Simón: Insulto.

10 2 0
                                    


El jefe de carrera nos habla de estética. Se acerca el concierto de fin de año, la evaluación final. No le interesa lo que sentimos al interpretar, sino que se escuche y se vea perfecto. Nos han juntado con los cantantes, violinistas, pianistas, chelistas y cuanto instrumento se imparte. Las guitarras somos el hazmerreír, sin importar lo mucho que nos esforcemos, siempre actúan como si pudieran prescindir de nosotros.

La música popular no depende de la estética, sino del contenido, del estribillo grabado en la memoria, pienso mientras tocamos a Chopin. Los arreglos son difíciles, pero puedo lograrlos sin esfuerzo, incluso concentrado en otras cosas.

Guardo mis apuntes en la funda con calma.

—Señor Tapia...— me llama el profesor de instrumento, cuando somos los únicos en el salón.

Es inevitable pensar que me expulsará del programa, no soy como el resto de sus estudiantes, no lo considero una deidad digna de veneración. Voy hasta su mesa, sirena en funda y funda en mano.

—Vi lo que hiciste el otro día— dice, metiendo sus libros en un bolso de cuero— muy... interesante presentación.

— ¿Gracias? — digo, o pregunto, no sé qué debe decir uno en este tipo de situaciones. Me intriga saber dónde la ha visto, quizás tuvo más repercusión en internet de la que pensé.

—Irradiabas una pasión increíble, pero no veo eso cuando tocas el repertorio ¿Podrías explicarme por qué?

¿Puedo explicárselo? La sola idea de expresar con voz lo que llevo tanto tiempo pensando es un poco fuerte, sobre todo cuando el peso de tal decisión puede cambiar el curso de mi vida, para siempre.

—Creo que la universidad no es para mí— me pongo a la sirena en la espalda, como protección— Estoy pensando en dejarla, componer mis propias canciones y probar suerte en el mundo comercial.

—Quieres que te escuchen...— termina de guardar sus libros y me mira directo, con una de esas miradas que supongo, dan los padres cuando acabas de decir una estupidez— no sé si al gobierno de tu país le guste tanto la idea, te mandaron becado después de todo. Están invirtiendo en tu educación... por otra parte, el mundo de la música comercial es competitivo, no imaginas cuánto.

—Algo sé— respondo.

—Más de algo sabes. Sabes componer, hacer buenos arreglos, tocar como se te pide... sabes cantar, pero Simón, ¿Es eso suficiente?

No tengo como responder, quiero creer que lo es. Pero sus palabras están acomodadas para hacerme dudar. Escribe algo en un post it sobre su mesa y me lo extiende.

—Cuando tengas tiempo date una vuelta por aquí y pregunta por Juan, es un viejo compañero de facultad que hizo lo que tú quieres hacer— toma su bolso y se da media vuelta, sin despedirse. Dejándome ahí, desconcertado.

Keith me espera en la parada, de brazos cruzados sobre su poleron abierto. Está empezando a hacer frio y a oscurecerse más temprano, por lo que las luces de la calle se encienden antes, alumbrándole la cara, haciéndolo ver más hermoso aún. No sé qué piense él, después de todo le dije que en Chile regularizaría mis estudios, no que los abandonaría para venirme de manos vacías a intentar conquistar el mundo.

— ¿Por qué tan pensativo?

—Nada importante— respondo, balanceando nuestras manos al andar.

No he parado de estar pensativo desde que le confesé mi vida, de alguna forma se sintió liberador poder lanzar todo afuera, pero sentirme así de vulnerable es algo a lo que no estoy acostumbrado, a ratos es incómodo.

Simón y KeithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora