Keith: Llorar.

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Los días se van lentos en este lugar, al menos para mí que siempre debo estar haciendo algo. El doctor José le permite a César traerme unas cuantas hojas por día, así paso mi rato con él, hablando y pintando lo que pida. Intento preguntarles por Simón a Dan o Ted cuando vienen, pero ninguno me dice nada y no insisto, le dije que se fuera de mi vida, eso da a interpretar que no quiero saber nada de él, pero eso no puede ser más falso.

Dije que intentaría olvidarlo, y me esfuerzo durante el día, pero cuando las luces se apagan y César cae dormido, en mi insomnio se hace presente. Los recuerdos de aquellas noches vienen, cada beso, cada palabra dulce, cada promesa que no se cumplió. Al soñar su silueta me persigue, entonando aquellas melodías que alguna vez cantamos juntos.

Acabo llorando, por todo lo que pudo ser y que no fue. No le hablo de esto a mi amigo en ningún momento y si se despierta a la mitad de la noche le digo que la herida aun duele, aunque no es una mentira del todo, no es la razón por la que no concilio el sueño.

Faltan dos días para poder salir y las cosas parecen ir con calma, hasta que veo aparecer a mi hermana con mi sobrina. Janeth grita de alegría al verme, intenta correr hacia la camilla, pero su padre la detiene.

— Quería verte — mi hermana la toma en brazos, así evita que el forcejeo siga— aunque le dijimos estabas bien quiso venir.

— Ya veo, lamento preocuparte linda — le sonrió a mi sobrina, extendiéndole los brazos para que venga abrazarme.

Mi hermana no la suelta. Más que molestarme me lastima.

Para ellos estoy enfermo, tengo algo que se contagia, tienen miedo de que yo, un depravado, le pueda hacer daño. Puedo verlo en sus caras, César no dice nada, pero también veo su impotencia en su ceño fruncido.

Pasé mucho tiempo con ella, saben que jamás podría meterle ideas en la cabeza, no tienen razones para desconfiar.

Sabía que perdería a gran parte de mi familia cuando se supiera, contaba con dejar de ver a mis tíos, y primos, a mi padre, pero me hiere que mi propia hermana desconfié de quien soy. Estaba tan atrapado en el temor de perder a mi madre que no pensé en que mis hermanas me harían a un lado también, alejándome de sus niños, de mi linda Janeth.

Vuelvo a llorar cuando se van, César intenta consolarme en vano, susurrando que todo está bien mientras se recuesta conmigo en la cama, abrazándome como si tratara con un niño. César solo intenta consolarme, susurrando todo está bien mientras se recuesta conmigo en la cama, abrazándome, como si estuviera tratando con un niño.

Pensé que podría soportar el rechazo de mi familia, que tendría valor, aunque me hicieran a un lado, pero no puedo, no puedo ser fuerte sin Simón. Él hacía que el sacrificio valiera la pena, él sería la luz de este cielo gris... pero tuvo que pasar lo que pasó y ahora siento como todos se cae, lloro por perderlo, por perder a mi sobrina, a mi hermana, todo lo que tenía. Por apostarle tanto a un amor que no resultó ser más que ilusión.

—Cálmate... estoy aquí, aun no tienes a nosotros, tus amigos, tu madre... a los demás solo dales tiempo.

— Lo sé, lo sé — intento calmarme, parar el llanto y hablar lo más entendible posible — solo...

No termino la frase, no pienso admitir que me hace falta, como quisiera que tomara el lugar se César en este momento, que fuera a él a quien me abrazo con más fuerza, quien acaricia mi pelo hasta que caigo dormido. Continúo pidiendo que estos días sean parte del largo sueño que no quiere acabar, pero al despertar y ver a mi mejor amigo mato toda esperanza. Intento despertarlo, dándole golpecitos en la cara cuando un ruido extraño me hace saltar.

Simón y KeithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora