Keith: Jingle bell.

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Querer es poder. Diría que no es cierto, pero en mi caso, al menos en este tema, dio resultado. Después de dos días buscando trabajo sin parar, logré que me contrataran en una pequeña librería.

Debido a las fechas empezaré a trabajar después del veinticinco, no recibiré muy buena paga, pero me servirá para vivir por mi cuenta un tiempo, o al menos juntar dinero para iniciar el arriendo de un departamento pequeño. No es que vivir en la casa de César sea incomodo, es que no quiero aprovecharme de su hospitalidad, además creo es mejor irme antes de que sepan el verdadero motivo de mis problemas en casa.

No planeo seguir ocultándolo, pero por ahora no parece conveniente, no quiero causarle problemas a César.

Noche buena está a unas horas de distancia y no me tiene emocionado. La víspera navideña solía ser mi época favorita en años anteriores, luces por doquier, el clima desprendiendo la calidez de la unión familiar... pero este año no es así, no estaré con mi familia, no hay luces decorando la casa y lo único que queda es el frio de la estación, amenazando con empeorar con la lluvia.

A César no se le escapa lo mal que me pone todo esto, aunque su familia no celebra me ofrece que nosotros hagamos nuestra propia y pequeña celebración. Comprar algo de comida, bebida y divertirnos, hacer algo que quite mi cara de odio a la vida.

Nos decidimos por comida china y dos sixpack de cervezas, aunque le advertí que ni de broma bebería tanto, él insiste en que podemos guardar para otra ocasión. De un punto a hoy beber ya no parece tan terrible si se hace con moderación, el Keith de antes no creería lo que estoy diciendo.

Tras comprar y regresar a casa la lluvia inicia, trayendo consigo el recuerdo de un baile... me quedo a mirar el cielo, su vivo color azul ha sido remplazado por la mezcla momentánea de blancos y grises, siempre es igual, una vez termine la tormenta el cielo volverá a mostrar su belleza. Si esto aplicara a la vida... ¿Cuándo terminará nuestra tormenta? ¿Habrá un arcoíris o solo volverá a su normal monotonía?

No hay nadie más en casa, como de costumbre nos sentamos en la sala. Es inevitable no pensar en mi familia, todos reunidos en el patio hasta que los chubascos los obligaran a entrar y seguir las risas y bailes en la sala, comer y continuar con la pachanga hasta que los niños empezaban a insistir demasiado en abrir los regalos. Nada que ver con esta frialdad, pero no me quejaré, César está conmigo y eso ya es mucho para agradecer. Solo por eso intento sonreír, deseando en mi interior que Simón se lo esté pasando mejor.

Ha vuelto a hablar con Diego, algo de compañía debe de hacerle, aunque la idea no me guste, dice que solo son compañeros de trabajo, pero sigue sin gustarme que se la pasen cerca.

Estar con él en estos momentos sería el mejor obsequio navideño, festejar y cantar hasta el amanecer... lo que por obvias razones no pasará. Incluso sin el embrollo que nos ocurrió no podríamos estar juntos este día, aunque tendría la esperanza de que podríamos vivirlo aquello en los años venideros.

—Quita esa cara— César deja su cerveza y enciende el estéreo, poniendo un mix de villancicos que pretenden alegrarme— es noche buena, deberías estar contento... sonriendo como cada año.

—Estoy sonriendo, estoy feliz— dejo el plato en la mesa y le sonrío como puedo.

—Te conozco Keith, sé que en esa cabeza tuya ahora hay un huracán, pero olvídalo por hoy y concéntrate en lo bueno.

—Lo sé, lo sé. Me salvé de una herida de muerte, y aunque perdí mucho en una semana, no estoy completamente solo... mi madre no me odia y bueno, mi mejor amigo está conmigo.

Simón y KeithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora