Simón: Call me/Prisionero.

12 1 0
                                    


—Me carga que las personas no suelten el teléfono ni para mirarte la cara— reclama Rocío.

Diego suspira exasperado y me quita el aparato de las manos, no entiende que algo está mal, Keith jamás deja de conectarse por tanto tiempo.

—Ya ¿Ahora nos puedes poner atención o hay que pedirle hora al mexicanito?

—Estúpido, no puedo hablar con él, no me contesta... ni el visto me deja.

—Quizás se aburrió de ti— se encoje de hombros y yo finjo que sus palabras no me dolieron como un puñetazo en el interior del estómago— ¿Cómo me veo?

Estamos en su casa, la marcha por el orgullo será en unas horas y se aprovechó que a su papá le tocó trabajar para meternos a hurtadillas a ayudarle con su elección de vestuario para la ocasión, ira como Lola Brillantina, porque hoy es la oportunidad perfecta para ponerse tacones y bailar a Lady gaga como dice.

— ¿Vas a llevar la guitarra? — pregunta Rocío, acomodándose su oscura masa de cabello ondulado sin lograr hacer algún cambio.

—No sé, ¿Debería?

—Obvio que si, al final de la marcha ponen un escenario en la plaza Sotomayor, algún tipo del Movilh da un discursito y después sigue animando alguna drag de renombre, a veces se sube más gente a bailar, cantar, lo que quieran hacer... es una fiesta— medio modula Diego, pintándose los labios—si te subes al escenario podrías hasta salir en tv.

—Si es que cubren la marcha, no somos Santiago como para ganar tanta pantalla— ríen ambos y aprovecho el descuido para sacar mi teléfono de los maquillajes de Diego. Jessica me ha contestado, dice que no tiene idea donde está Keith y me quedo peor que como estaba. ¿Debería llamar a su madre? Aún tengo su número, pero el miedo a enfrentarla me gana.

Bajamos el cerro caminando, uniéndonos de a poco a toda clase de personas con el mismo destino, nuestra fiesta.

Llevo la guitarra porque ya la tengo en la espalda, dejarla en la casa de Diego no es una opción.

Tengo los pensamientos bien lejos para ser honesto, mientras el grupo al que se unieron la novia de Rocío y otros amigos de Diego habla animado en la micro no puedo soltar el maldito teléfono. Me estan consumiendo, lo sé, siempre me cargaron también las personas que le prestan más atención a sus redes sociales que a las personas que los rodean, pero en algún punto me transforme en uno de ellos.

¿Y si Diego tiene razón y Keith decidió que seguir intentándolo no tiene sentido? ¿Y si conoció a alguien más y decidió jugársela gritando que le gusta en la mitad de una feria itinerante?

El ruido de la multitud me saca de mis inseguridades, hay carros alegóricos esperando partir con bailarinas y bailarines y todos los pronombres moviéndose al ritmo de la música electrónica que resuena en parlantes gigantes. Diego corre a saludar a más personas y su exagerada peluca rubia se pierde entre las cabezas, dejándome más nervioso y apoyado en un árbol para cobijarme del viento inclemente, el que nos hace recordar que estamos en pleno invierno.

—Moreno— comienzo a enviar un audio que no sé cómo va a terminar— si estas molesto puedes decírmelo— suelto, apretando los ojos porque me da miedo que lo esté— si te aburriste de mi también puedes decirlo, pero porfa no me hagas esto. quiero saber de ti, dime que estas bien.

Las personas comienzan a moverse y como aun con la chaqueta y la guitarra en la espalda tengo frio, me compro la bandera más grande que pueden venderme, la uso como capucha y como señal de orgullo al mismo tiempo. Como ya he dicho reiteradas veces, siempre he estado orgulloso de quien soy.

Simón y KeithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora