarrarme los pies a la tierra antes de partir al casino para almorzar con los demás.

Keith se sienta a mi lado, no sé si quiere ocultárselo también a sus amigos, pero la barrera entre nosotros se espesa. Lo atribuyo a que estoy de mal humor por el parcial, pero me duele un poco que me oculte con tanto descaro. Con su familia puedo entenderlo, cerca de su colonia también pero luego va y me besa en medio de muchas personas en un mirador con vista de película y me confunde.

— ¿Me prestas datos móviles? — digo como excusa para tomar su mano, tiene el celular apretado buscando referencias para no sé qué dibujo.

—Si claro— deja el aparato en la mesa mientras con el dedo configura las conexiones— Listo, esta es la clave.

Me conecto y para sorpresa del mundo mi teléfono no deja de sonar, intercambio miradas con Jessica sin quererlo y ella hace un juego de miradas rápido entre mi mano y la de Keith. Ya pensaba yo que me habia librado de los rumores de la fiesta pero veo que no. La chica sabe que soy gay y ha notado la tensión entre nosotros. Si antes no me importaba ahora si me importa un poco, no por mí, pero me importa.

Simón y KeithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora