Keith: Me cambiaste la vida.

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Los aplausos resuenan a nuestro alrededor, lo aman, yo lo amo. Dijo que me haría reencontrar con mis raíces y lo hizo, eso y mucho más. Su canción me transportó aquellos días de mi niñez con mi abuela, donde recostado en el piso, mientras ella veía una de esas películas antiguas, me hablaba de esos amores a la antigua. Cantando aquella canción del señor Fernández, platicaba de la hermosa épica donde las personas se demostraban el amor en base de actos simbólicos y no con palabras vacías; cartas, serenatas, rosas, mil y un detalles que ahora parecieran no tener significado.

—Se perdió la pureza y sinceridad del amor — me decía ella — las cosas cambian y con ellas la forma de dar amor, hombres así no existen ya.

Me gustaría que hubiera vivido para poder ver que aún existen. Desgraciadamente su nieto no es uno de ellos como le gustaría, pero logró conocer a uno. Un tesoro traído desde chile, eso es él, nunca he conocido a nadie igual y no creo volver a hacerlo.

— Nunca podré pagar todo lo que haces por mí — me abrazo a su cuello, intentando de una vez parar de llorar.

— No necesitas hacerlo Keith — susurra y niego con la cabeza.

Amor puro y sincero es lo que me transmite, lo que me hace sentir y pienso regresarle tanto amor como me sea posible, tengo que hacerlo, mi corazón lo pide y lo exige. Tengo que hacerle ver que lo nuestro es reciproco.

— Es lo más lindo que han hecho por mí.

— Me alegra escuchar eso — al separarnos un poco besa mi frente.

A mis ojos es el mejor mariachi que he visto, se ve maravilloso. Necesito una foto de él así, diría también una de nosotros, pero veo Jessica ya se encarga de eso, deberé hacer nota de pedirle cada una más al rato.

La gente lentamente vuelve a lo suyo, dejamos de ser el centro de atención (o al menos así lo siento). Simón invita a los muchachos que le ayudaron a sentarse con nosotros y beber algo, todos son bastante simpáticos. En especial Vania, en lo poco que hemos podido hablar congeniamos bastante, me recuerda al estereotipo de protagonista de mangas shojo, linda, simpática, sencilla.

— Muchas gracias por todo — Simón se despide de Vania y los demás.

— Fue un excelente trabajo — muevo mi mano como despedida antes de dirigirme a mi salón, bien acompañado.

Tomo su brazo sin pena alguna al caminar, no hay porque sentirla si ya la mayoría debe haberse enterado. Tarareo la melodía que interpretó, repitiendo la letra con su voz en mi cabeza, sonríe, debe de imaginar ya que la canción se volvió de mis favoritas.

Algunos del salón mencionan la serenata al verme, incluso el profesor parece saber y no sé si eso es una buena o mala señal. La gran parte del curso no sabían que compartía clase con ellos, otros pocos se dedican a quitarme la mirada mientras paso a mi asiento. Dan me dice los ignore, lo hubiera hecho lo dijera o no, pero aprecio mucho su preocupación.

Por el escándalo el profesor manda a todos a callar para anunciar a las personas de nuestro grupo escogidas para presentar su trabajo en la exposición.

— Fui difícil elegir, si por mi fuera las escogería todas, en serio — empieza su discurso, ese para que nadie se sienta mal por no ser elegido — pero solo puedo escoger tres.

Me pongo mis audífonos, sé que no fui seleccionado por lo que puedo comenzar a dibujar sin problemas. Metí mi corazón en ese cuadro, sí, pero no creo mi técnica sea lo suficientemente buena para resaltar. Nunca he hecho algo que destaque, por más que lo intento no puedo.

— ¡Wey, wey! — me llama Dan, moviéndome, haciendo que me quite uno de mis audífonos — ¡Tu cuadro fue escogido!

Está emocionado, expresa la alegría que yo no puedo porque no me lo creo. Lo miro un rato, antes de ver al profesor y como este nos felicita.

Simón y KeithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora