He cantado para extraños en un camión, hablé frente a docenas en la escuela y aun así la idea de cantar en el show de talentos me abruma.
No es la primera vez que voy a uno ya que el semestre pasado nos obligaron a ir de público, por lo que sé cómo son, el teatro se llena con cientos de estudiantes. Es eso lo que me asusta, los miles de ojos sobre mí, pendientes de lo que hare, esperando algún error. Conociéndome no tardaría nada en darles lo que esperan, quedando congelado ni bien suene la música, temblando y sin que nada coherente salga de mi boca, clásico caso de pánico escénico.
Lo que he hecho hasta ahora no se compara en nada con lo que me pide hacer. Siempre encuentro valor cuando está conmigo, pierdo toda pena y los temores se disipan haciéndome sentir capaz de todo, pero, ¿Y si no fuera así en esta ocasión? Arruinaría su oportunidad de ganar. En definitiva, no quiero eso.
— ¿Te da miedo?
— ¿Que?... no, no, nada de eso, solo... serán muchas personas, no tengo buena experiencia con ello.
— Estaré ahí contigo, como en el autobús. El punto es cantar juntos.
— Lo sé, es que no quiero arruinarlo — miro el piso —seguro es importante para ti.
— Keith, si ese es tu único impedimento, déjalo a un lado, confía en ti como yo lo hago. No puedes tener miedo siempre — asiento a lo que dice, levantándome del sube y baja, dejándolo caer fuerte sin querer.
— Te daré una respuesta mañana si no te molesta — tomo mis cosas del suelo y volteo a verlo — no es mi intención comportarme como si fuera tu primera opción para esto, seguro en tu clase hay mejores voces.
— Tienes razón, no fuiste la primera opción — ya a mi lado me da un golpecito en la cabeza— eres la única menso.
Unas gracias no expresa lo que siento, nada lo hace, tomo su brazo al caminar ya que estamos cerca de casa, quizás por lo mismo no debería, pero las calles están muy solas. Nadie nos vera y si lo hicieran pueden quedarse mirando si eso quieren, no pienso soltarlo.
Al día siguiente decido salir solo, me voy directo al mismo lugar donde lleve a Simón hace unos días, es un buen sitio para pensar. La brisa helada que se siente es agradable, calma el calor del sol todavía intenso. Me abrazo a mis piernas viendo el paisaje. Quiero cantar con Simón, amo hacerlo, amo la sensación única que tengo al hacerlo, pero luego está el miedo punzante y los recuerdos de mis muchos ridículos hechos. Si tuviera que cantar solo el error seria solo mío, pero me ofrece un dueto y no quiero arrastrarlo entra las patas al echarlo todo a perder. Tienen que tomar su talento en serio, si me congelo no pasara. Maldigo en voz alta, este es el problema, cuando debo pensar algo no lo hago y cuando debo tomar una decisión rápida me la pienso demasiado.
¿Qué me diría César en estos momentos? Déjate de pendejadas, acepta perro, hazlo porque si no te arrepentirás.
Dijera lo que dijera terminaría dándole la razón, después de tanto tiempo conociéndonos he aprendido que el mendigo este no se equivoca seguido, bueno, no se equivocaba. Pensando en eso llego a la conclusión de que realmente me arrepentiré si no acepto, si no comparto con él si me ha dado la oportunidad, darle mi apoyo sobre el escenario será una experiencia única. Tengo más que clara la respuesta que voy a darle.
Una vez en casa estoy dispuesto a ir con Simón de inmediato pero unas voces en la sala me hacen detener los pasos. Es César, está con mi madre en la sala, me escondo tras la pared asomando mi cabeza solo un poco, miran un viejo álbum de fotos.
— Siempre fuiste muy alto mijo, solo mira lo grande que te vez al lado de mi niño — mi madre sonríe mientras señala una foto, César sonríe a su lado, con una actitud muy distinta a la última vez que lo vi.
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Simón y Keith
RomantikSimón: "...- ¿Qué te pasa Simón? - pregunta, regañando, aunque luego estalla en risa, acomodándose el cabello que ahora le cae mojado sobre la frente. No lleva sus anteojos y no sé si sea la luna, la oscuridad, el paisaje o solo mi cabeza. Es el chi...