La alarma suena cuando ya llevo rato despierto, no debería estar nervioso porque continuo con la misma malla de estudios que en mi universidad. La especialización de guitarra es la menos copada a términos generales en la carrera de interpretación musical, la mayoría opta por piano para soñar con llegar a ser un gran concertista, así que se dice de nosotros los guitarristas, que somos los bajos perfiles del rubro. Como vengo de intercambio, no pude escoger el horario de mis asignaturas, pero agradezco a quienes lo hicieron por mi porque Instrumento principal queda en las primeras horas, para levantar los ánimos con los ritmos que deseo tocar, mientras que música de cámara y contrapunto, con toda la solemnidad que requieren de mi parte, se reparten en la tarde durante la semana. No son nervios por empezar la misión que vine a cumplir, es angustia por el WhatsApp que me despertó mucho antes que la alarma.
"Te extraño"
Es todo, lo que no necesitaba, pero si quería leer. Las palabras suficientes para hacerme sentir la culpa que estaba guardando para mi regreso, cuando fuesen muchas más las cosas que lamentar. No quiero responder aun, quiero meditar si realmente es cierto que lo extraño por cariño, o si lo hago por costumbre.
Alguien golpea mi puerta y me pongo de pie por reacción inmediata.
— ¿Si? — pregunto, pero nadie contesta. En lugar de eso la perilla se gira y Keith se asoma, ya hasta con la mochila al hombro.
— Buenos días, me preguntaba si quieres que nos vallamos...— su semblante cambia en cosa de segundos y baja la mirada. Lleva una polera azul bajo su poleron negro y me da risa, es como si hubiese tomado lo de ayer como consejo. De verdad es su color, combina con el marco de sus lentes— olvídalo, veo que no estás listo.
Estoy en ropa interior y no me he duchado, no he comido mi pan diario ni preparado mis cosas, aunque ayer dije que lo haría mentí y me acosté a oír música.
— ¿Estás muy apurado? — sonrío, si quiero irme con él. Su compañía puede ayudarme a no pensar en Diego y dedicarme a disfrutar este día. Eso sí Cesar no nos acompaña.
— Supongo que puedo esperar un poco, eso si logras sacar a Manuel del baño. Mamá ya lo regaño dos veces y aun no sale.
Pienso en mis opciones y no son muchas, llegar a la uni por mi cuenta o usar medidas extremas. Keith sigue sin querer mirarme y estoy empezando a creer que su problema es cuando no uso camisa, no sé qué pensar al respecto.
— ¿Tienes manguera en el jardín? – tomo la toalla del suelo, las demás cosas que necesito del escritorio y me apronto al frio.
— ¿Qué? Claro Simón, pero no es justo. Estas pagando por agua caliente y ese mugroso niño...— lo interrumpo tomándole el hombro. No me atrevo a comentarle que aún no sé dar el agua caliente en su ducha así que mucha diferencia con la manguera no hay.
—Hace calor y estamos apurados, porfa ayúdame y no te preocupes, no es la primera vez que me baño en la calle.
Él se sorprende, pero accede asintiendo con la cabeza y siguiéndome al jardín. Saludo a doña Rosa al pasar, pero ella no me oye, sigue ocupada discutiendo con Manuel porque aún no desocupa el baño.
Está más fresco de lo que esperaba, se me pone la piel de gallina, pero me aguanto. Keith toma la manguera, serio.
— ¿Estás seguro? — pregunta, a punto de dar el agua.
—Dale no más.
Se me sale un grito medio agudo cuando el agua helada me cae encima, pero aprovecho y rápido empiezo a frotarme con el jabón. Es verdad que me he bañado en peores situaciones, pero nunca en la presencia de un casi extraño.
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Simón y Keith
RomanceSimón: "...- ¿Qué te pasa Simón? - pregunta, regañando, aunque luego estalla en risa, acomodándose el cabello que ahora le cae mojado sobre la frente. No lleva sus anteojos y no sé si sea la luna, la oscuridad, el paisaje o solo mi cabeza. Es el chi...